Un pequeño relato, de no más de 1000 palabras, me gustaría contar a todos esos lectores que jóvenes y no tan jóvenes se encuentran en una situación de paro, trabajo temporal, exiliados o mendigando un futuro en una Formación Profesional o universitaria. No creo que nadie esté adrede en una situación así ni tampoco creo que las élites gobernantes tengan sueños eróticos sobre mil maneras de explotar a los jóvenes.

Un buen marxista te diría que es la estructura económica la que provoca esta frustración juvenil mientras que un buen liberal achacaría la culpa a uno mismo porque creen capaz a una mujer/24 años/ inmigrante manejar a su gusto todo un sistema económico globalizado.

Dicen que cuando llegásemos a los 20 años empezarías a disfrutar de tu mejor etapa, sin preocupaciones ni nada. Sin embargo me da que se han invertido los dichos paternales “estudia para trabajar” y “trabaja para vivir”, en el momento en el que “trabajamos para estudiar”/ “vivimos para trabajar” y lo más importante: estudiamos sin nada asegurado en un futuro. La incertidumbre nos lleva a un incremento de la competitividad en nuestros centros de estudio y laborales, debido a una precarización de la situación material llegamos a una mentalidad hobbesiana de ser hombres-lobo para el resto de mortales. Nos ponen en un rin y combatimos por las migas del marisco de los jefes. No dejes tus apuntes, fastidia a tu compañero, hazte diferenciar, ponte encima de él y mentalízate porque ¡¡esto son los juegos del hambre!!

Nos levantamos cada mañana pensando lo bonito que va a ser el día, la cagada televisiva que va a protagonizar Rajoy y todas las cosas que llevamos deseando hacer desde que vimos Los Goonies allá por los 90. Pero es que el día tiene 24 horas y dos cuartas partes la pasamos trabajando- estudiando, una cuarta parte durmiendo y el cuarto restante contando lo dura que es nuestra vida por Facebook.

A la vez, sin duda alguna, se produce una politización de nuestras vidas precarias. Pasamos de vernos como casos individuales a encontrarnos con más personas que sufren las mismas condiciones, es decir, pasamos de ser un sujeto individual a un actor colectivo. Lo que resulta verdaderamente difícil es compatibilizar tiempo de activismo político dentro de nuestro marco laboral/vecinal/estudiantil con nuestro puesto de trabajo o estudio. Esto se nos pasa cuando nos llega a los oídos una nueva Ley Mordaza que criminaliza la protesta casi hasta el punto de hacerla ilegal.

Vemos el día lleno de imposibilidades reales que no provocan otra cosa que frustración y pesimismo, encima cada semana la OCDE saca nuevos datos sobre el paro juvenil, nuevos recortes en becas, nuevas reformas laborales o nuevos sistemas educativos que reviertan el famoso fracaso escolar “made in Spain”. Menos mal que tenemos algún medio de comunicación alternativo que nos dan esperanzas de un cambio de gobierno.

Encima tenemos no solo errores de diagnóstico sino de solución política. Cuando un joven debería necesitar más control del Estado sobre las empresas que le contrata, va el gobierno de turno y liberaliza el sector abaratando el despido, facilitando la contratación temporal y el recambio continuo de trabajadores. A su vez sustituyen a las madres y padres de familia por jóvenes en prácticas sin remuneración. Las universidades y los centros de formación profesional públicos colaboran en ello porque tienen en su plan de estudios prácticas que necesitas pasar para conseguir el título, ya no solo es trabajar gratis para la empresa privada sino pagar por trabajar. La bendita experiencia por la que te machacan día a día el cerebro con el fin de ampliar un currículum medio vacío que va a ser utilizado para probar la puntería del jefe a la papelera.

 


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