[dropcap type=»2″]M[/dropcap]uy disgustada no sabemos si está la Familia Real viendo la cabeza del abuelo en una caja de cartón, arrinconada en el cuarto de los trastos del ayuntamiento de Barcelona, pero lo que sí sabemos es que  nuestra familia irreal ya está en Mallorca, un verano más poniéndose a gusto, como si no hubiese pasado nada.

Toda  la familia no está porque el abuelo no sabemos si  está muerto  o sigue de parranda. Algunos dicen que vive de gira gastronómica perpetua a lo largo y ancho de este mundo, otros dicen que está de safari buscando una buena pieza.  Lo cierto es que aquel rey tan campechano y gracioso ha dejado huérfanos a los mares de Mallorca, y por ende a los de toda España.

Menos mal que está la abuela emérita, o reina emérita, o todo junto a la vez, con los ya grandísimos  y abundantes hijos de Cristina, Iñaki, Elena y Jaime, todos dispuestos a seguir navegando viento en popa  a toda vela  para sacar a España de las turbulentas aguas por las que navega.

Aguas más que turbulentas y revueltas en Cataluña  dónde el sentido común se evapora  de manera bochornosa  mientras  el presidente, Artur Mas, sigue prometiendo a su pueblo el paraíso.

Y para más bochorno  el Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, asegurando que el dios de los independentistas solo es el dinero y que el dios bueno es el suyo, el de los cilicios. Sandeces para todos los gustos intentando movilizar a las masas esteladas y rojigualdas ahora que todo está en el aire, las presidencias y los ministerios también.

Por eso en Madrid los consejeros y afines del Partido Popular consultaron el futuro a las videntes que debieron verlo todo muy negro. Y toda esa gente fina y segura del Partido Popular cambió el negro por el fucsia de los montones de billetes de quinientos euros en comisiones, castillos hinchables y otros menesteres.

Otro gustazo para los chicos de la banda ha sido la venta del  aeropuerto de Ciudad Real por diez mil euros, para disgusto y desgracia  de los que se han gastado más de cuatrocientos millones en construirlo, o sea  todos nosotros.

Y muy a gusto se han quedado los  modernos y renovados  alcaldes populares  de Villares del Saz y Villaconejos con sus opiniones sobre la mujer y el colectivo homosexual.

¿Cuándo tendremos el gusto de ver un cambio real y la cara de disgusto de los delincuentes?

 


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