Entre las novedades en el panorama internacional de este sábado, se destaca el doble atentado de Al Qaeda en el Magreb en la capital de Burkina Faso, Uagadugú (Ouagadougou en francés). En el ataque al hotel-casino de Splendid han sido asesinados sobre unos treinta civiles y alrededor de los 130 secuestrados han sido liberados. El ataque se desarrolla en un contexto donde el fundamentalismo religioso alimenta al odio a otros pensamientos diferentes. Esto trae consigo el ataque tanto al turista occidental como al nativo burkinés que no acepta que un fundamentalismo tenga el poder suficiente para organizar sus vidas.

El doble atentado en Uagadugú es uno de los primeros grandes ataques terroristas del grupo fundamentalista de Al Qaeda. No obstante, ninguna emisora de radio ni canal de televisión han paralizado sus programas para informar de la última hora. Ni tan si quiera han usado más de medio minuto en los programas informativos pertinentes para dar a conocer a la opinión pública el ataque en el país africano. La comparación entre este ataque con el de París y el espacio informativo que han tenido uno y otro es claramente significativo.

Las autoridades de los Estados occidentales no han enviado con celeridad sus condolencias y ayuda al pueblo burkinés. Tampoco los Presidentes y Primeros Ministros de las potencias se han reunido para abordar el tema y buscar la mejor solución al problema de seguridad que tiene el país del continente africano. La red social Facebook, del americano Mark Zuckerberg, no ha habilitado la opción de poner el filtro con la bandera del Estado de Burkina Faso en las fotos de perfil. Las personas no han llenado sus tablones de Facebook compartiendo la noticia ni exclamando su contrariedad al ataque. La comunidad twittera tampoco ha llenado los ‘timelines’ de Twitter con hashtags en solidaridad con la ciudad burkinesa.

 

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Fuente: Elaboración propia

No se trata de comparar un ataque terrorista con otro. Tampoco es importante si Facebook o Twitter están involucrados solidarizándose con el pueblo atacado. Este no es un tema exclusivo de Burkina Faso. Cada día hay nuevos ataque terroristas en todas las partes del mundo: Pakistán, Indonesia, Somalia, Iraq, Turquía Mali, Palestina… En estos incidentes miles y miles de personas pierden la vida únicamente por pensar diferente. E incluso, en muchísimas ocasiones, son asesinadas por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Sin embargo, a Occidente no nos importa, son vidas de segunda clase. Esas personas han tenido la mala suerte de nacer en un país no tan desarrollado y no es tan extraño que sucedan estas cosas. Lo raro es que dos hermanos pongan una bomba en la maratón de Boston, que ataquen revistas de humor, cafeterías y salas de conciertos en París, que maten a 193 en Madrid o a 56 en Londres. Que ataquen nuestras capitales. Eso sí, eso es extraño y eso es lo único por lo que debemos de llorar y solidarizarnos.

Si tuviéramos que salir cada vez que hay un ataque terrorista, tendríamos que estar todo el rato de manifestación por la paz en manifestación. Demasiado aburrido. Nos cansaríamos rápido. Mejor preocuparnos sólo cuando nos afecte a nosotros y a nuestros vecinos. Vecinos como Estados Unidos, Francia, Reino Unido…

Es clarificador como nos comportamos. Los Estados Unidos que se encuentran a más de 5.500 kilómetros son nuestros vecinos. Nos importa lo que allí pase. Pero Burkina Faso que está a menos de 4.000 no lo es. O los crímenes que se perpetran por Marruecos contra los Derechos Humanos. Y eso que con Marruecos hacemos frontera.

La solidaridad no se puede medir en kilómetros, tampoco en culturas. Lo que pase en Canadá nos debe de importar al menos igual que lo que pasa en Somalia o en Burkina Faso. El internacionalismo es más necesario que nunca. Ayudándonos unas a otras podremos construir un futuro.

Hoy no espero que Facebook ponga el filtro burkinés ni que Twitter se llene de apoyos al pueblo africano. Hoy sólo espero que sea el comienzo para que autoridades estatales, medios de comunicación y la sociedad civil se den cuenta que no hay muertos de segunda ni de primera.