Pedro Sánchez tiene la responsabilidad de intentar formar gobierno, tras dos semana de haber consultado Felipe VI a las formaciones parlamentarias. Dura tarea, teniendo en cuenta el panorama parlamentario resultante de pasadas elecciones generales del 20 de diciembre.

¿Y es que había otra opción? Podría haberla habido. Pero ante el reiterado “no” del PSOE a la propuesta de Mariano Rajoy y el PP de un gobierno de gran coalición en el que la presidencia recayese en el candidato de los Populares, contando con el apoyo de Ciudadanos y del PSOE –o con la abstención de los socialistas-, esa opción quedaba descartada. Rajoy no contaba, por tanto, con los apoyos suficientes para ser investido Presidente y, aunque haya muchos que no lo entiendan, tiene su lógica el hecho de que el candidato popular rechazase la propuesta del rey. A nadie se le escapa que presentarse a un debate de investidura en tales circunstancias, habría supuesto para el PP someterse a una moción de censura “encubierta”, en la que los socialistas, fundamentalmente, buscaban desacreditar la gestión del Gobierno de Rajoy, hacerle pasar por la humillación de no lograr los votos suficientes de los diputados para ser investido Presidente del Gobierno y la visualización de la soledad del Partido Popular, a pesar de haber sido el partido más votado en las pasadas elecciones generales. Mariano Rajoy que, hasta el día antes de reunirse con el rey en la primera ronda de consultas, había afirmado que se iba a presentar a la investidura, cambio de decisión y, ante la perspectiva de ser vapuleado públicamente, reculó y frustró los deseos de Sánchez y los suyos, los cuales se hartaron de decir en los días previos “que lo intente Rajoy”, mientras que en su interior albergaban el deseo de que Rajoy terminase K.O. en la lona.

Y una vez asimilada la negativa de Rajoy, Pedro Sánchez ha logrado, un poco antes de lo esperado y sin poder machacar a Rajoy y al PP en sede parlamentaria, superar otra dura etapa. Porque lo de Sánchez, desde el día 21 de diciembre, se ha caracterizado por ir quemando etapas con mayor o menor éxito, pero siempre a flote. Lejos están aquellos comentarios que presagiaban un raudo viaje de Susana Díaz en el AVE Sevilla-Madrid para tomar las riendas del descalabrado PSOE, tras haber obtenido su peor resultado en unas elecciones generales desde la vuelta a la democracia en España. Y seguro que algún socialista con cierto nombre y voz esperaba la dimisión del Secretario General, que nunca llegó, porque, lo cierto, es que no creo que a Pedro Sánchez se le pasase por la cabeza esa idea. El candidato socialista no podía permitir que se le recordase como un “transeúnte” en la Secretaría General del PSOE.

A pesar de haber sido, posiblemente, el candidato nacional a la Presidencia del Gobierno que peores resultados ha obtenido –al menos Rajoy ganó las elecciones, Iglesias y Rivera se presentaban por primera vez y de Garzón mejor no hablar-, Sánchez ha salvado los trastos, principalmente ante los suyos y de momento. Pero no lo tiene fácil, porque si pacta con Podemos y los nacionalistas e independentistas, mal, al menos para los llamados barones socialistas. Pero la otra opción tampoco parece que tenga mejor solución.

Pactar con Ciudadanos no parece que sea problema, siempre que en el tandem no esté Podemos. Y para que Sánchez sea investido presidente, con el apoyo de Ciudadanos, sería necesaria la abstención de los populares, lo que parece, en este momento, del todo imposible. Además de que los votantes del PP no entenderían la abstención, cuando desde el primer momento el PSOE dijo que “nones” a un nuevo gobierno de Rajoy o de cualquier otro candidato del PP.

Esperemos a ver hasta donde está dispuesto Sánchez a llegar por seguir a flote.