El cegador relámpago constante del mar bañado en plata por la luz del día. Las puñaladas de sol asfixiante que atacan la piel. La tentación del agua que no puede beber. La impotencia al ser la deriva incontrolada el único guía. Las tinieblas de un océano solo encendido con las pequeñas bombillas del firmamento. Ese inmenso manto de estrellas que acompañan a la luna en la guardia de la noche. El pánico y la incertidumbre por los peligros del mar eclipsados por las ansias de intuir la tierra esperada. Un hambre acuciante que crece y crece sin nada que llevar a la boca. A todo sobrevivió -como bien narraba García Márquez en Relatos de un Náufrago- el marinero Luis Alejandro Velasco en una balsa de apenas dos metros tras abandonar el destructor Caldas.

Con la más escueta de las barcas se echó el navegante Iglesias al más tenebroso de los mares un 25 de mayo. Tras lanzarse a las europeas con un boceto que poco se asemeja al producto actual, “Coleta Morada” puso en marcha la maquinaria llamada a captar la ilusión de los desilusionados y que ahora decepciona a muchos de los ya antes decepcionados -o en ello insisten Metroscopia y el CIS-. El largo camino en busca de la tierra -el 20 de diciembre- no ha sido un viaje de crucero para el líder de Vallecas. Si bien con claridad de inicio, como el náufrago Velasco, confiando en seguir canalizando a más y más votantes, en los primeros vaivenes el ceño empezó a fruncirse. La idea de un viaje ilusionante y placentero se convertía en utopía. El sol salía cada día con más fuerza, estrangulando desde el primer minuto el frescor de la noche. El escándalo menor de Errejón suponía el primer aviso; las fieras Sánchez, Rajoy y Rivera, acechantes. Todo parecía haber mejorado cuando el compañero de viaje Alexis se acercaba en balsa a su costa griega. Pero, antes de desembarcar Tsipras con la victoria de Syriza, las mandíbulas de los tiburones volvieron a desgarrar a su presa: Monedero acababa de terminar con la honradez que se les presuponía distintiva. Iglesias ya notaba las dificultades para soportar el sol tendido en el fondo de la barcaza. Para entonces, las gaviotas ya observaban con lupa al marinero tras las acusaciones de fulminar cualquier atisbo de pluralidad interna.

Llegaba el turno de las andaluzas. Primer patinazo, aunque leve, sin poder presentarse como alternativa real al todopoderoso socialismo andaluz. Pablo tenía que tomar entonces el primer sorbo de ese arma de doble filo que es el agua salada. Consciente de que la deriva duraría más de lo inicialmente estimado, comenzó a grabar en la madera los días que iban pasando en vistas a no perder la cuenta. El 24 de mayo a Iglesias se le presentaba un día nuboso, con claros en las municipales con Carmena y Colau, pero encapotados en las autonómicas bajo la marca oficial. Aunque menos asfixiante, el sol desgastó una vez más las fuerzas del navegante, que suspiraba por apoyar los pies en tierra. Con la piel quemada por el lacerante sol, las noches llegaban como refresco para confundir los sueños con la realidad. Empezaron las alucinaciones que Iglesias percibía como reales. Primero fue el turno de su fiel amigo Alexis, que se había elevado como líder opositor al discurso oficialista europeo. Pablo le veía sentado en la proa, incluso le escuchaba hablar de una nueva Europa. Pero, cuando llegaba la mañana, los primeros rayos de sol disipaban la figura de Tsipras, que terminó sometiéndose pese a estar respaldado por el pueblo griego. Otro golpe para Iglesias, que terminaba el verano débil y ansioso. Sin embargo, no sería el último. Con el otoño, vinieron las catalanas como oportunidad para coger fuerzas para lo que restaba de camino. La pesca no comenzó bien. La indecisión e indefinición en la estrategia le llevaron a no ser capaz de alcanzar la enorme pieza. Los tiburones miopes, conscientes de la hemorragia, se lanzaron a arrebatarle la presa. Tocado, sin nada con lo que rellenar su estómago, se ponía el sol para dar paso a las visiones nocturnas. Alexis había dejado su sitio a Garzón en proa. Hablaba de confluencias, de una izquierda fuerte y unida, de volver a la esencia del 15M y la unidad popular. Todo quedó en nada. Como en noches anteriores, el acompañante no era real y al llegar la mañana los sueños desaparecían.

Hoy, con las encuestas dudando de su tercera posición para las generales, a dos meses y diez amaneceres del día ‘D’, Iglesias está cerca de abandonar la barca y nadar a por la tierra prometida que intuye pero no termina de ver. Brazada a brazada, rezando por que el impulso del terror pueda más que la debilidad, “Coleta Morada” confía en que estos dos meses de recta final a nado sean más livianos que los dos anteriores. Y que tras fallar el primer intento de buscar tierra bajo sus pies, pueda encontrarla. Como al marinero Velasco, se le hará extraña la tierra firme tras la deriva y los balanceos del mar. Mas solo espera que cuando pregunte bajo la sombra de un cocotero “¿qué país es este?”, la respuesta sea: Moncloa.    

 


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