Desde que se aprobó la reforma laboral (Real Decreto-ley 3/2012) casi toda la izquierda de nuestro país (partidos políticos, sindicatos y actores sociales varios) ha mostrado su rechazo continuo a dicha reforma llevada a cabo por el Gobierno de Mariano Rajoy. Tan solo parte de la izquierda moderada, esa que deja los dogmas a un lado y analiza objetivamente, lo ha apoyado tímidamente.

Dicha reforma laboral tiene como objetivo principal, según la propia exposición de motivos de la ley, «establecer un marco claro que contribuya a la gestión eficaz de las relaciones laborales y que facilite la creación de puestos de trabajo, así como la estabilidad en el empleo». Había que poner soluciones al alto nivel de desempleo que existía en España por aquel entonces (22.85%, EPA IV Trimestre 2011), el cual es característico de nuestro país, ya que la tasa media de desempleo desde la Transición supera el 15%. Para ello, ponía encima de la mesa mecanismos que liberalizaran en cierto modo (aunque no del todo) el mercado laboral español, uno de los sectores más intervenidos por el poder político y la Administración Pública en nuestro país.

Ya sabemos que en política hay mucha diferencia entre la propaganda y la realidad. Y en la propaganda se mueven como peces en el agua dichos actores políticos y sociales de izquierdas de nuestro país. Es por ello que no han dudado en utilizar la manipulación y la mentira en referencia al empleo y el mercado laboral en España durante el último gobierno del PP.

¿Tan mala ha sido la reforma laboral para el desempeño laboral en España? Para responder esta pregunta comparemos el nivel de empleo, desempleo, temporalidad y salarios en la burbuja económica (2007), cuando Rajoy llegó a la Moncloa (2011) y cuando Rajoy se ha ido (2018).

En términos macroeconómicos se puede observar una mejoría, tanto en aumento del nivel de empleo (ocupados) como en reducción del nivel de desempleo. Es verdad que queda camino por delante, pero el escenario para alcanzar cotas aún mejores de los datos del mercado laboral no puede ser el mismo escenario con el que se destruyeron más de 3 millones de empleos.

Por su parte, los salarios se han comportado de manera rígida hasta la reforma laboral, en gran parte por la presencia de convenios colectivos que no hacían posible la moderación salarial. Esto hizo que se destruyera empleo de forma masiva durante los primeros años de la crisis económica. La explicación es sencilla: si la actividad económica se reduce y las empresas no pueden moderar los salarios, tomarán el camino de ajuste de empleo vía ajustes de plantilla, despidiendo a trabajadores.

La evolución salarial ha sido dispar durante la crisis, ya que en una primera etapa hasta 2009, y en parte 2010 y 2011, los salarios siguieron subiendo ajenos a la intensa destrucción de empleo. Como indica Daniel Lacalle en su libro ‘Acabemos con el paro’: “entre los años 2007 y 2011 casi 3.5 millones de ocupados perdieron su empleo. Mientras, los incrementos salariales pactados en convenios colectivos alcanzaron una media del 2.9% en el periodo 2007-2011”. Todo un despropósito.

El peso de la remuneración de los asalariados en el PIB llegó a subir al 51% en 2009 para comenzar a caer en 2010 y tocar suelo en 2013 en el 47.3% del PIB. Desde finales de 2013 y hasta ahora, este indicador muestra una estabilidad que viene determinada por la evolución favorable del empleo. Pese a lo que dicen algunos, los salarios sobre el PIB no han caído mucho desde la reforma laboral y, de hecho, pese a caer en 2017, el resultado ha sido el mismo que en 2013. En definitiva, el peso de las rentas salariales sobre el PIB ha caído poco más del 2% durante el gobierno de Rajoy, concentrándose dicha caída en los años 2012 y 2013.

Para ver cómo ha sido esa distribución salarial, se pueden observar los dos gráficos de abajo (gráfico 3 y gráfico 4), en los que se muestra la variación de la distribución del salario medio por decil de salario entre 2011 y 2016.

Pese a que el salario medio ha caído entre 2012 y 2015 en los deciles bajos y medios (del 1 al 6), se ve una mejoría en 2016, con la cual compensan las caídas de los años anteriores. Por su parte, los deciles más altos (del 7 al 10) se han comportado al revés: ha crecido el salario medio entre 2011 y 2015 para reducirse en 2016, aunque siguen estando por encima del nivel inicial.

El dilema del mercado laboral en una recesión es siempre el mismo: mantener el nivel de empleo con salarios menores o reducción de empleo con los mismos salarios. Cuando hay una crisis económica y un estancamiento o reducción de la actividad económica, no se puede esperar el mismo nivel de empleo con el mismo nivel de salarios. Relacionado con esto, los economistas Sergei Guriev, Biagio Speciale y Michele Tuccio llevaron a cabo una investigación en el mercado laboral italiano entre 2008 y 2013, donde comparan el comportamiento de los salarios y del nivel de empleo, tanto en la regulada economía “formal” como en la desregulada economía sumergida o “informal”. En dicha investigación los autores descubren que los salarios caen un 20% en la economía informal mientras que se mantienen constantes en la economía formal. Por su parte, el empleo en el mercado laboral formal disminuyó un 16% mientras que en el mercado laboral informal apenas varió. En resumen, la economía formal (regulada) ajusta el mercado de trabajo vía reducción de empleo mientras la economía informal (no regulada) lo ajusta vía reducción de salarios.

Y esto, en líneas generales y salvando las distancias, es lo que ha ocurrido en España. Antes de la reforma laboral, con una legislación laboral más rígida, se reducía el empleo mientras los salarios se mantenían constantes o aumentaban. Con la reforma laboral, el ajuste del mercado de trabajo se ha producido a través de la moderación salarial, conservando el nivel de empleo y recuperándolo poco a poco a medida que la economía se recupera. Así se puede comprobar en el siguiente gráfico.

Como explica Miguel Cardoso, en anteriores recesiones, debido a las rigideces que introducía el sistema de negociación colectiva, la respuesta ante una caída de la actividad económica se daba a través de la destrucción de empleo. Por otro lado, se asume que la mayor flexibilidad interna que otorgó la reforma laboral a las empresas ha permitido un ajuste más eficiente y menos traumático, en la medida en que ha salvado puestos de trabajo a cambio de moderación salarial.

Un análisis de BBVA Research (Los efectos de la flexibilidad salarial sobre el crecimiento y el empleo, 2016) explica que si el comportamiento de los salarios entre 2012 y 2015 hubiese seguido patrones similares a los de 2010-2011 (crecimiento del 4.5% en términos reales), en 2016 hubiésemos tenido cerca de 1 millón de empleos menos. Por otro lado, si el mercado laboral español hubiese contado con unas instituciones laborales más flexibles en el inicio de la crisis, se habría evitado la destrucción de cerca de 2 millones de empleos en el largo plazo y la tasa de desempleo a inicios de 2016 hubiera sido 8 puntos inferior (12,9 % frente al 20,9 % en IV Trimestre 2015).

En conclusión, se puede afirmar que la reforma laboral cambió la tendencia del mercado laboral español, pasando de reducción de empleo a moderación salarial. El escenario que se encontró Mariano Rajoy cuando llegó a la Moncloa no era el mejor. La reforma laboral frenó la sangría en la eliminación de empleo, aunque no lo hizo de primeras (las consecuencias de una política no es inmediata y la crisis económica de la Eurozona fue bastante dura). Poco a poco, con un mercado de trabajo algo más liberalizado, el empleo se va recuperando y el desempleo sigue bajando.

Aunque los actores sociales y políticos de izquierdas digan que hay que derogar la reforma laboral porque ésta ha aumentado la precariedad, es mentira, puesto que la temporalidad era mayor en la etapa de Zapatero, en plena burbuja. Pero ahí no importaba la precariedad: creíamos que el maná caía del cielo; aunque no era gratis y años después lo hemos ido pagando, y en algunos casos se sigue pagando en la actualidad. Hay que profundizar en la reforma laboral, que evite regresar al escenario anterior. Numerosos organismos internacionales, entre ellos el FMI y la OCDE, han coincidido en que la reforma laboral condujo a la moderación del crecimiento salarial, un aumento de la flexibilidad salarial, una desaceleración de las pérdidas de empleo y un crecimiento neto de empleo a partir de 2014.

Es por ello que no hay que volver atrás. Los que se quejan de la reforma laboral quieren un mercado laboral mucho más rígido: se quejan de la reducción salarial pero callan la inmensa destrucción de empleo anterior. Viven en una realidad paralela a la evidencia económica y laboral, la cual nos dice que aquellos mercados laborales más flexibles y liberalizados tienen salarios más altos y menores tasas de paro. Esto último es la enfermedad de nuestro país: una tasa de desempleo estructural muy alta.

El camino es liberalizar más y que sean empleados y empresarios quienes pacten condiciones de trabajo y que el Estado sea mero revisor del cumplimiento de dicho contrato. Alejarnos definitivamente de los convenios colectivos. Faltan reformas estructurales, que alejen el mercado laboral de la dinámica política y electoral del corto plazo y enfoque hacia el largo plazo, con un modelo productivo modernizado, tecnológico, exportador y de servicios. No podemos volver a un modelo laboral anticuado que destruye empleo. Derogar la reforma laboral de 2012 no es el camino para conseguir los retos que tenemos por delante en materia de empleo, entre otros.

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