De apariencia frágil y amable, barba blanca, chaqueta de pana y camisa remangada. Les sonará, pues es el hombre del momento por derecho propio en Reino Unido. Jeremy Corbyn se coló en el último minuto y por tan solo un apoyo en la carrera para liderar el partido laborista durante los próximos 5 años.  En un principio todos pensaron que sería una mera comparsa, un añadido en los debates, una nota de color en el aburrido panorama laborista. Se equivocaban, nos equivocábamos. Quedan apenas dos semanas para la celebración de elecciones primarias y Corbyn continúa como la primera opción en las encuestas de opinión, cada día más cerca de liderar y revolucionar un partido que ha sido férreamente controlado por los herederos de la tercera vía durante las dos últimas décadas.

Pero, ¿Quién es?

Corbyn no es Pablo Iglesias ni Alexis Tsipras, con los que tanto nos gusta comparar en España. No es joven, es experimentado  no ha creado ningún partido, ni surge de ningún movimiento social previo. Corbyn ha entrado por la puerta del establishment porque es un miembro del establishment. Miembro del Parlamento Británico desde 1983 por la demarcación de Islington North, una de las zonas de Londres tradicionalmente más escoradas a la izquierda, donde lleva arrasando los últimos 30 años, tiene 66 años y es hijo de la clase media británica de los 50. Con dos padres progresistas y ligados al activismo, Corbyn ha llevado la política en las venas desde su juventud.

Ligado al partido desde adolescente, es habitualmente definido por la familia laborista como un miembro de la antigua guardia. Cercano al socialismo, ligado al otrora influyente sindicalismo británico, Corbyn se ha movido en política local y nacional la mayor parte de su vida. Activo defensor de causas progresistas: conocido antibelicista, medioambientalista declarado y defensor de los derechos LGTB cuando pocos lo hacían, ha navegado más de 30 años por las difíciles aguas de Westminster, acusado de rebelde y de ser el verso suelto del grupo laborista (son conocidas sus continuas rupturas de la disciplina de partido).

No tiene miedo a posicionarse en temas controvertidos: el conflicto palestino-israelí está entre sus preferidos, pero también ha sido activo en la defensa del derecho a decidir en Escocia, manifestando sin embargo su preferencia por seguir manteniéndose unidos. Es crítico con su partido, al que acusa de haber abandonado sus orígenes y de no haber sabido manejar el referéndum de independencia escocés, donde ha perdido su posición de dominio en favor de un SNP revitalizado.

¿Qué busca?

Dotar de un liderazgo diferente al partido laborista y romper con la tercera vía, en otras  palabras (siempre suyas) “devolver el partido a la izquierda”. Propone y propone, pero sobre todo comunica. Corbyn es un gran orador, sabe lo que dice y lo que hace,  no es la cenicienta que algunos le presuponen. Puede no tener un plan previo, pero sabe improvisar a medida que su candidatura gana peso, conoce el momento en el que se encuentra su país y ha conseguido algo inesperado: movilizar a la antigua izquierda laborista,  pero a la vez atraer a jóvenes votantes desencantados con la política. El partido ha registrado un aluvión de nuevos militantes y simpatizantes desde el inicio del proceso de primarias. Cerca de 200.000 nuevos británicos han mostrado su interés y estarán presentes el día de la elección, en su mayoría apoyando al “candidato inesperado”.

¿Qué propone?

No ha inventado nada, sus postulados son tradicionales y lleva toda una vida ligado a ellos. Corbyn habla de renacionalización de sectores estratégicos (transporte y energía están en sus prioridades), una reducción de las controvertidas tasas educativas y una lucha continua contra las políticas de austeridad europeas y británicas. Más impuestos para las rentas más altas, mayor control de la evasión fiscal, inversiones públicas de gran calado en vivienda social y la creación de una renta universal.

No es lo que propone, es cómo lo hace y en qué momento ha saltado a la luz; la clave no es la novedad de las propuestas, sino el perfecto timing de las mismas. El contexto en el que se mueve es el posterior a una derrota durísima del laborismo en las elecciones del pasado mayo, un desencanto generalizado en la izquierda europea y un país que busca una identidad que hace tiempo ha perdido: ni encuentra su sitio en la política mundial, ni lo hace en Europa, ni parece tampoco tenerlo claro en las islas británicas.

¿Quién le apoya, quien no?  

Corbyn es tachado de radical, de poco creíble y de idealista, y se ha granjeado la hostilidad de las grandes figuras de su partido, amplificados por The Guardian, el periódico de cabecera del laborismo. A medida que su candidatura sumaba apoyos populares el número de críticas y sobre todo su ferocidad ha ido en aumento. Tony Blair, Gordon Brown, Neill Kinnock, los hermanos Milliband, Chuka Umunna y por supuesto el resto de contendientes han advertido contra el liderazgo de Corbyn bajo el mantra de que las elecciones se ganan en el centro, y sembrando el miedo de que un partido escorado a la izquierda no volvería a Downing street en al menos una década.

En cuanto a apoyos. Corbyn cuenta con el ala izquierda de su partido (liderada por Ken Livingston ,“el rojo”, carismático ex alcalde de Londres), los sindicatos y con un amplio porcentaje de jóvenes descontentos que ven en él un atractivo, una novedad y carisma, mucho carisma. Algunos le tachan de ser el Nigel Farage de la izquierda por su capacidad de conectar con el electorado. Pero también ha sabido ganar el apoyo de grandes figuras como el gurú de la izquierda británica, Owen Jones, y de todo un premio Nobel como Joseph Stigliz. Es visto también como el candidato preferido por el resto de partidos y por periódicos conservadores como el Daily Telegraph, que piensan que con su liderazgo el dominio conservador sería aplastante.

¿Existe riesgo de ruptura en el laborismo?

Mucho se ha escrito sobre esto. No es nuevo que el partido laborista es un gigante que acoge diversas familias políticas e ideológicas desde el socioliberalismo al socialismo, pasando por la socialdemocracia. El sistema electoral británico no favorece la aparición de nuevos partidos y la división del partido laborista no haría sino dificultar, de forma quizá irreparable, la vuelta al gobierno. Aunque son muchos los que han hablado de una escisión por la izquierda o la derecha del partido, es difícil que estas sean algo más que amenazas propias de unas primarias más calientes de lo que los británicos acostumbran.

¿En qué se parece con otros políticos a lo largo de Europa?

Es difícil comparar realidades tan dispares como la británica, la española, la italiana o la griega, pero en este caso es inevitable hacer referencia a las similitudes que unen a Corbyn con otros partidos y movimientos a lo largo de Europa y que se basan en el creciente rechazo de una parte de la izquierda a las políticas de austeridad imperantes en la mayoría de gobiernos europeos en la última década y que facilita la aparición o la reaparición de movimientos  contra  la ortodoxia económica y monetaria. A partir de ahí las similitudes y diferencias son innumerables y requerirían de un análisis en profundidad. Pero todos ellos han conseguido movilizar e ilusionar a una parte del electorado que había permanecido apática y adormecida.

¿Ganará?

Es sin duda la gran incógnita. A pesar del entusiasmo que ha generado entre el electorado británico, Corbyn cuenta con pocos apoyos en el partido y muy pocas simpatías en una poderosa e influyente City mucho más proclive a candidatos moderados y experimentados como los ex ministros Yvette Cooper o Andy Burnham y la candidata de Blair, Liz Kendall. Pase lo que pase, estamos cerca de verlo.

 


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