Llevaba un tiempo sintiendo que cada película que veía representaba los mismos tópicos femeninos ‘de siempre’, tópicos que no considero que me representen a mí o a muchas de las mujeres que me rodean e inspiran. Por un momento llegué a pensar que todo era producto de mi paranoia histérica, así que comencé a investigar. Resulta que o yo estaba perfectamente o había muchas personas tan enajenadas como yo, pues descubrí el test de Bechdel, que evalúa la representación del género en producciones artísticas como por ejemplo cine, series o teatro. El test de Bechdel empezó como una sátira, Alison Bechdel incluyó en una de sus tiras cómicas una conversación entre mujeres decidiendo qué película ver y una de ellas pone 3 condiciones, aparentemente muy simples:

  1. Que aparezcan dos personajes femeninos.

Aquí hay quien añade que dichos personajes tengan nombre, aunque sea de una manera u otra hay tantísimas películas que fallan en algo que parecía tan sencillo… ¡ni siquiera se pide que sean protagonistas! Y aquí, señoras y señores, empieza lo que va a ser un desfile de decepciones. Empiezo por iconos de mi vida, como fue Aladdin en mi niñez, donde Jasmine es la única mujer en toda la película (aparte de las presencias femeninas que aparecen fugazmente mientras Aladdin roba un mendrugo de pan, a quienes encuentro demagógico incluir en esta categoría). Y bueno, siguiendo con Disney tenemos al Libro de la selva más un largo etcétera en el cine de culto que incluiría títulos como Gilda, Indiana Jones o Se7en.

  1. Que dichos personajes hablen entre sí.

Este punto pone en evidencia la falta de sororidad en el cine, fomentando en ocasiones esa imagen de ‘arpías’ competitivas en las que no se debe confiar que, de nuevo, tan bien nos inculcó Disney. Entre los ejemplos hay grandes títulos que tantísimas veces he visto (y disfrutado, no nos vamos a engañar) que van desde El rey león o Pinocho a Cinema Paradiso, Django o Casablanca.

  1. Y que hablen de algo más aparte de hombres.

La lista ahora se hace más larga, encontrando numerosos y alarmantes casos donde las mujeres existen sólo en cuanto que su relación con los hombres, careciendo de interés por sí mismas. En este requisito se me caen grandes clásicos como El jovencito Frankenstein o Toy Story y aquí incluiría muy generalmente la serie Sexo en Nueva York por el (en mi personalísima opinión) excesivo protagonismo de los hombres entre los temas de conversación de cuatro exitosas mujeres (que igual, digo yo, también tendrían otros intereses…)

Ahora bien, no voy a decir que este test sea la panacea y la irrefutable vara de medir de la brecha de género en la producción artística y muchísimo menos desde una perspectiva interseccional. Hay muchos títulos que pasan los tres requisitos y me niego a considerar ejemplares en cuanto a igualdad de género se refiere, como los llamativos casos de Disney que suponen La cenicienta, Blancanieves o La sirenita. Por otro lado, hay un gran número de producciones que no pasan el test y que sin embargo incluyen personajes femeninos que para mí han sido fuente de inspiración, como sucede con varios episodios de Star wars.

Con o sin test, y aprovechando esta época del año llena de premios, alfombras rojas y palmaditas en la espalda, va siendo hora de repensar cómo mostramos el mundo a través del arte, la ficción y el entretenimiento. Aunque aquí me centro en el cine, los roles femeninos y los ejemplos de relaciones de género que ofrecen por ejemplo programas de televisión o la industria musical dejan mucho que desear. Lo peor es que su influencia persiste y aumenta generación tras generación, a veces mutando para camuflarse. Los efectos que producen quedan tan profundamente arraigados en la cultura popular que a veces es difícil detectarlos, y mientras tanto se propagan y reproducen en las interacciones humanas como una metástasis.

Ahora señoras y señores vuelvan a pensar en los títulos aquí mencionados y en todos los que crean menester e intercambien en su imaginación los personajes femeninos y masculinos. A poder ser háganlo delante de un espejo para ver la reacción en sus caras.

 

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Cursando un máster en Política Pública en King's College tras licenciarme en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Madrid.

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