Lo que nos dejó el primer gran debate

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Si algo ha quedado claro después del debate a tres de ayer es que no ha habido un claro ganador al tiempo que nadie, ni tan siquiera el gran ausente en la velada, ha salido perdiendo. La tónica dominante a lo largo de la noche vendría marcada por la prolongación de sendos discursos en ambas formaciones, los cuales quienes más quienes menos, ya todos conocíamos. En este sentido, nada nuevo.

El PSOE aprovechó para marcar distancias frente a la inexperiencia de la nueva política y abrir ofensiva contra el PP, a quien acusó constantemente de haber destruido todo el legado dejado con anterioridad al año once. El alegato más repetido en boca de Sánchez: la necesidad de emprender una reforma constitucional en torno a la cual pivotarán luego la mayor parte de sus medidas (desde terrorismo hasta modelo territorial, pasando por la garantía los derechos sociales). En lo que a materia económica refiere, especial énfasis fue el recaído sobre la idea de la vuelta a los Pactos de Toledo a fin de garantizar la viabilidad del actual sistema de pensiones. Propuesta esta por cierto, compartida con Albert Rivera.

Ciudadanos continuó mostrándose como la opción más pragmática en lo que a enunciación de medidas concretas refiere, lejos de la retórica un grado por encima en abstracción de sus contrincantes. Aprovechó su elocuencia Rivera para apelar a la unidad de España frente a temas tan diversos como el yihadismo, la educación, la economía o el modelo autonómico y territorial. Eso sí, siempre posteriormente traducido en forma de medidas tan loables como criticables, según quién las mire (pacto anti yihadista, pacto nacional por la educación, supresión del Senado, el CGPJ o las diputaciones provinciales, complemento salarial…).

En cuanto a Podemos, de acuerdo con las encuestas de hoy, se erige victorioso tras la contienda anoche acaecida; ha sabido salir reforzado en base a un discurso más pulido que en otras ocasiones. En efecto, Pablo Iglesias debió de tomar nota de la escaramuza ciudadana bajo la batuta de Jordi Évole. Más aun sabiendo del contexto que los sitúa como cuarta fuerza en descenso ante la proximidad de la cita electoral. Del trío participante, quizás la formación violeta fue la que más se desmarcó en el diagnóstico político. El rechazo del pacto anti-yihadista y la defensa de la celebración de un referéndum en Cataluña fueron dos de los puntos donde más palpablemente se marcaron estas distancias.

No podemos olvidar tampoco los recurrentes “rifi rafes” a lo largo de las casi dos horas de discusión; momentos donde saltaron a la palestra acusaciones de corrupción y puertas giratorias, poca transparencia y regeneración democrática o estrategias electorales pasadas. En dicho sensu, ninguno de los tres partidos salió ni claramente vencedor, ni totalmente limpio del «y tú más» asentado ya definitivamente en la vida política española.

En otra parte, el cuarto en discordia cuyo atril de forma simbólica permaneció vacío ante los que hubieron de ser sus contrincantes, concedía de forma simultánea una entrevista para Telecinco. Lance que aprovechó Rajoy para reafirmarse en la estrategia electoral pautada por los populares. Un alegato recurrente fundamentado en tres pilares: economía, unidad territorial frente al desafío soberanista (además del terrorismo) y lucha contra la corrupción. Quizás no les haya salido tan mal jugar a la evasiva, más aún cuando Rajoy se mostró presto a debatir sólo cara a cara, y uno a uno, con sus potenciales competidores.

En definitiva, el debate organizado a noche por El País, además de marcar el doble hito histórico de haber sido el primero en formato digital de la democracia, así como también el primero en el que participan tres aspirantes a Moncloa; sirvió para dar un ruidoso pistoletazo de salida a la campaña electoral. Contienda que se avecina ardua para las cuatro formaciones aspirantes al gobierno, y cuya principal meta vendrá determinada por el objetivo de movilizar a esos más de dos millones de votantes indecisos.

No obstante, rara vez un debate resulta determinante en la conformación del voto, sino más bien lo será el cómputo final de actuaciones y apariciones hasta el señalado día D. Expectantes nos hallamos pues, el juego ha comenzado.