Hay una frase de Oscar Wilde que me gusta mucho, que es “El hombre puede creer en lo imposible, pero no creerá nunca en lo improbable”. Da igual que en unas elecciones prometas cosas que sabes que no se pueden cumplir, mientras esas mismas cosas se basen en estos cuatro pilares: odio, miedo, dinero y religión. En los últimos días de campaña electoral vamos a escuchar solamente mensajes relacionados con estos principios elementales.
Los discursos conciliadores y orientados a las soluciones prácticas suelen ser eclipsados por titulares que tocan las emociones.
Es así, siempre ha sido y siempre lo será. El ideal de la Ilustración del votante que emplea la razón sobre la emoción para decidir en los asuntos de la política se hace añicos al chocar frontalmente con el pensamiento colectivo de las masas y la insidiosa tendencia del ser humano a simplificar su visión del mundo para poder comprenderlo. Los discursos conciliadores y orientados a las soluciones prácticas y matemáticas suelen ser eclipsados por los titulares contundentes que tocan las emociones a flor de piel en la mayoría de las personas. Somos sujetos porque nos sujetamos, nos contenemos y aprendemos a vivir en sociedad, pero ese control se debilita levemente cuando nos exponen a argumentos que recurren a lo más básico de nuestra naturaleza. Y en esta recta final de campaña en Cataluña veremos esos argumentos lanzados a discreción por los partidos que tienen alguna oportunidad de hacer algo en el Parlament. Vamos a ver esos mensajes uno a uno.
Odio: el más básico en storytelling político. Elaborar sus mensajes requiere poco esfuerzo, porque solo hace falta señalar un ellos y un nosotros, y ya está. En este caso Junts Pel Sí ha hecho una enorme campaña, con clímax en la Diada, para que la gente no vote por Cataluña, sino contra España, mientras que Albiol y otros hablan de votar para anular a los que quieren romper el país; y todo esto cala en la sociedad, y aparecen, por ejemplo, aislados disturbios en los que se agreden a personas por exhibir símbolos españoles, en la calle y en internet.
Miedo: Muy estándar en todas las elecciones, pero terriblemente efectivo. Miedo a que el otro gane e imponga un reino de terror que atente contra la forma de vida conocida hasta el momento; miedo al inmigrante, al control supraeuropeo, a perder la identidad, a lo que sea. Es lo que el PP y otros han intentado sembrar por medio de declaraciones propias y de otros mandatarios extranjeros para desmovilizar a los que votan por el independentismo, o para que los indecisos vayan corriendo a meter su papeleta contra la independencia en la urna para dormir tranquilos.
Dinero: Estrechamente relacionado con el miedo. Incluye paro, impuestos, pensiones, educación y servicios sociales en general. Los mensajes que circularán en las últimas 48 horas seguramente sean sobre este argumento, bien preparados para que la gente entienda lo básico y se tranquilice o intranquilice, porque como el relato de la independencia ha ganado ahora casi nadie habla de mejorar las cosas en Cataluña (cuando en unas elecciones se debería hablar principalmente de eso), sino de las consecuencias macroeconómicas de su supuesta salida de España.
Religión: No me refiero solo a la creencia en seres superiores, sino a la fe en algo, en una idea o en un concepto. Si nos pusiéramos a hacer una comparativa entre la religión y la política nos sorprenderían las similitudes: adoración de los fundadores fenecidos, ritos, liturgias, un libro o discurso que hace de biblia, profetas, profecías, milagros (económicos), la salvación del alma, etc. Además, en toda religión hay un ideal de comportamiento al que el votante se adhiere, y que incluye un sistema de comportamientos, igual que los diez mandamientos; estos pueden incluir defensa de la vida, apoyo a matrimonio gay o ser más catalán que nadie, al gusto. En este punto todas las “ideologías-religiones” coinciden en una misma cosa: no serás corrupto, es pecado mortal (pero te libras con una bula judicial).
Os invito a que os fijéis en los últimos mensajes de campaña, porque encajarán casi todos de alguna manera en este concepto: “odiad a los otros, porque os da miedo que nos dejen sin dinero, así que venid a mi ideología-religión para salvaros”.
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