[dropcap type=»2″]L[/dropcap]o que ya anunciaban la urnas al término del domingo 24 de mayo lo ha vuelto a corroborar justo dos semanas después el diario El País, de la mano de Metroscopia. Si los sufragios hubieron de marcar una contundente sacudida al PP, tanto como hacía veinte años que no se sentía en Génova, se desconocía en qué medida podía ser Mariano Rajoy la causa. Ahora certificamos, de acuerdo con los sondeos su parte de culpa, que no es sino mucha.
En términos globales, la amplia mayoría del 70% de los encuestados opinan que Rajoy no debería ser el candidato de cara a las próximas elecciones generales de noviembre. Poniendo el foco sobre los potenciales votantes del PP, la cifra alcanza el 50%. Pero, si el actual Presidente no es la persona adecuada ¿Quién podría sucederle? Bien, pues aquí todas las quinielas apuntan a Soraya Sáenz de Santamaría, que consigue la aprobación del 67% de los futuribles votantes populares. A casi veinte puntos de distancia de la vicepresidenta viene pisando fuerte desde la periferia Alberto Núñez Feijóo, hoy por hoy, el barón regional mejor posicionado y que es apoyado por el 46% del electorado. José María Aznar, como ex presidente que en modo alguno continúa haciendo sombra sobre la formación y sus bases, cierra el podio pegado al segundo, con una aprobación del 44%.
Se descuelgan de las posiciones iniciales otros nombres como los de Esperanza Aguirre, Alfonso Alonso y María Dolores de Cospedal que no parecen conservar excesivas posibilidades de acceder a la candidatura presidencial. Todos ellos salvo quizás un tanto relegado Pablo Casado, figura emergente que Metroscopia coloca en séptimo lugar con el 19% de apoyo entre los potenciales votantes del PP.
Sin embargo, el enrevesado clima actual apenas ha debilitado el dominio de Mariano Rajoy sobre el Partido Popular, que continúa siendo férreo. Ello aún a pesar de las voces discordantes que se han alzado después de los comicios autonómicos y locales en lugares tales como Valencia, Castilla y León, Aragón o Mallorca. Escenificadas algunas en forma críticas edulcoradas y otras, como la dirigida desde la Junta de Castilla la Vieja a José Manuel Soria, más amargas. Esto por supuesto, sin olvidar el anuncio de la marcha de Fabra y Bauzá; junto a los previsibles abandonos de la secretaria general María Dolores de Cospedal y la otrora fuerte baronesa de Aragón, Luisa Fernanda Rudí.
Los estatutos del Partido Popular no contemplan la celebración de primarias de ningún tipo para la elección de un candidato a la Presidencia del Gobierno, del partido o a la Secretaría General. A tenor del inmovilismo de Mariano, sutil destreza en el manejo de los tiempos, ni por un atisbo parecería que fuesen a oficiarse. Al menos mientras continúe al timón de la embarcación popular que, tras la tormenta electoral de mayo, va más que nunca a la deriva.
Pero imaginemos que en un ejercicio de verdadera regeneración democrática el PP cambiase la designación a dedo por la celebración de unas primarias. ¿Quiénes serían entonces los potenciales candidatos a la sucesión? Mi percepción difiere en parte de la que sondea Metroscopia. Pablo Casado no puede ser un aspirante que parta desde tan atrás, relegado a una séptima plaza. Tampoco un ya demasiado desgastado José María Aznar puede situarse entre los primeros aspirantes, más si cabe tras la prolongada campaña de acoso y derribo de facciones que ha debilitado a sus principales apoyos dentro del partido. Por su parte, tanto Sáenz de Santamría como Núñez Feijóo, y aquí coincido con el estudio, son dos de las figuras mejor posicionadas para la sucesión.
La vicepresidenta ha sido a lo largo de la legislatura la segunda al mando, siempre presta a las órdenes del capitán Rajoy y atenta a los consejos de Arriola, sociólogo (o acaso, brujo) de cabecera. Un fuerte apoyo en labor de Gobierno al tiempo que cómplice, sino la misma orquestadora, del hundimiento de algunas de las figuras discordantes con la línea del partido y más próximas a Aznar. Tanto es el poder que se le ha llegado a conferir que incluso podría volvérsele al presidente en contra; pues por momentos es ella y no Mariano quién realmente maneja los hilos desde Génova o Moncloa, según su rol en cada momento. Con capacidad de sobra para quitarse de en medio a la secretaria general, María Dolores de Cospedal, su próximo objetivo podría ser, y me atrevería a afirmar, es: hacer rodar la cabeza del presidente.
En lo que respecta a Feijóo, desde 2009 recuperó uno de los históricos bastiones del Partido Popular. Desde Galicia, cuna que comparte con Rajoy, se ha situado por encima de los demás barones regionales. Una de sus principales bazas es la gran confianza depositada en él por parte del presidente, que habría calculado una transición tranquila como la que un día mismamente protagonizaría en el relevo de Aznar. La otra, dirigir con cierto éxito lo que algunos han dado en llamar el “banco de pruebas” popular para el Gobierno de España: Galicia, la tierra de fundación con Manuel Fraga.
Por último, el joven Pablo Casado resulta otro de los mejores posicionados. Su hipotética elección encarnaría la renovación de la dirección desde Génova, al estilo de lo sucedido entre las filas socialistas cuando Pedro Sánchez tomó el mando tras la salida de Pérez Rubalcaba. El actual portavoz de campaña del PP se ha situado como una de las sensaciones de cara al público: apuesto, extraordinariamente bien formado y un buen comunicador, que se ha granjeado fama en las tertulias políticas. No obstante, el haber sido apadrinado por José María Aznar ya desde su desempeño al frente de las Nuevas Generaciones de Madrid. A la par que Esperanza Aguirre lo convirtió en su protegido, podrían ser dos importantes factores en contra. Representa Casado a la facción más liberal del PP, esa que atestigua el legado aznarista, y que con tanto empeño Mariano y Soraya se han esforzado en dinamitar.
Pero todo lo expuesto hasta aquí no va más allá de sobrepasar el rango de las meras conjeturas y simples suposiciones, que chocan de frente con las intenciones de Don Mariano en su pretensión de revalidar mandato. Que no sorprenda pues su posición. De ventilar, o mejor dicho, ventilarse él, a sí mismo, nada de nada. De dar paso a gente nueva, con talento y talante, y buen saber hacer, tampoco. Entre tanto, esperaremos con menos ansia que recelo los cambios que para el entrante verano se ha visto forzado a planear.