Este domingo, los catalanes celebran una cita electoral autonómica que, desde el punto de vista de muchos de los que defendemos la unidad e integridad de la Nación Española, se trata de un plebiscito, dado que en función de la representación resultante en el Parlamento de Cataluña, podría procederse a declarar la independencia de esta Comunidad Autónoma (CC.AA).

Hay quienes pasan olímpicamente de estos comicios. Tanto por la existencia de formaciones políticas que han decidido no presentarse a estos comicios por el supuesto carácter plebiscitario o por su convocatoria en base a algo estimado como “fraude de ley”, así como por la probabilidad de que haya votantes que prefieran abstenerse bien porque estén cansados del chantaje secesionista o porque piensen que con su voto no conseguirían nada. Pues bien, quisiera manifestar mi postura a estos respectos.

Siempre he pensado que estos comicios, dado sus supuesto carácter, deberían haber sido suspendidos, mientras que desde hace bastante tiempo, el presidente de la Generalidad de Cataluña debería haber sido inhabilitado, además de haberse aplicado el artículo 155 de la Constitución Española, que contemplaría la intervención de dicha autonomía. La apuesta por la secesión catalana es, además de anticonstitucional, ilegal; siendo por ello por lo cual, el sindicato Manos Limpias, que llegó a interponer una querella plausible por mi parte al actual presidente de dicha CC.AA, Artur Mas. Desobediencia, prevaricación y sedición son los delitos de los que dicho sindicato acusa a este político. La integridad de la región catalana solo podría refrendarse mediante previa convocatoria del Rey de España, tal y como dije en este artículo y contempla el 92º artículo de la Constitución.

Una vez dada mi valoración acerca de esta cita, quisiera razonar por qué no sería acertado abstenerse, lo cual es muy sencillo en cuanto a entendimiento. Si quienes defendemos la españolidad de Cataluña decidiéremos en masa no acudir a las urnas, quienes apuestan por la ruptura con España, que supuestamente no tendrán una tendencia abstencionista, saldrían más favorecidos aún. Las urnas son el mejor instrumento que tenemos para volver a tener una Cataluña en la que impere la libertad, además del respeto constitucional y el espaldarazo a chantajes e historietas nacionalistas que, en un mundo globalizado, en aras de diluir fronteras, no tienen cabida. Mucho menos en un territorio que nunca ha tenido históricas razones de peso para tener un ético derecho a separarse de España, algo que, de ser considerado, tiene su origen en las manipulaciones de los nacionalistas. El nacionalismo, para conseguir sus objetivos, tiene que manipular a la población.

Ahora bien, ¿cuál sería la mejor opción de voto constitucionalista: el Partido Popular o Ciudadanos?

Ciertamente, Ciudadanos, el partido político de Albert Rivera, ha desarrollado una brillante labor parlamentaria en defensa de las libertades y del respeto a aquellos catalanes que quieren ser españoles, que se sienten orgullosos de ello, que no quieren separarse, que quieren gozar de su derecho a conocer y utilizar libremente la lengua española, que no se vean impuestos a utilizar una lengua cooficial. Mientras, el Partido Popular, ha cometido el craso error de no haber intervenido o suspendido la autonomía catalana, dada esta vacilación nacionalista. No deberían de haber consentido ni la consulta del pasado mes de noviembre. El acomplejamiento le ha vuelto a caracterizar. Aunque, sin embargo, la exposición de la bandera de España que el otro día hicieron miembros del PP barcelonés en el balcón consistorial, fue un acto digno de aplaudir, una muestra de valentía que absurdamente, parece ser que criticó Ciudadanos.

Desde 2013, dejé de simpatizar con el Partido Popular (PP) por las diversas traiciones a sus bases centro-derechistas, pero si yo fuera residente en el territorio catalán, volvería a votarles. Pero, ¿por qué? ¿No sería mejor que todas las fuerzas partidarias de la unidad de España se hubieran fusionado en una lista electoral conjunta?

Quizá debiere dar mi primer voto a Ciudadanos, partido al que, a pesar de tener una ideología centro-izquierdista y progresista (razón por la que jamás fue ni será considerado como mi partido), miré durante un considerable tiempo con buenos ojos (mucho más respecto a Cataluña, ya que visto lo visto en otros territorios, dejé de considerarles como el motor del cambio y de regeneración que España necesita), ya que a lo largo de toda la legislatura, ha sido quien más ha contribuido a la defensa de la Constitución Española en el Parlament. Pero el PP ha acertado con el cabeza de lista, aunque erróneamente no haya sido elegido mediante unas elecciones primarias. Quizá su programa electoral no sea lo suficientemente distante del consenso socialdemócrata, pero su gestión al frente del consistorio badalonés y su postura favorable a la defensa de los valores de la Nación Española, que son los occidentales le hacen merecer la categoría de candidato competente. Es más, por algo, se prevé que esté logrando que el Partido Popular de esa comunidad recupere apoyos, aunque no logre las cotas de la época de Alejo Vidal-Quadras, otro gran político.

Sobre la idea de una lista electoral conjunta, he de decir que no es lo más acertado, independientemente de que se hubiese logrado contar con el Partido Socialista, porque aunque defender la unidad de España sea un eje prioritario en estas elecciones, cada sector ciudadano se siente más identificado con una parte diferente del espectro ideológico. Empero, mi propuesta es que, de lograr mayoría absoluta, las tres formaciones sellaren un pacto de gobernabilidad, aunque no se respete la lista más votada, ya que, supuestamente, la intención de estos comicios es deducir si la mayoría de los representantes parlamentarios del pueblo catalán apuestan por la secesión. La izquierda y la derecha pueden sellar perfectamente pactos de gobernabilidad por la estabilidad. Por ejemplo, en Estonia, para defender la independencia del país frente a Rusia, que parece que desea reconquistar ese territorio, las tres principales formaciones, las de los liberal-reformistas, los socialdemócratas y los centro-derechistas, sellaron un pacto a etiquetarse como pro-OTAN. En Alemania, centro-izquierda y centro-derecha tienen sellado un pacto en pro de la estabilidad económica del país, evitando así que los comunistas intentasen que los socialdemócratas lastraren la prosperidad del país teutón.

Para concluir, yo recomiendo a aquellos que se sientan centro-derechistas y que crean en la necesidad de proteger los valores occidentales (además de sentirse indignados con la inmigración ilegal) voten al Partido Popular, pero aquellos que sean progresistas y también crean en la unidad de España, pueden dar su confianza cómodamente a Ciudadanos. Lo importante es demostrar a los secesionistas que la mayoría quiere seguir siendo española. Abstenerse o votar en blanco les favorecerá a ellos, a los que quieren romper España.

 


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