“¡Siempre con lo mismo!Otra de Guerra Civil!”-dijo la chica de pelo color fuego.

El chico , que la escuchaba con toda la empatía que le permitía el tupé, consiguió decir: “”¡Siempre con la misma movida!”

El otro chico, con acento canario y barba de tres días, suspiró “No lo entendéis”

Esto es una escena que tuve la oportunidad de presenciar en un trayecto de autobús urbano, con la que varios sentimientos logré descifrar: La del color fuego creó en mí por una parte el entendimiento y por otra resignación. Es cierto que, entre los temas con mayor presencia en la literatura española se encuentra el periodo comprendido entre 1936 y 1939 (guerra civil española)

Almudena Grandes, Juan Eslava Galán, María Izaguirre, Francisco Ayala, Juan Goytisolo, Jose Luis Sampedro, Ana María Matute, Dulche Chacón, junto a una lista casi interminable de autores decidieron dedicarle a esta etapa un espacio importante en sus letras.

“¡Otra de Guerra Civil!”. Sí, pero… ¿Por qué?

Recuerdo que una buena amiga y mejor psicóloga me dijo que, normalmente, necesitamos plasmar nuestros demonios o monstruos de alguna forma y la mejor forma para hacerlo es la escritura: les das forma, los estructuras. Recuerdo, también, que más de una vez me contó que aquello de lo que no se habla, no se trata, no se analiza; no se supera, no podremos asimilar y malamente podremos avanzar. Aquí reside el TOC de la historia de España. Se ha escrito, como venimos diciendo, mucho sobre este trienio negro (más lo que vino después), pero ¿Se ha hablado de él sin tapujos? ¿Se ha hablado de él con perspectiva? ¿Se ha hablado de él sin ánimo de recrearse?

“Perdonar es la mejor forma de olvidar”. Aunque, también es cierto, y esto es cosecha propia, que resulta más fácil cuando tienes un “perdón”. ¿Es posible que España necesite un perdón? Cuando hablo de España, me refiero a su conjunto. Los que se encuentran a un lado de la raya y los que se encuentran en el otro lado de ella. No trataré aquí de decir quién tuvo la culpa, quién aniquiló derechos, libertades, sonrisas, quién inventó la fórmula de los lloros y la repartió por la población…Además, se sabe. Pero, permítenme decirles que los dos lados de esa línea vieron morir a sus madres, padres, hijos, sobrinos, amigos, amores, en definitiva, vieron la crueldad ante sus ojos con su cara más sarcástica.

Entonces, ¿Es posible que la literatura esté funcionando como una alarma  para advertirnos que no por hacer que no ha pasado se olvida?

Así que, puedo llegar a entender a la chica de color fuego porque es cierto que la guerra civil española está presente en muchas de nuestras novelas y películas. Sin embargo, la resignación es mayor pues parece que, de momento, no sabemos interpretar las señales de nuestras letras, de nuestro diario colectivo de terapia.

El chico del tupé no ha conseguido gran cosa. Lo único que que ha logrado es preguntarme, a mí misma, qué clase de ritual sigue para que ese peinado no se altere ni con un discurso de Gandhi. Luego, he pensado qué clase de sociedad estamos creando, pero eso es otro tema que nos llevaría, al menos, un artículo más.

En cuanto al chico canario, “No lo entendéis”, girándose para ver por la ventana, abstrayéndose, así, del “clima-bus”. No lo entienden, querido. Claro, eso es, no lo entienden y seguirán sin entenderlo mientras exista expresiones tipo “siempre con la misma movida”, “y dale con la Guerra Civil” en lugar de “¿Por qué otra de la Guerra Civil?” “¿Por qué no hemos superado ese tema literario?. Ay, canario, ¿Cuándo lo entenderemos?

 


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