En el último año Ciudadanos se define como un partido nacido de un movimiento ciudadano “ni de izquierdas, ni de derechas, ni rojos, ni azules”. Eso los sitúa en el centro. El problema es que el centro sociológico-político no existe. Por tanto, el partido naranja no puede tener una posición política clara con respecto a los pactos de Gobierno, ya que éstos engloban las políticas económicas y de carácter social que habría que desempeñar. No podría aplicar políticas de orden ideológico socialista, ni socialdemócrata, ¿pero sí liberal?

De este modo, han construido un discurso que los capacita para “tender puentes a izquierda y derecha”, al PSOE y al PP. Esta posición en el tablero político puede entenderse como idílica, pero quizá no lo sea tanto. La UCD mutó en la CDS y éste último desapareció. Los traigo a colación porque son los últimos partidos con éxito electoral que se reclamaban de centro. ¿Es lo que le espera a Ciudadanos?, ¿es el partido de Rivera y solo depende de él la suerte de esta formación, tal y como le ocurrió a la UCD y la CDS? Nadie podría dar una respuesta, aunque bien es cierto que la historia es cíclica y tiende a repetirse. Si podría decirse que Podemos vendría a ocupar el espacio del PCE o de la IU de Anguita, claramente Ciudadanos ocuparía el de la CDS. ¿Estamos en los años 80, en los 90, o más bien es que las estrategias del PP, del PSOE y de Ciudadanos responden a esas lógicas y no se enteran de que estamos en el 2016? Solo Podemos e entera de qué va la película, cuyo guion semeja haber sido planteado por el 15-M.

Tenemos la impresión de que Ciudadanos perdió su gran oportunidad de ser clave en los pactos para la gobernabilidad y para formar Gobierno, pero no solo eso también se esfumó su capacidad de marcar la agenda política y de ser clave en la legislatura. Ahora su posición es irrelevante.

Lo fundamental en los últimos años en España fue el 15-M. Este movimiento popular cambió nuestro país, abrió una brecha generacional que no han sabido entender las élites político-financieras. Ha sido la ventana de oportunidad para el cambio. Las castas privilegiadas creyeron que todo había acabado en las plazas, pero en ellas no hizo más que comenzar. Esas protestas provocaron un cambio cultural que se transformó en política con vocación institucional de la mano de Podemos y las Mareas. Ahora, el movimiento de los indignados es cambio político en pos de un Gobierno del cambio. Esperemos que nuestros anhelos indignados no caigan en el olvido.