En unos meses se celebrará la XXVII Cumbre iberoamericana en Andorra, y se hace en plena caída de la influencia de nuestro país en la política global. Una cita que dejará al descubierto la pérdida estratégica de España a nivel internacional.

Llevamos años prestando atención a los problemas que acechan a España internamente de una manera tan excesiva que nos hemos olvidado de nuestro rol en el mundo y de la importancia que para nosotros ello supone. El Ministerio de Asuntos Exteriores, con una profesional en el ámbito como es la ministra González Laya a la cabeza ha quedado, sin embargo, en tierra de nadie, con un papel secundario frente a los ministerios de Igualdad y Agenda 2030.

España tiene la obligación histórica de mantener lazos con América y Oriente, y en esos territorios la oportunidad de ser el eje de comunicación indispensable en las relaciones de estas con Europa. El problema llega cuando la labor de un ministerio clave, queda limitada al silencio en cuanto a Venezuela, al apoyo a movimientos contrarios a las libertades en Latinoamérica o a la clemencia frente a las amenazas a la soberanía de nuestro país por parte de Marruecos. Todo ello con el único interés de no poner en peligro una coalición de gobierno.

Está claro que lo que prevalece en el gobierno son los intereses partidistas e ideológicos de algunos frente a los intereses de España. Que la agenda 2030, esté en manos del señor Iglesias y no sea tarea competente de la cartera de Asuntos Exteriores y Cooperación es algo inexplicable. Un mandato internacional en manos de aquel líder que ha apostado en diferentes ocasiones, a lo largo de su trayectoria política y activista, por culpar de todos los males de la sociedad a las élites globalistas.

La labor de España en el mundo llega al punto de ser desconocida para la gran mayoría de la sociedad española, no vale con que los diplomáticos y los amantes de las relaciones internacionales la conozcan, necesitamos que se lleven a cabo campañas de información, que en redes sociales se apueste por aumentar aún más la comunicación con la sociedad, dar a conocer la labor de cooperación y desarrollo de España en el mundo, y dar oportunidades a los jóvenes para formar parte del proyecto común. Pero no solo eso, necesitamos líderes que apuesten por España en el mundo, necesitamos un proyecto para recuperar el lugar merecido en la política internacional.

Tenemos la obligación moral de llevar libertad a los pueblos que comparten lazos históricos, culturales y sociales con nuestro pueblo, y allá donde haya movimientos que cuestionen esa libertad, luchar porque la democracia prevalezca. España corre el riesgo de olvidar su propia historia, y con esto olvidar su deber con el resto de países de su entorno. Debemos mantener a flote nuestra democracia, ganar a los movimientos que pretenden acabar con España desde dentro para así poder luchar fuera de nuestras fronteras. Porque no debemos primar lo nacional frente a lo internacional o viceversa, tenemos que tener la visión puesta en los retos que el globalismo nos coloca enfrente, sin olvidar los problemas que nos atañan como comunidad.

La crisis migratoria actual en las aguas del atlántico tiene por ejemplo dos puntos de vista, dos maneras de atajar el conflicto y dos formas de explicar a la ciudadanía lo que está ocurriendo. La primera de ellas es la visión interna, nacional: inmigrantes ilegales que llegan a nuestras aguas, familias que sufren las consecuencias directas o indirectas del problema… El segundo punto de vista, es el de explicarle a los españoles por qué vienen los barcos con migrantes, de dónde vienen, qué hay detrás de cada barco que se decide enviar a las aguas españolas, qué relación existe entre el flujo de migrantes y la decisión de Marruecos de unilateralmente declarar como propias unas aguas que pertenecen a España, y qué puede hacer España para resolverlo.

Es por ello, que España necesita un cambio urgente en su política exterior, el COVID puede haber paralizado cumbres, viajes de estado, viajes de cooperación, sin embargo, la paralización de España en el mundo no es exclusiva consecuencia de la pandemia pero sí de una plaga de líderes políticos en los últimos años con poco o nulo conocimiento del papel de España en el exterior y de su importancia para mantener el bienestar y el progreso, ya no fuera, sino dentro de España.

 


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Estudiante de Relaciones Internacionales en Leiden University. Miembro de NNGG, liberal, europeísta y defensor de la política útil.

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