Al igual que cuestiono, cuando hay que hacerlo, a la izquierda de este país y su papel en la degradación de la democracia, en mis artículos nunca he dudado en poner sobre la mesa los errores que también han llevado al PP a estar donde ahora está.

El Partido Popular en muchas ocasiones se ha dejado llevar por estrategias que a mi juicio no han beneficiado, en absoluto, al partido, pero más importante aún es que tampoco han sido de ayuda para calmar el ambiente general de la política de España. Siempre he escrito desde mi total libertad a opinar y cuestionar, con lealtad, eso sí, la línea adoptada por mi partido, y aún así defiendo a mi partido cuando he de hacerlo.

En esta ocasión, escribo estas líneas por mi preocupación ante la irrelevancia que están tomando los populares en el tablero político español. Con la última intervención de García Margallo y el repaso a Errejón en La Sexta al hablar de liberalismo y socialismo, caí en la cuenta de que su presencia en nombre del partido es casi nula, pese a su status de eurodiputado, el partido no ha querido, o no ha podido aprovechar el gran activo que supone su presencia en primera línea política.

La degradación de la política ha llegado a tal punto que aquellos que más valen están entre bambalinas, y los primeros de caballería no consiguen transmitir, algo que se hace esencial en política. Me pregunto entonces:

¿Dónde están todos los Margallo?

El Partido Popular, pese a los pronósticos de unos sondeos favorecedores se ha estancado. El liderazgo de Casado, a pesar del silencio de los críticos y el apreciable -aunque desconcertante- ambiente de tregua en Génova, está construido sobre enormes incongruencias a lo largo de los últimos meses.

El primer error, cometido al alimentar el monstruo del populismo, terminó por darle a los populares unos pésimos resultados electorales. El segundo error surge al no haber conseguido “refundar” un partido que había quedado totalmente quemado por la corrupción, guste admitirlo o no. Porque la corrupción es un elemento que continuará acompañando a los populares hasta que se asuma que las siglas “PP” son sinónimo, para una parte significativa de la sociedad, de términos que preferiría no mencionar en estas líneas.

Con esto, cabría esperar una remodelación del partido, de “arriba a abajo” como bien diría Saénz de Santamaría, para analizar los errores del partido, ya no a nivel nacional, sino también local, pues en muchas zonas de España el PP queda relegado a un segundo plano y su organización a nivel regional deja mucho que desear. Por ello que la llegada de Bea Fanjul a la presidencia de las Nuevas Generaciones constituirá una renovación desde abajo, permitiendo la entrada de savia nueva al tronco fundamental que supone el Partido Popular para España. Hasta ahora la formación juvenil pecaba de irrelevancia en ciertos aspectos y con Fanjul a la cabeza, NNGG tiene en sus manos la oportunidad de renovarse, de atraer a quienes antes no se hubieran planteado entrar, y de borrar ciertas conductas propias de la mala política que a veces acontecen incluso en una organización juvenil como esta.

Volviendo al Partido Popular, por momentos, parece que el PP de 2021 no ha aplicado ni una sola lección que el año había dejado como pendientes. La borrasca de nombre Cayetana parece haberse calmado tras su paso por el número 13 de Génova, una pena, pues su lucha por la libertad dentro de los partidos se hacía hoy necesaria y urgente. Pero entonces llegó la probabilidad de un nuevo confinamiento domiciliario y con ella, un cambio de guión por parte del partido.

Ahora, el PP estaría dispuesto a apoyar el presente Estado de Alarma, que recordemos sigue vigente, solo si se introduce de alguna manera, un confinamiento domiciliario para evitar la venidera tercera ola, un movimiento muy criticado por Vox, que acusa a los de Casado de alinearse ahora con el gobierno para permitir la destrucción del país.

¿Por qué critico entonces esta decisión? Sencillamente porque fue el Partido Popular el que pidió desde el principio un relajamiento de las medidas. Ahora Ayuso discrepa, y afirma que en Madrid no habrá confinamiento domiciliario, alegando que la fórmula de convivencia de economía y salud es posible, dejando así en una situación comprometida a la dirección nacional.

Está claro que algo falla, no sé aún si la solución será a corto, medio o largo plazo, pero lo que sí está claro es que el PP debe recuperar un papel fundamental de oposición al gobierno socialcomunista. Una posición en la que en muchas ocasiones, de cara a la galería, Vox está ganando terreno. De nada sirve llevar a cabo decenas de propuestas, si no las sabes vender posteriormente. En eso, Vox gana, aunque para algunos sea criticable que haga política de Twitter. Y ese es el problema también, la llegada de los populismos en Occidente dieron paso a una nueva forma de hacer política, y guste o no una nueva forma que llegó para quedarse.

No estamos hablado de si es más o menos legítimo desacreditar a un rival con vídeos, campañas en redes sociales…estamos hablando de comunicar, y en eso Vox, y también Podemos, gana, con populismo o sin él, pero consiguiendo llegar a un electorado que el PP nunca ha sabido gestionar.


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