Como signo de una mayor evolución, en los últimos años, hemos asistido a la presentación de numerosas iniciativas para impulsar la igualdad entre hombres y mujeres.

En lo que se refiere a las letras, profesionales de la lengua castellana han dirigido sus esfuerzos para que la comunicación escrita contemplara los dos sexos, sin excluir a uno o a otro. En marzo de este mismo año, leíamos en una entrevista como Yadira Calvo, escritora costarricense, afirmaba que escribir de forma inclusiva no corresponde a utilizar símbolos (como la arroba o la “x”) ni, tampoco, hacer uso de “los/las” o “muchos/muchas”.

Me detendré en la “moda” lingüística de utilizar “@” o “x” para incluir en una misma palabra los dos sexos. Aunque la intención es loable, esta nueva “técnica” no se encuentra en consonancia con las normas ortográficas. Además, si queremos huir de formalismos o pragmatismos, más allá de si es aceptado o no por la Real Academia Española,  la utilización de estos símbolos dificulta la buena comunicación y legibilidad que todo texto con cierto valor debe tener.

En efecto, existen recursos aceptados académicamente  para una comunicación con un lenguaje sin discriminaciones.

1 Elegir los términos no marcados genéricamente y nombres colectivos. Por ejemplo, si queremos realizar la frase Los abogados se dirigen al estrado con un lenguaje no sexista, debemos optar por el equipo de la defensa se dirige al estrado. De esta forma, incluimos tanto a abogados como abogadas. 

2– En cuanto a los desdoblamientos, es posible utilizarlos y, además, se consideran correctos filológicamente, pero, si se trata de un texto extenso, debemos contemplar más posibilidades, pues, en ocasiones, producen circunloquios que no facilitan la comunicación. (Los profesores y las profesoras…)

3– En la denominación de oficios, sabemos que existen dos términos para las profesiones: el masculino y el femenino. Obviamente, si se trata de una mujer, utilizaremos el femenino y si, por el contrario, se refiere a un hombre, utilizaremos el masculino. Parece obvio, pero no mentiría al decir que sigo escuchando frases tipo María es psicólogo o Ella quiere ser abogado.

4– Utilizaremos, también, los términos “señora” y “señor” para referirnos a una mujer y a un hombre, independientemente de su estado civil. Por tradición, el uso de “señorita” se ha utilizado para designar a la mujer soltera, pero, también, infiriendo connotaciones negativas. En cambio, el uso de “señorito” no se ha extendido para la denominación de los hombres solteros, pues siempre se utilizó “señor”.

5– Para una mayor concienciación, en documentos administrativos todavía abundan modelos en los que anteponen la figura del hombre al de la mujer. Así, pues, vemos expresiones lingüísticas como Comparecen el señor Raimundo y su esposa Hortensia. No podemos decir que este procedimiento sea incorrecto, pero lo lógico sería poner en un mismo nivel a los miembros del matrimonio, de tal modo que escribiríamos: comparece el matrimonio formado por el señor Raimundo y la señora Hortensia.

En todos estos casos, conocemos el destinatario de nuestra redacción. Sabemos que es un hombre, una  mujer o que la comunicación la recibirá tanto hombre como mujeres. Pues bien, ¿Si no sabemos el sexo de los receptores?

Ante estas situaciones, contamos con mecanismos para no dejar de incluir ni a hombres ni a mujeres. El principal consiste en utilizar conceptos más generales. Por ejemplo, si debemos entregar un escrito en el ayuntamiento y no sabemos si se trata de una alcaldesa o de un alcalde, podremos utilizar A la atención de la alcaldía… Si, por el contrario, nuestra carta va dirigida a un grupo de personas, utilizaremos miembros del club de padel o a la atención del club de padel y no a la atención de los jugadores del club de padel. 

En conclusión, diremos que el uso de signos como la arroba o la equis no pertenecen a un lenguaje inclusivo. No son aceptados por las instituciones oficiales y, además, dificultan la comunicación junto a la recepción del mensaje. A pesar de esto, sí existen mecanismos estilísticos para una mayor evolución en nuestra lengua.

 


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