El debate de Rivera e Iglesias nos permitió ver a los espectadores dos salidas de la crisis: por la izquierda y por la derecha. Su conversación pasará a la historia de los enfrentamientos políticos, de lo que se estudiará como el principio de lo que parece que será un cambio histórico. Nos llamó la atención la postura de ambos líderes en cuanto a sus aspiraciones para nuestro país, ya que mientras que el líder de Ciudadanos parecía encomendarse a la mesura, el líder de Podemos apostaba por apuntar muy alto. Parecían enfrentarse la resignación contra la esperanza, el que un examen quiere hacerlo lo mejor posible frente al que va a por la máxima nota.

Si nos centramos en el análisis del debate hemos visto a un Rivera agresivo, -lo que descolocó a la audiencia, a Iglesias y hasta a Jordi Évole-, con ganas de enfrentarse y vencer al líder de Podemos para dejar claro que Ciudadanos es ahora la alternativa al PSOE y al PP en las generales. Para ello, el líder de Ciudadanos sacó a relucir su mejor virtud: un discurso sosegado en el que impera el sentido común, la moderación y las recetas del liberalismo clásico: lo público es malo e ineficaz; mientras que lo privado es bueno y productivo.

Hilando más fino advertiremos que Ciudadanos en su discurso pretende que este país salga de la crisis y, al mismo tiempo, esquive la crisis de Régimen del 78 por la derecha. De este modo, parecería que no ha ocurrido nada, que la corrupción nada tiene que ver con el sistema político y económico de nuestro país. Así olvidaríamos como el 15-M señaló a los culpables de la situación del país y el camino a seguir para atajar muchos de los problemas que hemos soportado durante años de gobiernos del PP y del PSOE. No nos engañan. Rivera y los suyos son la renovación de las élites, el lifting de los que llevan gobernando este país durante todos estos años.

El 15-M nos enseñó que no solo podíamos soñar con cambiar las cosas, debíamos hacerlo. Nos dimos cuenta de que íbamos a pasar a la historia como una generación a la que le robaron sus derechos y se quedó suspirando con la cabeza gacha. Aprendimos que teníamos el deber de no resignarnos y pelear por defender los derechos que nuestros padres y abuelos habían ganado, también desde las instituciones. En base a esta lógica ha nacido Podemos, que ha tendido la mano a los que sueñan con cambiar este país y ponerlo al servicio de la mayoría social.

Analizaba Íñigo Errejón que la agenda mediática y política ha cambiado, así lo explicaba en una entrevista en el periódico La Razón: “Tratar de interpretar lo que sucede hoy con elementos del pasado es una tendencia que evidencia cómo lo que está ocurriendo desborda los marcos de comprensión de nuestros adversarios”.  Esta es la fortaleza de Podemos, ellos son el cambio y por eso comprenden a la perfección el hartazgo de la ciudadanía. Ya han cambiado la forma de hacer política, de comunicarla y han logrado introducir temas en la actualidad informativa antes obviados, ahora queda la gran batalla.

Esta campaña pasará a la historia, ya que en ella se enfrentan cuatro partidos con opciones de ganar; el régimen contra el cambio y el recambio. Ciudadanos es el recambio de unos por otros más “modernos”, que saben colocar sus ideas e incidir en la agenda de los medios. Aunque al fin y al cabo se enfrentan los del bunker del régimen, también conocido como el frente constitucionalista del PP, PSOE y Ciudadanos, contra Podemos, que apuesta por el cambio de prioridades en el Gobierno de la Nación; poniendo por delante problemas como la desigualdad y la protección de los derechos sociales. Queda por delante una batalla histórica, estas elecciones son las más importantes desde el 82. Nos jugamos el futuro de nuestro país. Hay que ser valientes, soñar con un país donde vivir con dignidad y  que tenga como fin último la justicia social.