En la conocida película “El show de Truman” podemos observar como Truman Burbank vive en un show una vida irreal, ficticia que es perfectamente imperfecta, tiene éxito en el trabajo, mujer, pero se ve trucada cuando Truman comienza a descubrir que le persiguen y observan las veinticuatro horas del día. Y esto es lo que tenemos con Donald Trump, unas ideas surrealistas, imágenes chocantes y polémicas servidas en un show diario, la carrera presidencial.

La polémica es el néctar de Trump, la manera de ganar popularidad a la vez que votos y de mostrarse cómo es realmente. Es un ser polémico, salido de los Estados Unidos más profundos, casi salido de los años 20, que sigue una de las mejores estrategias de marketing político, que al fin y al cabo es crear una buena marca personal, ser uno mismo.

Mostrar una identidad, una moral y un carácter, sean de la ideología que sean, provocan una reacción. Parece que el gabinete republicano haya leído el libro de Rubén Figueres (Analista de las campañas demócratas de Obama) donde este dice: “Lo mejor es no pasar desapercibido por algo positivo, pero, antes que dejar a alguien indiferente, prefiero que se me recuerde aunque sea por algo molesto”. Como si al pie de la letra se tratase Trump sigue esta estrategia de ser él mismo para hacer funcionar al equipo que le sigue.

Tener una identidad política clara pero con ideas chocantes es atracción para los votantes, que para mal de algunos, es como va a acabar ganando las elecciones. Interrumpiendo periodistas y haciendo declaraciones inapropiadas para las grandes minorías de la población estadounidense. Con esto remarco e insisto, en que es admirable como se sirve de propio ejemplo para su ideología, transmite que la gente puede ser como él y puede cumplir ese sueño americano del éxito y la riqueza, la gloria del sueño americano

Solo sabe suscitar críticas y opiniones en torno a él mismo, hasta con este artículo caemos en su “trampa estratégica”, puesto que esto es publicidad para él. Ayer mismo nos hacíamos eco de la crítica dada por el mismísimo Matt Damon, un personaje que tendría que ser ajeno a esto por su condición de actor. El actor manifestaba que la xenofobia y lo deshumano del discurso de Trump ha de parar y que no sabía cómo la gente podía seguir y alentar a esta persona.

Quizás el señor Trump habría de preguntarse cómo ha llegado a donde está, y no me refiero en lo económico, sino en lo evolutivo, lo natural. Sería burlón, que ese pueblo libre fundado por inmigrantes no se diferencie sobre Europa, como ha venido haciendo desde sus comienzos. Porque no hay que olvidar que aquí parece que existe una aceptación forzosa a los inmigrantes procedentes de antiguos territorios coloniales y en consecuencia una rotunda negativa al resto de inmigrantes. Sin embargo allí se han formado a base de eso y los estigmas raciales, que proceden en su base de Europa, y es lo que Trump quiere implantar, son los que quebrantan su propia esencia. Es una cuestión de identidad.

Quizás esta identidad marcada en las cabezas políticas sea lo que les falte a los políticos españoles, mirando al elenco actual, tan solo se pueden encontrar dos personas con ese espíritu. El caso más parecido quizás sea el de Xabier García Albiol que cuando comunica no plantea dudas sobre lo que defiende, aunque últimamente se retracta más en su expresión ideológica y por otro lado Pedro Sánchez también se acerca aunque en menor medida a este tipo personalidades arrolladoras. En definitiva, la esencia es lo que identifica al individuo, ya sea social o colectivo y aporta normalidad al desarrollo con estabilidad y crecimiento, dentro de cada marco político. Lo que Estados Unidos ha tenido y confía no perder y lo que España aún sigue buscando.

 


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