Acaba de dimitir el primer ministro griego, convocando elecciones para el 20 de septiembre, y puedo oír cómo se afilan los cuchillos en las sedes principales de los demás partidos políticos en España para sacar tajada de este asunto. Vamos a presenciar en pocos meses hasta qué punto las comparaciones entre Syriza y Podemos van a afectar a la opinión pública.

No hay nada peor que unas grandes expectativas en política, porque son campo arado para sembrar la decepción. Todo el mundo espera que se incumpla en cierta medida el programa político de un partido ganador, pero cuando lo que prometes es un cambio radical en la forma de hacer política en tu país, canalizando las esperanzas y los “estados de ánimo” de la gente, y fallas, entonces no solo afectas a tu imagen de marca, sino al arquetipo que representas en la historia que has ido construyendo en campaña, y todo aquel que utilice también ese arquetipo en su narrativa sufre las consecuencias. A esto le espera sin duda un lugar destacado en la hemeroteca.

No obstante, Syriza ha luchado mediáticamente con audacia, eso hay que reconocérselo. Las arriesgadas (y guionizadas) puestas en escena del referéndum sobre las medidas de la UE y de las negociaciones al límite en Bruselas han dado al resto de Europa, y a España, una imagen de rebeldía y ruptura a la que se ha arrimado Podemos en busca de un reflejo de su propia imagen, dando lugar a fotos e imágenes en actos públicos muy estudiados para unir a Pablo Iglesias y a Alexis Tsipras y enlazar esa idea de auténtico cambio y de asalto a los cielos, potenciando así su propia narrativa, y los demás partidos no han desaprovechado la ocasión para utilizarlo en su contra, lo que ha hecho que Podemos haya ido declarando sus opiniones sobre el gobierno griego cada vez con más tiento. Estoy deseando ver qué dicen sus líderes ahora, y sobre todo Pablo Iglesias.

Por otro lado creo que, junto con el acuñamiento del término “podemitas” (una cruel genialidad comunicativa y viral), la estrategia de comparar la situación griega con una futura España gobernada por Podemos ha sido lo más utilizado contra el partido morado. Es la narrativa del miedo, el miedo a lo que podría pasar, elaborada por el PP y contraatacada por otra narrativa de los de Pablo Iglesias en las que se intentaba presentar a una Grecia que se enfrenta a la UE como David contra Goliath, pueblo contra casta; dos historias muy poderosas que llegan con fuerza a toda la gente y que requerían la constante valoración de los hechos que iban aconteciendo en el país heleno: o eran desgracias fruto de la incompetencia de Syriza o eran castigos impuestos por Bruselas (y Alemania). Y ahora que Tsipras ha dimitido tras haber cedido, de alguna forma, a las presiones y exigencias de Europa contradiciendo el programa y los principios que defendió en las elecciones, la narrativa del miedo gana, en especial cuando presenciamos el vacío de poder y la inestabilidad en Grecia.

¿Y todo esto por qué es importante? Pues porque lo que ha pasado en Grecia se puede interpretar como que se ha roto el mito, el mito del líder que lleva al pueblo a una nueva era, el mito del cambio y el mito de la rebeldía contra el orden social. Si los partidos rivales de Podemos usan bien lo que ha ocurrido, espantarán a muchos indecisos que iban a votar a Podemos y desmovilizarán a muchos de sus simpatizantes, lo que unido a las altas expectativas que existen en cada proceso electoral a las que se presenta la formación de izquierdas puede generar unos resultados demoscópicos, como poco, curiosos. Ahora se percibirán los efectos de meter en las mentes de las personas la idea del “Podemos griego”.

 


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1 COMENTARIO

  1. Me gusta tu reflexión y, lamentablemente, es muy posible que, toda la campaña que se avecina, se base en la generación del «miedo» en torno a: ¡¡QUE VIENEN ESTOS ILUMINADOS POPULISTAS…!!
    Con ello, desviarán la atención sobre la «racionalidad» de lo qué deberíamos estar construyendo, y -sobre todo- cómo deberíamos llevarlo a cabo, y lo concentrarán todo en las «emociones» y en que, los actuales gobernantes, son los únicos capaces de asegurarnos un empleo,… aunque, dicho tipo empleo, suponga la mayor de nuestras frustraciones….
    Sin embargo, también quiero decir que, aunque todo ello me parezca un ataque cínico -por parte de los personajes permanentemente instalados en el poder- tampoco se les ve, a los «NUEVOS ENTRANTES», demasiadas «luces» para construir algo semejante a lo que propone el catedrático de economía, D. Santiago Carbó, cuando dice que, «el gran reto para nuestro país, es crear ese necesario sistema de incentivos y de calidad institucional que recupere a los sectores de nuestra población más formados y abandonados»…
    Da la sensación de que sólo existe una pugna por el poder, que se traduce en un «quítate tú de ahí, que me quiero poner yo».
    Habrá que esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos, pero, particularmente, creo que lo que necesitamos son ESTADISTAS. Esos políticos que piensan más en las próximas GENERACIONES que en las próximas ELECCIONES.
    ¿Os atrevéis a apostar en cuál de estas dos opciones estarán pensando ahora nuestros políticos?
    Ojalá que aparezcan personas con un sincero interés de crear un país lleno de OPORTUNIDADES y vacío de OPORTUNISTAS.
    Un saludo.

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