[dropcap]E[/dropcap]ste miércoles, día 20 de mayo de 2015, hemos visto como el padre del secretario general de PODEMOS le dedicaba un soneto a su hijo, Pablo Iglesias, en la apertura del mitin en Zamora.
Los poemas que se escriben en un determinado momento de la historia constituyen ecos de la realidad, alientos de impulso y lágrimas de desazón. Por eso, los que amamos la poesía, tenemos una visión no solo de lo que ocurría de forma objetiva, también, sabemos los diferentes puntos de vista de ese mismo suceso, gracias a los poetas que decidieron poner su voz plasmada en el papel.
En esta ocasión, Javier Iglesias le dedicó a su hijo, en un mitin celebrado en su tierra, un poema de Agustín García Calvo. En él, se produce un alegato de continua lucha, de continuo avance. Además, el padre de Pablo Iglesias terminó de recitar añadiendo “De fracaso en fracaso, de victoria en victoria, siempre”.
Enorgullécete de tu fracaso,
que sugiere lo limpio de la empresa:
luz que medra en la noche, más espesa
hace la sombra, y más durable acaso.
No quiso Dios que dieras ese paso,
y ya del solo intento bien le pesa;
que tropezaras y cayeras, ésa
es justicia de Dios: no le hagas caso.
¿Por lo que triunfo y lo que logro, ciego,
me nombras y me amas?: yo me niego,
y en ese espejo no me reconozco.
Yo soy el acto de quebrar la esencia:
yo soy el que no soy. Yo no conozco
más modo de virtud que la impotencia.
Como ya hemos dicho antes, no es la primera vez que la poesía acompaña a la política en sus objetivos. De modo que, en lo que resta de artículo, citaré otros casos pertenecientes a “la poesía de la política”.
Seguro que todos recordamos el 15M, acampada multitudinaria frente a las plazas importantes de las ciudades, exigiendo más derechos, más justicia y, sin saberlo, elaborando el nuevo decálogo de hacer política en España. Pues bien, aquí, también se dejaron oír voces que, aunque venían de otra época, tenían cabida en la nuestra. Concretamente, en Barcelona, durante esta acampada, Paco Ibáñez, cantautor reconocido, se coló entre las tiendas de campaña para recitar poesías de Rafael Alberti, Gabriel Celaya o George Brassens. Así, los poemas que escucharon los adultos del siglo XX servían para soportar cualquier lluvia que pudiese caer, tanto la que mojaba como la que golpeaba.
Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna. ¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar! A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma. ¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
A galopar, Rafael Alberti
Cambiando ahora de país, durante la dictadura militar que se ejecutó en Argentina, la poesía supuso el sostén de muchos presos políticos. Así, poemas como el de Patricia Machado, siempre permanecerán en la memoria de aquellos que decidieron seguir adelante, pese a todo.
Yo sé que cada día
Y sé que cada noche
Cuando compruebas que tu cielo
Sigue siendo pequeño y fraccionad
Sonríes porque triunfas.
Y sé también que a veces
Cuando los muros y los techos te golpean la cara
de pronto sientes frío.
Y pasan los fantasmas cadavéricos
y te vomitan en la cara.
Y tienes todos los gorriones
Y los amaneceres posteriores.
Aunque hoy el sol te duela
Como no podía ser de otra manera, no podía dejar de lado el poema que acompañó al activista contra el apartheid, entre otras cosas, Nelson Mandela, durante su encierro. Seguro que muchos lo conocen porque, de veras, de existir el alma, o algo que se le parezca, seguro que de esto se alimenta. Como no puedo añadir nada mejor que los propios versos, dejo que lo degustéis.
Fuera de la noche que me cubre,
Negra como el abismo de polo a polo,
Agradezco a cualquier dios que pudiera existir
Por mi alma inconquistable.
En las feroces garras de la circunstancia
Ni he gemido ni he gritado.
Bajo los golpes del azar
Mi cabeza sangra, pero no se inclina.
Más allá de este lugar de ira y lágrimas
Es inminente el Horror de la sombra,
Y sin embargo la amenaza de los años
Me encuentra y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
Cuán cargada de castigos la sentencia.
Soy el amo de mi destino:
Soy el capitán de mi alma.
Invictus, William Ernest Henley
Durante la Segunda Guerra Mundial, muchos poetas fueron llamados para luchar en esta contienda. Cocretamente, Gavin Ewart relató la muerte de muchos de sus compañeros mediante la escritura, mediante el lápiz y el papel, y, gracias a ello, guardamos en la memoria ciertos aspectos de la historia que no queremos que se repitan.
con un brazo gris doblado sobre un rostro verde
El polvo de los carros que pasan lo cubren,
Yaciendo a la vera del camino en el lugar apropiado.
Porque ha cruzado la última visión lejana
Que nos oculta el valle de los muertos.
Yace como equipo usado, dejado de lado,
Del cual nuestro rápido avance no puede sacar ventaja:
Rosas, carros triunfales, pero éste murió.
Otrora monumentos guerreros, lamentable intento
En cierta forma vaga, una lamentable excusa
Para esos perdidos futuros que los muertos soñaron.
Cubierta latierra con su lamentable piedra.
pero en nuestros corazones llevamos una carga más pesada:
Los cuerpos de los muertos que yacen a la vera del camino.
Siguiendo con las odiadas guerras, es inevitable aludir al papel importante que obtuvo la poesía y, con ella, las letras en general durante la guerra civil española. Muchos poetas pusieron al servicio de la República sus mejores armas: las palabras. Esta vez he escogido a Blas de Otero, pero existen otros como Machado, Lorca, León Felipe…
Creo en el hombre. He visto
espaldas astilladas a trallazos,
almas cegadas avanzando a brincos
(españas a caballo
del dolor y del hambre). Y he creído.
Creo en la paz. He visto
altas estrellas, llameantes ámbitos
amanecientes, incendiando ríos
hondos, caudal humano
hacia otra luz: he visto y he creído.
Creo en ti, patria. Digo
lo que he visto: relámpagos
de rabia, amor en frío, y un cuchillo
chillando, haciéndose pedazos
de pan: aunque hoy hay sólo sombra, he visto
y he creído
Fidelidad, Blas de Otero
Para terminar, os animo a que incluyáis más “poesía de política. Además, desearos unas jornadas de elecciones tranquilas, fabricando más poesía; eliminando cualquier tipo de violencia, pues de algo tendrá que servir que hayan pasado los años. Aprendamos de los errores, quien tiene argumentos no le hace falta puños.
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