En estas elecciones en Catalunya se juega el futuro político de España y de Catalunya. Además, el resultado puede marcar el futuro de Ciudadanos y Podemos de cara a las elecciones generales. Estas formaciones se juegan capitalizar el descontento y lo que se entiende como el cambio frente a los partidos tradicionales.

Mas ha convocado unas elecciones hechas a su medida en una Catalunya que prosigue su camino de cara a los comicios del 20-S polarizada en dos frentes antagonistas, los independentistas y los anti independentistas. El favorito en las elecciones es Junts Pel Sí. La candidatura de Mas y sus aliados pretenden salvarle la cara al President a cambio de seguir su camino a la independencia y hacia la construcción de un estado catalán. Esta candidatura busca eludir el coste político y judicial que debe pagar la mafia que ha gobernado presuntamente durante años Catalunya a través de contratos y mediante comisiones. Tienen todo a su favor para ganar con la mayoría suficiente y seguir su camino hacia una vía muerta, pues sin reforma de la Constitución no podrán celebrar un reférendum, ni por supuesto tampoco independizarse unilateralmente.

Han trazado una Catalunya enfrentada en dos bandos antagonistas, despreocupada de lo social y que desprotege a los más débiles. Han desdibujado un país que está harto de la corrupción y de los recortes. Como decía Francisco Romero, compañero colaborador en PoliticAhora, en uno de sus artículos: “los que no tengan una buena historia que contar que se ajuste al relato quedan virtualmente fuera del juego”. Es el caso de Rabell, candidato de Catalunya Sí que Es Pot, e Iceta, líder del PSC.

Por su parte, al PP y a Ciudadanos les viene a la perfección la polarización en torno a la independencia. Ellos son los antagonistas en esta situación. Ambos se disputan el liderazgo de la corriente anti soberanista. Ciudadanos parte con ventaja en esta disputa, puesto que se diferencia del PP en que es capaz de ser percibido como cambio frente a lo viejo: PP y PSOE.

Así las cosas, Catalunya Sí que Es Pot parece no tener espacio político. En este escenario, el discurso de esta formación es complicado de explicar y está poco desarrollado. Apuesta por el derecho a decidir, por un pacto con el resto del Estado, por los derechos sociales y por acabar con la corrupción, pero no han conseguido plantear una alternativa de proceso constituyente que implica a toda España. Deben seguir la estela de Ada Colau que ha señalado a los culpables de la situación política y social que sufrimos. Por eso, Rabell ha de equiparar los recortes de  Rajoy y Mas y la situación sin salida a la que han llevado a Catalunya. Son tal para cual. Se necesitan en su relato de antagonismos y corruptelas.

Los catalanes saben que el PP y CIU se necesitan mutuamente en su construcción de un país desigual, insolidario, apoyado en la corrupción como forma de gobierno y en el que la ciudadanía pierde sus derechos. No podemos olvidar que Mas fue conseller cuando se producían las corruptelas en CIU y en CDC, hasta hace pocos meses parte de CIU. Es el President de los pelotazos de goma en las manifestaciones, los recortes, la desigualdad y los desahucios. CDC ha demostrado ser un partido postrado ante la corrupción que se envuelve en banderas para tapar sus desvergüenzas. Solo le diferencia del PP la bandera en la que se envuelve. Ambos defienden los derechos y privilegios de las élites y pretenden acabar con los derechos sociales de las clases populares. Solo les importa su soberanía y la de sus trituradoras de papel que destruyen las pruebas de la corrupción que les ha caracterizado al frente de las instituciones. La gente y sus derechos no les importan.

 


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