La única salida del PSOE

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[dropcap]R[/dropcap]ecientemente hemos presenciado cómo la dirección del Partido Socialista ha protagonizado un acercamiento con Ciudadanos, habiendo quedado patente la buena sintonía entre Pedro Sánchez y Albert Rivera, quienes han acordado establecer una vía de diálogo en torno a cinco ejes: políticas sociales y lucha contra el desempleo; regeneración democrática; reforma constitucional; economía y política fiscal; Europa y política exterior.

Además, el partido naranja admite estar dispuesto a negociar un pacto de legislatura con Sánchez, si bien exige que esté el Partido Popular.

Ésta es, sin duda, una fórmula muy deseada por la cúpula del PSOE para la investidura de Sánchez (PSOE + Ciudadanos con la abstención del PP), pero Mariano Rajoy ya se ha pronunciado rotundamente en contra de esta posibilidad.

De este modo, la otra opción que permitiría a los socialistas explotar la buena disposición de Rivera a pactar (quien quiere evitarse el mal trago de la repetición de las elecciones) pasaría por un gobierno del cambio que contara con el apoyo de ambos partidos emergentes (tanto Ciudadanos como Podemos). Este acuerdo sería acogido de buen grado tanto por los barones como por las bases (según la última encuesta de My Word para el Observatorio de la Cadena Ser, un gobierno del PSOE con el apoyo de Podemos y Ciudadanos es la opción preferida por los votantes socialistas).

Sin embargo, las dificultades que enfrenta Sánchez para alcanzar este acuerdo son enormes, ya que Podemos y Ciudadanos se imponen vetos mutuamente rechazando sostener un gobierno que sea, simultáneamente, apoyado por el otro. Un problema que dista mucho de ser ideológico, ya que un gobierno socialdemócrata con el apoyo de socialistas (Podemos) y socio-liberales (Ciudadanos) no sería demasiado complicado de sostener durante una breve legislatura de reformas.

Por ello, parece evidente que el acuerdo natural que permita investir a Sánchez pase por los votos a favor de PSOE, Podemos, PNV, Unidad Popular y Coalición Canaria (168 votos).

El bloque en contra estaría integrado por PP y Ciudadanos (163 votos), mientras que ERC, DiL y Bildu tendrían que abstenerse.

La aritmética no deja lugar a dudas.

El PSOE no puede demorar por más tiempo el encuentro de espacios de entendimiento con Podemos. Como quedó patente tras las elecciones autonómicas y municipales de 2015, se ha producido una redistribución del voto de izquierda y los socialistas necesitarán de Podemos para gobernar en la mayoría de las ocasiones, casi de forma inexcusable. Y, honestamente, si Podemos renunciara al derecho de autodeterminación de Cataluña, cuya aceptación sí supondría mayor dilema para el PSOE y una considerable pérdida de su identidad, no deberían existir mayores problemas.

Las coaliciones por bloque ideológico son una constante en los gobiernos de los Estados de la Unión Europea, y cuanto antes lo asumamos, mejor.

Respecto al apoyo de los partidos minoritarios, cabe destacar que el PNV es un partido de corte moderado que ha mostrado su buena disposición a pactar con el PSOE, del que espera una mayor predisposición al diálogo de la que ha mostrado el ejecutivo de Mariano Rajoy.

Por otro lado, Unidad Popular también está más que dispuesta a facilitar el gobierno del PSOE, y CC tampoco debería oponer mayor resistencia.

Así, la mayor polémica reside en que Sánchez sea investido gracias al voto favorable o abstención de los nacionalistas, algo que aterroriza a los barones del PSOE. Y la dirección de Sánchez parece estar pasando por el aro, en la medida en que el propio César Luena admitió en una entrevista que los socialistas “ni buscan ni quieren” los votos de los partidos nacionalistas. Se trata de un desprecio impropio hacia partidos que cuentan con un apoyo electoral considerable en sus territorios y que han obtenido representación en las Cortes, mereciendo por tanto tener voz en la nueva etapa política (algo que el PSOE sí pareció compartir cuando cedió senadores a ERC y CDC para que tuvieran grupo propio en el Senado).

No se trata de sucumbir al objetivo de los nacionalistas de liquidar la soberanía nacional, pero sí sería adecuado, de cara a este nuevo ciclo político, tener la consideración de reconocerles plenamente como interlocutores democráticos, haciéndoles partícipes del proyecto político nacional. Y es que, precisamente, el aislamiento sólo conduce a una mayor preponderancia del secesionismo.

Recientemente, el politólogo italiano Gianfranco Pasquino dijo que “la política es vencer a otros, no a todos”.

Que tomen nota nuestros dirigentes políticos, porque dado el escenario político resultante de las elecciones del 20-D, ni el filibusterismo parlamentario ni la falta de voluntad para tejer acuerdos van hacerle ningún bien a España.