En medicina un síntoma es un hecho subjetivo que percibe el paciente, y por tanto no observable, mientras que un signo es una manifestación medible, objetiva y evidente de una patología. Este pasado miércoles 14 en el ámbito del PP han concurrido una serie de signos que demuestran los achaques de un partido en el gobierno después de una crisis tan dura como la que hemos pasado (si es que ya ha pasado). Ahora publican un vídeo de fin de legislatura en el que comparan la recuperación de España con la de un enfermo en rehabilitación ¿quién es el enfermo en realidad?

Muchos nos preguntamos qué opina Jorge Moragas sobre la confluencia de declaraciones del miércoles: las duras palabras de Montoro, la carta crítica de Cayetana Álvarez de Toledo en El Mundo y la dimisión de Arantza Quiroga en el País Vasco, todo un cóctel mediático con reniegos y matices amargos; es un trago duro para todo director de campaña y un desafío para las mentes pensantes que intentan crear mensajes políticos que minimicen las consecuencias del veneno comunicativo: Rajoy ya dice que en el PP no hay crisis, y Fernández Díaz habla de “jueves soleado”, mientras que a espaldas del presidente voces sin rostro de su propio partido le acusan de no saber leer la situación y caminar hacia un precipicio. Pero hay que mantener el tipo y jugar la carta de la supuesta recuperación económica esperando lo mejor, y preparándose para lo peor.

Y es que toda crisis pasa factura a un partido en el gobierno, lo hemos visto en toda Europa y el PP no iba a ser una excepción. La puesta en escena de los grandes partidos de cara a los medios de comunicación pasa por dar una imagen de unidad incluso ante la clara disensión de sus miembros, negar lo evidente, y desplazar la atención hacia otro lado (como el PSOE con el PSM), pero llega un punto en el que la barca hace aguas por todas partes y todo resulta casi cómico, lo último es lo del vídeo de la recuperación económica en la que comparan a España con una enferma saliendo de la UVI y que poco a poco va mejorando. ¿Es el PP en sí un partido enfermo? Analicemos brevemente su storytelling actual: representante de los valores políticos conservadores, se ha ido moderando y desdibujando poco a poco para redefinirse como un ejemplo de corrupción al ir de escándalo en escándalo, con decenas de imputados y repudiados de renombre, y es señalado por la ciudadanía como la mano de los recortes y como el responsable de la situación actual. Ante esto la solución aparente ha sido un cambio de imagen en el logo y en algunos nombres, mantener a un candidato quemado para las generales y enviar a la población mensajes imposibles sobre lo bien que va la economía como su fueran píldoras para tratar los síntomas a corto plazo. En definitiva: la metáfora del enfermo se puede aplicar al PP, y éste responde maquillándose y sacanado músculo para disimular, pero cuando se pone un dedo, o un micrófono, en algún lugar del partido escuchamos gritos de dolor con frecuencia. Eso es un signo de enfermedad, y hay que tener buena salud para el combate final.

¿Qué se hablará ahora mismo en los pasillos de Génova? ¿Y en una agrupación local de un pequeño municipio? Quizá la enfermedad del PP ha calado en los idearios de sus miembros, en los votantes del partido, y los desanime y desactive lentamente; puede que los indecisos hayan asumido ese storytelling de corrupción y hayan huido, y que cada vez que sale el presidente en televisión negándolo todo o diciendo incoherencias ante Carlos Alsina se perpetúe esa idea de degradación, de cuidados políticos paliativos, creando una profecía autocumplida de la que se van rompiendo uno a uno los sellos que la anuncian conforme se acerca la batalla final que toda épica debe tener. Sin duda, lo mejor que le puede pasar al PP es perder las elecciones, y cerrar así su historia de decadencia para iniciar la auténtica regeneración.


 

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