Es impresionante el hype, o expectación, que hay con las elecciones catalanas del 27-S. Si atendemos a la televisión, la radio, la prensa y las redes sociales parece que estemos a punto de vivir un acontecimiento decisivo en la historia de España, como si fuera el estreno de una película de gran presupuesto, pero ¿por qué nos da esa impresión? ¿qué estrategia comunicativa están utilizando los partidos políticos para potenciar sus mensajes?

Los seres humanos necesitamos explicar la realidad que nos rodea, y para ello construimos relatos. En esos relatos definimos quiénes somos, qué esperamos del futuro y cómo debemos llevar nuestras vidas, y son algo que asumimos tanto que cuando los amenazan o los ponen en duda solemos enfadarnos, y mucho. La esencia comunicativa de los partidos políticos se basa en despertar emociones y sentimientos relacionados con sus relatos, porque saben que no se exponen a una masa de personas analíticas que examinan de forma crítica un programa punto por punto, sino a una población emocional que busca una historia donde encajar y donde encontrar sentido a sus vidas.

Un relato elaborado por un partido político necesita seguir una estrategia cuidadosamente diseñada para que consiga enganchar a la gente. Necesita un conflicto, y si es uno que toque lo más profundo de la persona, mejor; también necesita un enemigo poderoso y peligroso que suponga una amenaza a su relato, y por supuesto unos héroes arquetípicos que necesitan la participación de los votantes, que se sienten protagonistas al aportar su parte en la historia y haciendo suya la victoria. Para que el relato político tenga fuerza hay que crear un mito, un referente atávico que evoque una idea básica de los ideales del ser humano, y ese mito necesita consolidarse por medio de un rito lleno de símbolos y que la gente pueda reproducir, un acto solemne y masivo que difunda el relato de boca en boca y de pantalla en pantalla.

En las elecciones catalanas del 27-S los partidos luchan entre ellos por imponer sus propios. Los llamados independentistas han creado a lo largo del tiempo uno en el que cuentan que hay un conflicto que afecta a algo tan profundo como la identidad de las personas: ser catalán o ser catalán y español; definen a un enemigo poderoso como el Estado, y que es peligroso al imponer leyes que atentan contra el relato, como intentan hacer ver. Los héroes arquetípicos son ellos, y utilizan el mito de la Cataluña histórica para señalarse como los creadores de la renovación de ese mismo mito, consolidado con un rito que la gente puede reproducir de forma solemne y masiva: la Diada, donde los símbolos (la bandera) son elevados para identificar su causa.

Al establecer un relato se dibuja el marco de la realidad. Las elecciones no giran ya tanto en torno al paro, la corrupción o la izquierda contra la derecha, sino a la independencia; y al hacer esto los que no tengan una buena historia que contar que se ajuste al relato quedan virtualmente fuera del juego. Miquel Iceta, del PSOE, declaró recientemente en televisión que el 27-S son “unas elecciones más”, quizá porque en un marco narrativo independentista su partido no tiene un buen relato, pero por otro lado Xavier Albiol del PP se siente cómodo como protagonista del conflicto. Y otros partidos encuentran en este relato poco margen para generar impacto mediático, a menos que impongan el suyo propio, por eso es una lucha por la realidad que veremos desarrollarse semana tras semana. Los independentistas luchan por imponer un relato donde ellos son los héroes, y no los villanos.

La expectación de las elecciones es tan grande en los medios porque han conseguido que se perciban como un conflicto final y decisivo, cuando en realidad quizá no lo sea tanto. Hay una fuerte polarización que está simplificando mucho todos los complejos elementos que componen unas elecciones, perfecto para el votante medio que no busca complicaciones sino unas pocas ideas claras, y a cada momento se desarrollan acontecimientos que hacen avanzar la trama, como en una película. El relato ha trascendido y no deja indiferente a nadie, y sabemos que la historia tiene un final que es el 27-S, un final marcado que provoca una sensación de fatalidad y destino, una tensión que se aliviará cuando lleguemos al momento de votar, cuando el clímax llegue al máximo, cuando los antagonistas se enfrenten entre ellos en la batalla final.

Igual que si fuera el guión de una película ¿qué curioso, verdad?

 


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