El avispero andalúz

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[dropcap]¡M[/dropcap]enuda lió la señora Díaz! La resaca del 22M dura ya sesenta días. Lo que parecía fiesta, alegría, sonrisas de la presidente en funciones, se trocó hueso duro de roer. A primeros de año tenía un opositor, y era harto conocido. De hecho, se crió compitiendo con él. Hoy entra en una plaza cuanto menos difícil. ¿Qué digo? ¡Toca lidiar a cuatro bandas! Y menudos elementos los de enfrente: neocons, liberales, ecologistas, alterizquierdistas… Ahora debe pactar; a ver cómo se las averigua.

Meses atrás, la sola existencia de la administración Díaz abofeteaba con saña a Rajoy. Uno de los proyectos más sociales de nuestra historia regional reciente comenzaba el año con los presupuestos aprobados, cosa sorprendente con los tiempos que corren. Pese a los obstáculos –la Corrala Utopía queda como referente-, el ejecutivo andaluz capoteaba las dificultades con soltura, reteniendo el fantasma Podemos lejos de las instituciones. Pensó Díaz, quizá, que, al anticipar los comicios, se libraba de su particular mosca cojonera (IU), socavaba los endebles esfuerzos de reorganización en el PP y tomaba al partido morado con el pie torcido, carente de una estructura sólida con la que hacerle frente. Una primera lectura de los resultados le daba la razón; dos meses sin gobierno demuestra todo lo contrario.

Un domingo de mayo después, los augurios cínicos están próximos a cumplirse. Pronto comprobaremos la capacidad profética de quienes vaticinaron que, tras el 24M, las inamovibles líneas rojas de las nuevas formaciones ya no parecerían tan infranqueables. O sea, que el bloqueo a la investidura de la socialista iniciará el deshielo cuando impere desalojar a los populares de sus feudos. Tú me das Sevilla, yo a ti Jerez de la Frontera; tú pide por esa boca, siempre que les expulsemos de Jaén, de Córdoba o de Granada. Habría que ser un mago para juntar una coalición anti-PP en Almería, aunque cosas más raras se han visto.

La hegemonía conservadora titubea, sobre todo, en tres bastiones importantísimos, donde hilan veinte años de mandato ininterrumpido. En Huelva, Pedro Rodríguez González abandona la alcaldía al perder su mayoría absoluta y quedar relegado a segunda fuerza; el PSOE, previsiblemente, apuntalará el consistorio onubense bien con C’s, bien con IU. En Málaga, los socialistas rezan para que los naranjitos brinden sus tres concejales contra De la Torre, lo que materializaría un sueño dorado para los de Díaz: teñir de rojo la segunda urbe meridional.

Ahora bien, el estruendo mayor ha sonado en Cádiz. Pese a constituir la décima ciudad en número de habitantes, la Tacita de Plata goza de un poder simbólico imponente dentro del ecosistema andaluz. Una fortaleza inexpugnable, en la que sobre Teófila Martínez aglutinaba una mayoría absoluta tras otra. La victoria de las izquierdas rompe con un abstencionismo endémico, a la vez que quiebra la seguridad de un exponente de las políticas neoliberales. Un municipio donde el desempleo supera el 40%, la economía sumergida alcanza el 30% del PIB y, lo peor de todo, la Cruz Roja alerta del sensible incremento de personas pidiendo comida. El tanto, sin embargo, se lo anota José María González, “Kichi”, cabeza de lista de Por Cádiz Sí se puede, la marca blanca de Podemos. Profesor, activista, sindicalista, comparsista chirigotero, hijo y hermano de emigrantes gaditanos obligados a marcharse por la falta de oportunidades en la tierra natal, Kichi es un personaje reconocido en Cádiz, carismático, culto y enérgico.

Un domingo de mayo después, parece ser que se solucionarán dos cuestiones que parecían irresolubles. Primero, desanudar el entuerto en el Parlamento de Andalucía que, seguro, ocurrirá antes de un mes. Segundo, despojar al PP de sus sitiales predilectos, que a escala andaluza, se concreta en la ciudad europea habitada más antigua del mundo.