Manifiesto por las letras

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[dropcap]N[/dropcap]o son pocas las veces que tengo que esbozar una sonrisa irónica a las eternas preguntas de mi vida: “¿Y tú? ¿Para qué estudias humanidades? ¿Eso sirve para algo?” Tengo que reconocer que, al principio, me ofendía y realizaba sentencias con el tono de voz más alto de lo normal. Después, llegó la resignación sin dejar de creer en lo que creo, en lo que siento y defiendo. Finalmente, llegó esa sonrisa cargada de argumentos.

Si nos centramos en buscar el culpable por el que la sociedad todavía se pregunta si todo lo que no sea ingeniería o ciencia tiene utilidad, yo tengo mi particular teoría, como siempre y como todos. Son los propios gobiernos (los elegidos en las urnas, no los que gobiernan de verdad como la familia Botín) quien infravaloran las letras, pues la filosofía se ve rebajada a dos horas semanales, la lengua y literatura a tres horas, e Historia corriendo la misma desgracia. Tal y como me ha enseñado Arturo Leyte, lo que se deduce es bien fácil: Si los mandatarios reducen las humanidades, símbolo de reflexión más espíritu crítico, significa que no quieren que estas tengan protagonismo; ergo, no les interesa formar personas con el poder de la reflexión ni, mucho menos, con espíritu crítico. Lógica proposicional se llama; filosofía del lenguaje es como la denominamos. Esta es una de las ramas de las humanidades que configura el árbol que le presento a los que me formulan las eternas preguntas. ¡Cuán importante es saber establecer proposiciones para sacar conclusiones! No solo en el terreno político, como hemos visto, sino, también, en nuestra vida diaria. ¿Cuántas veces hemos escuchado un discurso o argumento que, por su forma, parece lógico, pero, por su planteamiento, totalmente incoherente? Lógica proposicional y filosofía del lenguaje se denominan.

Aunque considero que este argumento valdría para demostrar a los eternos “preguntones” que no solo sirve para algo, sino que, también, las humanidades son necesarias, cuando el interlocutor muestra un mínimo de interés para que sigue hablando (Es cierto, pocos son), continúo con mi exposición. Los que nos dedicamos a las humanidades, en mi caso, a las letras, estamos acostumbrados a tener que leernos miles de artículos antes de elaborar un trabajo e, incluso, miles de trabajos antes de preparar un examen. Puede parecer una tarea un tanto copiosa y molesta, pero nada más lejos de la realidad. Esto hace que obtengamos el hábito de acudir, nosotros, a la información y no esperar a que NADIE nos la entregue. Es entonces cuando no nos podrán decir que periodistas como Jesús Cintora nos forman, porque, entre otras cosas, ya nos formamos nosotros. En este punto, la persona que tengo al lado empieza a maquear su cara de poco interés para abrir los ojos diciéndome que siga hablando.

Las letras, concretamente la lectura, fomentan la creatividad, pero no para crear eufemismo como “movilidad exterior” sino para tratar un problema que se repite a lo largo de la historia, como es la emigración, desde otra perspectiva, desde otra solución, con diferentes medidas. Quizá, deberíamos hacer un acto de generosidad y regalarle a la ministra Fátima Báñez lecturas que parece no haber hecho. Se me ocurren, por ejemplo, El Quijote (Gracias, profesor  José Montero por descubrírmelo), donde todo lo que ocurrió y ocurrirá ya aparecen ahí, o, con un poco más de accesibilidad para su formación e intelectualidad, libros de Historia donde ya la emigración suponía uno de los dramas nacionales.

Continúo con mi discurso antes de que me encuentre con un bostezo (Aquí, tengo que decir que pocos me he encontrado que abren la boca para bostezar). Las humanidades, sobre todo la filosofía, fomentan el espíritu crítico y, por eso, cuando nos dicen que el paro ha descendido, sabemos, porque tenemos el hábito de acudir a la información, que no es que haya descendido, ha sido descuartizado. Lo mismo cuando nos dicen que, después de estudiar una carrera, debemos dar gracias por permanecer con un contrato de becario, cobrando 400E, de los cuales, debemos pagar 350E de alquiler porque no nos podemos permitir adquirir una vivienda propia. Sabemos que eso no es justo y que aparte de jugar con las vidas de las personas, se aprovechan de una situación de crisis económica. ¿Cómo lo sabemos? Porque tenemos espíritu crítico, porque tenemos el poder –Sí, el poder en todas sus acepciones- de reflexionar para diferenciar lo que es justo de lo que no. Y esto no lo es.

Por el conocimiento histórico –algo, parece ser, muy temido- entendemos que tanto europeos como africanos hemos sufrido las mismas PUTAS GUERRAS crueles, las mismas que hacen que lloremos de la misma forma, que sintamos parecida frustración, así que, las humanidades nos hacen ver que somos iguales, que el color negro y el color blanco no contienen tantas diferencias. Por la historia también conocemos que Alemania fue perdonada no para que tuviera una segunda oportunidad sino una tercera para que su salida hacia adelante fuera más tangible; aunque ellos, ahora, parecen no acordarse de esto. Gracias a la historia, se lo podemos recordar.

Como toda narración necesita de un poco de magia, a mitad de mi discurso, le hablo de Verne y el poder de soñar. Le hablo del submarino del que se escribió antes de que fue inventado (me sorprendo que, en ocasiones, pocos conocen esta historia). Entonces, me hacen otra pregunta, pero no la eterna. Sonrío diciéndole “el poder de escribir”

Ahora soy yo la que asume el rol de “preguntona” y digo “¿Tú que haces cuando todo parece torcerse, cuando el día parece que te dice métete en cama y espera a que sea mañana?” Le hablo de Antonio Machado con su caminante, le hablo de El Quijote como una guía de vida, le hablo de Miguel Hernández con su viento del pueblo, pero, sobre todo, le hablo de José Agustín Goytisolo con sus Palabras para Julia. Ahí, entiende que las palabras puede ser lo concreto de lo abstracto que atesoras, haciendo, así, una liberación de todo aquello que oprime.

El último argumento siempre lo descubre el interlocutor, el eterno “preguntón”, diciendo “bueno, tú porque como estudias filología sabes exponer argumentos que si no…”

Mi sonrisa acaba de esbozarse por completo.

 

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