En los últimos años el término ‘tercera vía’ ha sonado a traición, a ideología descafeinada y a tirar por la calle de en medio. Pero si hablamos del proceso interno que vive el PSOE desde que el pasado octubre se retorciesen los Estatutos Federales hasta hacer dimitir a Pedro Sánchez, suena más bien a salvación.

Este proceso interno en el que la abstención en favor del Partido Popular terminó por dividir a la militancia socialista, no es algo nuevo. Si echamos la vista atrás, y aunque España y el PSOE no sean los mismos que entonces, en el año 2000 el enfrentamiento entre ‘guerristas’ y ‘renovadores’ amenazaba con terminar con el centenario partido. Por entonces el candidato a las elecciones designado por la militancia, Josep Borrell, sufrió en carne propia la crueldad de los aparatos. No ha cambiado mucho la historia en 2016.

Pero fue entonces cuando aquel joven diputado leonés y su nuevo y joven equipo consiguieron tomar las riendas del partido y llevarlo a la victoria en 2004 y 2008. Un equipo nuevo para un tiempo nuevo, quedando enterradas (por el momento) las viejas glorias que no terminaban por aceptar que los viejos tiempos habían pasado y no iban a volver.

Estando a apenas horas para que termine este annus horribilis para la izquierda española, el tablero de ajedrez poco a poco se va perfilando en Ferraz.

La Gestora, un órgano sin precedentes a nivel federal, y que ha terminado por tomar más decisiones de las necesarias, algunas de ellas de especial delicadeza como la revisión de la relación con el PSC, lo tiene claro. A pesar de que Susana Díaz, como es costumbre, no deja claro su candidatura, sabe que tiene su respaldo. ¿O alguien cree casual mencionar al Presidente Javier Fernández en cada discurso o que el número dos de la Gestora sea un hombre de su máxima confianza?

Por su parte, el órgano espontáneo y extraestautario que suponen las plataformas pro-Congreso, ya tienen su caballo de batalla. Si bien en un primer momento no querían perfilarse como plataformas pro-Sánchez, el (en principio) fallido intento de presentar a Patxi López ha terminado por desembocar en un apoyo explícito a Pedro Sánchez por parte tanto de Odón Elorza y Zaida Cantera como de otros miembros destacados.

Y ahora, ¿qué? Con una fecha para el Congreso postergada sine die, no queda más que tiempo para medir fuerzas y reflexionar sobre lo que pudo haber sido y sobre lo que no será.

Como hace 16 años, pudo existir una tercera vía, que no la ha habido. Como hace 16 años, se deben analizar pros y contras de cada uno.

La clarísima implicación de Susana Díaz en la destitución de Sánchez la deja marcada como candidata. Si bien consiguió que el PSOE sea de nuevo primera fuerza en Andalucía en 2015, lo hizo con un 7% de votos que en 2012 y con el segundo peor resultado de la Historia (Chaves en 1994 consiguió 2 escaños menos). Sociológicamente, el voto fallido para el socialismo andaluz es el voto urbano y el voto joven. Dos de los tres puntos débiles del PSOE a nivel nacional, que harían dinamitar el tercero (el voto periférico), con la alusión constante a la ‘unidad de España’.

Cuando uno compara resultados electorales en CC.AA. y en el conjunto de España, suele sorprender a muchos que una región socialista en autonómicas, como puede ser Castilla-La Mancha, sea tremendamente conservadora en elecciones generales. La sociología electoral si algo demuestra es que el votante tiene muy claro quién es y qué hace su candidato en cada uno de los niveles de la Administración, y que lo que funciona a nivel regional, no suele ser extrapolable al nivel estatal o incluso local.

Con Pedro Sánchez, ocurre lo mismo, pero a la inversa. La gestión interna con figuras con poca o ninguna autocrítica y la preferencia de pacto con Ciudadanos antes que con Podemos, así como la falta de diálogo con los territorios, terminó por pasarle una factura a cobrar el pasado octubre. A su destitución le acompañó una toma de decisión precipitada al dejar el acta de diputado, provocando así que, en caso de volver a la Secretaría General, sería un líder extraparlamentario con las consecuencias que ello conlleva y que en el PP supieron lo que es en los ’80 con Hernández Mancha.

Sin embargo, y al contrario que Susana Díaz, el proceso interno y las decisiones de la Gestora sobre los diputados ‘díscolos’, parece favorecerle. Algo que en Ciencia Política se conoce como efecto underdog y que afectó a Ramón Espinar en Podemos Madrid con la campaña sobre su piso. Destituir al primer Secretario General elegido por la militancia en una campaña orquestada por cargos orgánicos de primer nivel fue un riesgo poco calibrado entonces por sus detractores.

Enterrada queda, por tanto, una tercera vía de unión entre la militancia a la espera de que, aprendiendo de errores pasados, la candidatura ganadora sepa aunar y llevar a un PSOE unido a recuperar el lugar que le corresponde como partido del S.XXI.

 

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