Este fin de semana pasado, el Ministro francés de Finanzas, Bruno Le Maire, alentaba a los jóvenes a la lectura, «la pantalla os devora, la lectura os alimenta», decía el Ministro galo.

España es un país que se emociona y que siente, somos una nación pasional, no tengo duda. Pero a veces el problema es el motivo. Somos propensos y aún no estamos vacunados ante la propaganda, el simbolismo nos puede y no podemos evitarlo. En España no tenemos Ministros (o Ministras, que luego nos indignamos) que nos alienten a la lectura, a los españoles nuestros representantes nos alientan a hacer revoluciones «antifascistas», a resistir en la trinchera del odio (de un lado y de otro) como si de una una jauría nos tratáramos. Pero qué vamos a pedir, si nuestros gobernantes son el reflejo de nuestra sociedad, una sociedad, por cierto, dividida y polarizada, y aquí el político que construye puentes está mal visto, no es de fiar si no te empuja hacia el enemigo.

En España nos indignamos muchísimo, sin duda, sobre todo los jóvenes, a golpe de tuit y stories. Las nuevas generaciones, en especial, son muy escépticas a las medidas tangibles y a los proyectos, pero de lágrima fácil con la pancarta y el grito. A los españoles les brillan demasiado los ojos con los discursos identitarios, y son muy reacios al individuo libre. La España subsidiaria y dependiente, rehenes del Estado y de las políticas de masas es ya una realidad.

«¡Joder, es que es muy difícil gobernar, todos lo harían igual!» Es una frase que he escuchado muy a menudo entre jóvenes no sospechosos de esta mencionada predisposición a la pancarta. De esa frase, me quedo con «todos lo harían igual», porque bajo esa afirmación se esconde un «todos lo harían igual, pero no todos son abanderados del progresismo y combaten a la ultraderecha». ¿Cómo hacemos para paliar esto?, ¿Cómo combatimos el relato e intentamos hacer entender a la ciudadanía, sobre todo a la más joven, que el progreso no se materializa en un «yo te creo hermana» sino en políticas públicas efectivas y realistas? El progreso es responsabilidad fiscal, es libertad de prensa, e independencia judicial. Pero a ver cómo le explicas tu esto a un forofo o simplemente a un español captado por el progresismo de pasarela que vomita su Sanchidad.

Aquí se menosprecia la calidad democrática de nuestro país, se paga con dinero público a la niñera del matrimonio galapagueño, se despilfarran más de 800 millones en sobresueldos, se enchufa a todo Dios en las instituciones, los fondos europeos no van a tener ningún tipo de control, mueren 80.000 españoles y no pasa absolutamente nada. Pero el 8M no me lo toques, y un viva España, ojo, que son indicios peligrosos de fascismo.

Pero es que el progreso también es el respeto a las leyes, y sobre todo, respeto a nuestro marco jurídico común de convivencia; nuestra Constitución. La dirección nacionalista y populista tomada por Pedro El Legítimo no es progresista. ¿Y cómo comunicamos esto de manera que trascienda a corto y largo plazo? Hay un partido que canaliza todo esto, pero por desgracia ahora mismo no tiene fuerza electoral suficiente para transmitir trascendentalmente el mensaje. Nos queda la esperanza de difundir el ejemplo, a modo de espejo, de los gobiernos autonómicos liberales que hay en España, como por ejemplo el de Andalucía, que ha conseguido cuadrar las cuentas, eliminar chiringuitos, bajar impuestos, y ejecutar prácticamente al 100% las partidas presupuestarias atendiendo a los problemas reales de los andaluces.

Otra gestión es posible, y yo particularmente, me quedo con la gestión responsable y adulta de Gobierno, a otros les regalo la pancarta, el grito, el cabreo, y el puño en alto, pero que nos dejen en paz a los que queremos que nuestro país progrese verdaderamente de una vez.


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Malagueño. Estudiante de Sociología por la Universidad de Granada. Liberal y Progresista. Creyendo en un proyecto de país.

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