Políticos, salarios y otras mentiras

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Mucho se ha hablado de la falta de transparencia en las cámaras de representación españolas, especialmente a lo que se refiere a los viajes del Presidente extremeño, Jose Antonio Monago. Siendo esto algo que dice mucho en cuanto a la opacidad con la que se desenvuelven ambas cámaras, poniéndose en evidencia las “grandes retribuciones” que se llevan nuestros políticos, las cuales deberían estar sujetas a una necesaria justificación, y es aquí donde se abre un viejo debate. ¿Son los políticos una clase privilegiada? ¿Hay demasiados políticos? ¿Todos los políticos tienen un salario? ¿Son sus sueldos demasiados elevados? Y de ser así, ¿deberían bajárselos?

Lo que aquí se nos plantea es un problema, principalmente, político y cultural. Para tratar esto, necesitamos reflexionar acerca de si lo que en realidad es preocupante es el volumen salarial de nuestros representantes o el modo en que se percibe dicho salario. Mi percepción es clara, se trata de un problema de rendición de cuentas, es decir, una demostración por parte del político ante la sociedad civil donde exponga el trabajo por el cual se va a llevar una determinada cantidad monetaria. Por lo tanto, lo que se nos plantea aquí es, de nuevo, un problema relacionado con la transparencia de nuestras instituciones, sumándose, además, un factor cultural el cual deviene de una ausencia de prestigio de cara a la figura del político.

En este sentido, debemos considerar la peligrosidad y la frivolidad con la que se afirma y se hace política alrededor de los salarios de los políticos. Es por lo tanto importante señalar que, un salario no es más que la compensación económica por un trabajo realizado al que pueden ir adjuntos elementos como el talento o la responsabilidad, el cual revaloriza su ejercicio. Teniendo esto en cuenta, si consideramos la preparación continua a la que deben ceñirse los representantes políticos, el número de horas (que no necesariamente deben ser dentro del hemiciclo, ya que la verdadera política se desarrolla en las comisiones), la responsabilidad a la que están sujetos debido a sus acciones y el desgaste sometido por la opinión pública, pueden ser algunos de los argumentos que pueden justificar una alta compensación económica.

Teniendo en cuenta esto, además, se asoma continuamente el descerebrado bulo que ronda por las calles españolas y reza que en España hay nada menos que 445.568 políticos sin base lógica alguna, una cifra interiorizada por la ciudadanía causando un gran perjuicio. Los cierto es que, en el Reino de España, no superamos los 70.000 políticos de los cuales, el 95% son concejales por lo que la gran mayoría no tienen ningún salario. Así, llegados a este punto, podemos extraer una pequeña consideración y afirmar que, lo que realmente cuesta dinero son las políticas que se implementan y no los políticos.

El mismo diario británico The Guardian, publicaba una relación de datos comparados con otros países muy reveladores. Así, comparando los salarios de los diputados y diputadas en diferentes países con su PIB per cápita correspondiente, de los 14 países considerados, España es el país donde los diputados cobran menos, también en relación al PIB per cápita.

Fuente: theguardian.com

 

Afirmar, tal y como ha hecho el Secretario General del partido político de los círculos, Pablo Iglesias, que no entiende porqué un político cobra más que un funcionario del Grupo A denota una clara desconsideración hacia la función de la política. Podemos estar de acuerdo que no se considere o no se valore suficiente el trabajo del funcionario, pero no podemos desvalorar el trabajo de los políticos por una mera estrategia electoral.

La política del Reino de España necesita de los mejores y para ello se necesitan mecanismo de compensación que atraigan a lo mejor preparados. Si lo que realmente preocupa es el enriquecimiento a través de la política sólo es necesario incorporar instrumentos de control como la limitación de mandatos, los revocatorios o la transparencia.

Lo realmente preocupante no son los altos salarios. Yo digo que nos preocupemos por el trabajo que desarrollan nuestros representantes y veamos si su retribución se ajusta a su dedicación. Animo a que penalicemos a aquellos que se ausentan de sus funciones y que recompensemos a aquellos que aportan un mayor esfuerzo a su labor. Alcancemos de una vez por todas la mayoría de edad y dediquémosle un tiempo a exigir pequeñas cosas que harán más próxima y reconocible la política.

 

 

Artículo de opinión publicado el 18 de noviembre de 2014 en Publicoscopia.com

1 COMENTARIO

  1. Este tema me parece muy interesante. Estoy de acuerdo en que los altos salarios que reciben los políticos están justificados, teniendo en cuenta la preparación previa que esa profesión requiere así como el esfuerzo y dedicación que estos personajes públicos llevan a cabo durante sus respectivos mandatos. Sin embargo, desde mi punto de vista, la clase política disfruta a menudo de ciertos privilegios que los alejan de los ciudadanos y que nos crean la impresión de que abusan de su poder. Personalmente me parece que un mandatario debe llevar una vida ejemplar, al igual que cualquier líder que desee causar un efecto positivo y crear lazos con el grupo de personas al que lidera. Últimamente, los casos de corrupción y escándalos que han salido a la luz no hacen más que provocar un gran rechazo por parte de los españoles hacia estos personajes públicos. Y esto a su vez provoca que la gente se desvincule de la política porque se pierde la confianza en las personas que están al frente de nuestro gobierno. La transparencia es básica para que exista confianza y para que los ciudadanos se sientan identificados y representados por sus políticos. Deberíamos ser, como tú dices, más exigentes con estos señores a los que estamos dejando que tomen decisiones tan importantes sobre un montón de cuestiones que nos afectan de primera mano.

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