[dropcap]E[/dropcap]n 1961 el artista italiano Piero Manzoni presenta su obra “Merda d’artista”. Lo que  Manzoni pretendía era reflejar como la simple firma de un artista con renombre incrementa sin sentido la cotización de la obra independientemente de su calidad artística. Noventa latas que según su autor contenían: “ Mierda de artista. Contenido neto: 30 gramos. Conservada al natural. Producida y envasada en mayo de 1961.” Y que hoy en día alcanzan precios desorbitantes (cifras de cuatro y cinco dígitos)  en las pocas ocasiones que salen a la venta o a subasta.

Podemos entonces llegar a comprender el porqué de la obra, sobre todo entendiéndola en el momento en el cual fue producida. Un acto de reivindicación de lo que se podía llegar a hacer en el mercado del arte, pero ¿realmente la denuncia de Manzoni ha calado como él esperaba?

Hemos llegado a un punto en el cual los límites del arte se han ido ensanchando y haciéndose difusos a una gran velocidad. Estamos ante un arte que se podría definir como un “todo vale.” La técnica o la estética ya no brillan como antes, ya no se busca la belleza o el agradar al ojo del que observa. Nos encontramos ante un arte mucho más rebelde pero que en definitiva ha ido perdiendo la esencia de reivindicación que podía poseer obras como la del italiano. Numerosos artistas se refugian detrás de su nombre y su prestigio para realizar obras que probablemente acabarían en la basura si el autor fuera una persona anónima.

Auténticos esperpentos se exponen en las galerías más cotizadas y la gente acude a adorarlos como si de una peregrinación cultural se tratara. Sin duda a todos nos vienen a la mente numerosos ejemplos de esta pérdida de todo sentido artístico expuestos por ejemplo en ARCO.  Vasos de cristal que se venden a precio de oro, cuadros realizados con ropa interior o unas migas de pan sobre una tabla. Obras que todos podrías realizar en nuestro propio hogar casi sin darnos cuenta. Crónica aparte merece sin duda la controvertida performance finalmente suspendida en la cual dos artistas tenían planteado defecar literalmente sobre un monumento a la Constitución española escudándose en que formaría parte de una exposición del museo de Ciencias Naturales.

Incluso el gran Vargas Llosa escribe sobre cómo se ha banalizado el arte contemporáneo en un capítulo titulado “Caca de elefante” de su libro La civilización del espectáculo.

Ninguno podemos discutir que el arte es una cosa total y absolutamente subjetiva. En gustos no hay nada escrito y se trata sin duda de algo tremendamente personal. Hoy en día todo puede ser arte siempre y cuando el artista lo considere así y haya una sola persona en el mundo que coincida con el autor. Podríamos pasarnos horas debatiendo sobre qué es el arte y qué es arte y qué no sin llegar a ninguna conclusión clara. El mundo del arte va a seguir cambiando y sólo nos queda esperar a que pase el tiempo y seguir observando cómo evolucionan los límites o incluso como desaparecen.
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