Cuando la estrategia funciona

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Republican presidential candidate Donald Trump welcomes Nigel Farage, ex-leader of the British UKIP party, to speak at a campaign rally in Jackson, Miss., Wednesday, Aug. 24, 2016. (AP Photo/Gerald Herbert)

Culpar a otro cuando no hay a la vista otro argumento mejor es una estrategia clásica. Desde la excusa adolescente por antonomasia “el perro se comió los deberes” hasta señalar a Eva porque mordió una manzana. A lo largo de la historia los dirigentes políticos no han sido ajenos a esta estrategia, y hoy identificamos como populistas a quienes la usan con descaro y como radicales a quienes la llevan al extremo.

En Europa, estamos viendo a partidos ganar apoyos utilizando a la Unión Europea y los migrantes como cabeza de turco, como son el Frente Nacional de Le Pen en Francia, Amanecer Dorado en Grecia, Alternativa para Alemania (AfD) o el británico Ukip. Éste último ha visto recientemente cumplida su meta antieuropea tras la victoria del Brexit, que sin embargo no fue ni mucho menos una proeza individual. La campaña del leave alzó la bandera contra los peligrosos y perjudiciales flujos migratorios hacia el Reino Unido, señalando a la libre circulación de personas de la UE como el origen de todos los problemas sufridos por la nación. Si bien es cierto que también mediaron informes de expertos de todo tipo en materias como economía, burocracia o presupuestos, los argumentos antiinmigración resultaron ser los que mejor llegaban al votante. A medida que se acercaba el día del referéndum más se repetían este tipo de argumentos y menos se hablaba de los informes de expertos.

Así, un discurso que antes era típico de partidos minoritarios y radicales fue absorbido, descafeinado y adaptado para el votante general por parte de ciertos miembros de un partido tradicional y mayoritario: el Partido Conservador. Mientras David Cameron defendía la permanencia, compañeros aspirantes a primer ministro como el exalcalde de Londres Boris Johnson o el exministro de Justicia Michael Gove denunciaron insistentemente “la presión insoportable que ejerce la inmigración incontrolada sobre los servicios públicos”. Se dieron cuenta de que la estrategia funcionaba y pensando en los fines no dudaron en explotar los medios. Las deficiencias en el funcionamiento de ambulatorios, problemas para encontrar plaza en colegios públicos o incluso el desempleo (cuya tasa nacional ronda el 5%) se explicaban convincentemente como grandes males consecuencia de un excesivo número de inmigrantes que además crecía a pasos agigantados. De esta forma, reivindicaciones contrarias a la inmigración pasaron de ser vistas como extremistas cuando provenían de Ukip a aceptarse como razonables cuando eran argumentadas por los demás, con el exitoso resultado que ya conocemos.

La mayoría de los ciudadanos identifica un discurso como radical cuando es pronunciado por un grupo o partido ampliamente considerado como radical. Sin embargo, puede resultar atractivo e inofensivo cuando nos lo presentan líderes tradicionales.

En el último año no han parado de llegar noticias sobre la constante pérdida de popularidad de Angela Merkel. El punto álgido se alcanzó este verano tras unas elecciones locales cuyos resultados fueron anunciados como una derrota personal de la canciller. En su circunscripción, su partido (CDU) quedó relegado a la tercera posición, por detrás de Alternativa para Alemania (AfD) y sus reivindicaciones antieuropeístas y antiinmigración. Y así CDU se dirige a elecciones nacionales el año próximo con dudas sobre si finalmente Merkel será candidata, siendo más probable que otra persona tome el relevo. Sin embargo, de momento no hay una alternativa especialmente fuerte en su partido, por lo que quien acabe siendo candidato deberá ganarse esa fuerza distinguiéndose de la actual canciller sin diferenciarse del partido. Para ello, la nueva candidatura habrá de buscar los puntos flacos por donde se están fugando los votos y buscar estrategias que puedan funcionar o estén ya funcionando. Aquí entran las reivindicaciones antiinmigración, que parecen estar llevándose votos en detrimento de aquella política de apertura de fronteras con la que Merkel respondió inicialmente a la crisis de los refugiados. Entonces, un cambio de dirección en esta política sería un movimiento estratégico, en línea con el continuo reclamo de una política migratoria restrictiva por parte de sus aliados bávaros de la CSU. Si a ello le sumamos un afán por recuperar aquellos votantes que se han sorprendido a sí mismos seducidos por AfD, el discurso del nuevo aspirante a canciller podría derivar en un discurso antiinmigración al estilo de Boris Johnson durante la campaña de Brexit.

La crisis migratoria ha sorprendido a Europa nerviosa y débil, con gobiernos vacilantes que no saben cómo acertar. Pero cuando una situación nos supera y no se nos ocurre otro argumento mejor siempre queda aquella clásica e infalible estrategia. Keep calm and blame immigrants.

 

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