Tensión repentina en los músculos faciales. Concentración en remarcar la elevación de los pómulos. Acentuar cada curva de la sonrisa en lo que debe verse como homenaje a la aprobación y la felicidad. Flirteo con la autoestima del interlocutor para evitar cualquier confrontación de intereses. Transmitir autenticidad como escudo de los pensamientos que guarda a su espalda, como coraza que encubre las conspiraciones internas y los arrebatos contra la persona a la que consiente. Así avanzan seis temporadas de Los Soprano, viendo como la hipocresía se convierte en el mayor de los valores que se comparten, canalizada desde el ADN de los diferentes capitanes y matones de turno hacia el protagonista que encarna el difunto Gandolfini.

Ese rasgo que David Chase introduce a través de cada uno de los mafiosos italoamericanos que componen la familia no nos queda tan lejos. Cada organización tiene su forma de aplicarlo, si bien algunas lo hacen en temas más críticos que otras.

“Doble moral” es lo que gritan las ensordecedoras -y ensordecidas- mentes de los televidentes al escuchar a Pedro Sánchez autodefinirse como el cambio de la izquierda empoderado por la ciudadanía para defenderla con rosa en puño después de haber apoyado el artículo 135 que dejaba la hazaña numantina para cuando se cumpliese con el déficit. “Hipócrita”, abroncan a Iglesias cuando escuchan a este decir que no les va a pedir el voto después de una hora aguantando su oratoria con ese fin.

Algo así, pero con perplejidad mayor, resonó el pasado lunes -7D- cuando Sáenz de Santamaría incluyó la Dependencia en la lista interminable de mayores preocupaciones y logros del Partido Popular durante la legislatura. Los espectadores que aún tenían capacidad para descifrar el mensaje después del grueso del debate se balanceaban entre el asombro y la indignación. ¿Cómo podía Soraya sacar pecho de la labor ejercida en este punto por su Ejecutivo en los últimos cuatro años? Detrás de ese alarde de hipocresía se resguardó entonces la situación actual que vive el colectivo, generada en parte por la tijera del ausente Rajoy. Con un sector de ayudas colapsado por los recortes y con mayores deficiencias de las que ya presentaba, aspiran a gobernar otros cuatro años incluyendo en su programa que “la Dependencia es una realidad que siempre han tenido muy en cuenta”. Como el rezo de Soraya en el debate, la sentencia se acerca al delirio colectivo interno en el mejor de los casos. Allá por 2014 Salvados dedicaba un programa a “Los otros olvidados” en el que Jaume Martorell, dependiente las 24 horas, comentaba “para mí era como una gran mentira”, a razón de una carta en la que se respondía a sus quejas defendiendo la ley que regula el servicio. Mismo fervor y misma hipocresía para aludir a la realidad que los dependientes han sufrido más que cualquier otro colectivo. “Un nuevo enfoque de la Dependencia”, versa su programa del 20D para un grupo que engloba a casi 400.000 personas con derecho a prestación que aún aguardan a que ésta llegue y que repercute en la vida de otros muchos individuos que ven condicionada su vida a causa de estas circunstancias.

Acostumbrados al desvarío constante y controlado desde el ‘77, la situación irónica que nos venden las semanas antes a depositar el sobre en la urna no tendrá más que efectos positivos para los que proponen la farsa. Cada cual mirará la hipocresía del vecino, cual jamelgo que cabalga con la visión de solo aquello que le dejan ver, sin anotar las de la papeleta que introduce.