Cataluña alberga un ecosistema político muy diferente al del resto del Estado español. A esta idiosincrasia responden CiU —y sus respectivos hijos—, ERC, así como el vástago de ambas: JxSÍ; CUP, ICV… El PSOE también supo percibir en los albores de la Transición que en Cataluña se respiraba un aire distinto. Así pues, un partido alejado de las federaciones pero no de sus mentideros, el PSC, sería el referente del PSOE en Cataluña. Esta relación ha despertado tensiones y pasiones, como la protagonizada en las últimas semanas por la candidata andaluza Susana Díaz.

Recientemente, la formación Podemos también supo que en Cataluña había de jugar con otras cartas. Durante las elecciones municipales, el partido se diluyó en las candidaturas municipalistas, siguiendo la estrategia estatal. El resultado fue que la lista de Ada Colau, en la que se integraban, resultó vencedora de la pugna; y la ex-activista fue coronada como regidora de la ciudad condal. Este éxito emborrachó a los morados, cuyas pupilas se lanzaban hacia los comicios autonómicos del 27-S. Con una alcaldesa recién estrenada y un electorado por consolidar, Podemos logró recabar el apoyo de diversos partidos —entre ellos ICV y EUiA— para lanzar su nueva marca a la batalla: CSQP (Catalunya Sí Que es Pot). Estas siglas, capitaneadas por Lluís Rabel, más semejantes al SPQR romano que a cualquier propuesta política, sólo arañaron once diputados. El resultado fue un absoluto fracaso. Además, ICV, en solitario, tres años antes, sin la eclosión de la fiebre morada, había obtenido trece diputados: dos más que con los nuevos compañeros de viaje. El desempate se jugó el 20-D. Las confluencias de los morados, ECP, con fuerte impronta de Colau y su equipo, fueron entronadas a la primera fuerza en Cataluña. Los resultados fueron suscritos el 26-J. De esta forma, se consolidaba la idea de que el concepto “Podem” apenas podría tener éxito alguno en una contienda contra “Els comuns”.

En medio de esta historia, hace unos días, fulgía el nombre de Albano Dante Fachin en los medios de comunicación. A este nombre responde un diputado del Parlament por CSQP, secretario general de Podem-Catalunya, periodista especializado en la corrupción y, anteriormente, miembro del movimiento Procés Constituent a Catalunya. El líder de los morados catalanes fue el centro de no pocos titulares por descolgarse del “nuevo sujeto político” que se gesta en Cataluña, bautizado como “Un País en Comú”.

“Un País en Comú” nace al calor de la regidora barcelonesa y es construido a tenor de los planos del arquitecto Domènech, diputado nacional por ECP. Esta nueva formación pretende agrupar a toda la izquierda alternativa al PSC y a ERC. En esta sopa caben ICV, EUiA, Podem y, por supuesto, Els Comuns. Pablo Iglesias tenía puesta su atención en la fundación del que puede ser el partido mayoritario en Cataluña. Al fin y al cabo, pretende hacer del nuevo partido catalán lo que significa el PSC para el PSOE o significó el PSUC para el PCE. Así las cosas, el sábado 8 de abril, Pablo Iglesias no estuvo en el paritorio del nuevo partido. Los heraldos de Madrid fueron Echenique y Meri Pita —secretaria de plurinacionalidad y diversidad territorial de Podemos—. Sin embargo, la primera aduana que ha de traspasar Podemos es la advertencia de Domènech, hombre fuerte de Colau en el nuevo partido, de no aceptar la coalición por la ruptura de Podem del pacto. De esta forma, Iglesias queda en cueros ante unas elecciones generales.

En realidad, esta decisión de Dante representa una derrota de Podem en Cataluña. Ahora, la formación morada sólo puede ensayar dos movimientos. Ambos perjudiciales para su salud electoral. La primera y deletérea opción es la de enfrentarse con el nuevo partido, con el mismo electorado, por conseguir presencia en las instituciones. Asumiendo el fracaso, habrá de luchar por no morir. En este caso, Podem quedaría relegado a la insignificancia y, tal vez, a la muerte política. En el ecosistema catalán vence ECP, con 24,5% y 24,7% de los votos, a CSQP, con 8,9%. El segundo camino a seguir, y menos letal, es la de fundirse en el nuevo grupo, asumiendo que la hegemonía está perdida, para no dividir al electorado y continuar con presencia institucional, así como adoptar una posición más beneficiosa en el momento de adoptar pactos nacionales que puedan incrementar el número de papeletas que votan a Podemos. La dantada ha herido a Podem. Empero, aún hay hospitales que pueden sanar la herida.

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