Un planetario. Millones de estrellas. Poco a poco la sombra de una pareja va apareciendo en escena y comienza a bailar. De fondo, la inmensidad del universo. La ficción conecta con la realidad y ambas se funden. Como hilo conductor, la magia de la música. Se trata de un momento muy concreto de La la land que me recuerda a otro baile.

En un contexto y una realidad paralela los Trump danzan. De fondo suena My way mientras Trump lanza sus guiños a la audiencia. El magnate trata de acompasar el ritmo de su ego con los pasos de la primera dama. Ella se zarandea de un lado a otro al compás de la voluntad del hombre más poderoso del mundo. Entretanto, aparece un beso tímido, alguna sonrisa descarada… El jefe conoce el juego tácito de las cámaras y ellas siempre corresponden.

Sin duda la figura de Donald Trump resulta sumamente interesante y, por ello, es imposible dejar de hablar de ella. De hecho, así parecen considerarlo los principales medios americanos. Solo Trump es capaz de copar la escaleta de algunos de los programas más vistos de CNN y las portadas de The New York Times. Día sí y día también. El presidente ha conseguido que los ecos de sus discursos no enmudezcan jamás. Todo gracias a los medios. Ahora es tarea de estos fiscalizar cada uno de sus movimientos para que Trump rinda cuentas y no solo mostrar las payasadas de un hombre ante un micrófono. Pero lo importante de todo esto es la mujer que sostiene las biblias de Donald.

Melania exhorta a defender América con su mirada. El amor patrio se forja con cada gesto de la primera dama. Precisamente de ahí radica su potencial: la extraordinaria capacidad de transmitir tanto con tan poco. Su rictus invariable permite al pueblo americano sentirse seguro y sus eternos ojos entornados apelan a la vigilancia incesante. Es broma. Probablemente a Melania le resulte complicado conectar con la audiencia y cautivarla con un discurso demasiado prefabricado y encorsetado.

Además, la tarea de Melania no es fácil. Sobre su espalda recaerá el legado de Michelle, la mujer que hizo al país “sentirse orgulloso”. Si por sí mismo el cargo resulta duro, el fantasma de su predecesora puede complicarlo aún más. De hecho, ahí se encuentra el segundo gran reto de Melania: tratar de evitar las comparaciones (para ello es importante, entre otras cosas, no recurrir al plagio, eh, Melania) y alzarse como digna merecedora de la cuenta de Twitter @FLOTUS.

Melania muestra siempre una imagen muy cuidada y una rectitud digna del cargo que ostenta pero carece de la potencialidad de una antecesora cuya figura puede hacerle sombra eternamente. Es su tarea ahora utilizar su posición para crear iniciativas que resulten positivas. Como en el sueño de formar parte de la constelación en una ciudad de estrellas o en el de montar un club en el que el jazz más puro sea la esencia, el pueblo tiene sus esperanzas puestas en Melania. Por el momento la primera dama ya planea, según su estilista, acondicionar una de las habitaciones de la Casa Blanca para peinarla y maquillarla. Al menos tenemos la certeza de que Melania, haga lo que haga, irá siempre impecable.

 

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