El movimiento 15-M triunfó y se hizo multitudinario cuando de un colectivo de personas emanó una frase que contenía una verdad, tan evidente para todo el que la oía, que era imposible no suscribirla:

¡No nos representan!

En el 23-f unos guardias civiles toman el congreso y ni un sólo español sale a la calle pidiendo la liberación de los políticos. Todo el mundo se quedó en casa viendo lo que pasaba. Sólo hubo manifestaciones  cuando todo acabó. ¿dónde está la representación? ¿dónde está la empatía de un pueblo hacia unos representates que están secuestrados, estando con ellos secuestrada la “supuesta democracia” y la supuesta “libertad”? La respuesta es fácil: ni hay representación, ni hay libertad política colectiva.

¿Representa una mayoría absoluta como la de Aznar de 2003, al pueblo cuando interviene en la guerra de Irak estando todo el país en contra?, ¿representan al pueblo presidentes del gobierno que más que presuntamente asesinan (F. Gonzalez) o reciben sobres (Rajoy) y siguen en el puesto como si no pasara nada?

El grito del 15-M era correcto; pero no lo fue la búsqueda de las causas profundas del problema. En seguida, el movimiento respondió al problema de la representación pidiendo sanidad y educación, es decir, una solución ideológica, germen de Podemos. El problema no era ideológico, sino formal, de las reglas de juego constitucionales. Pensad el siguiente ejemplo:

Pagamos a 350 diputados, ¿verdad?. Cada uno de ellos, siempre vota lo que le dice el jefe de su partido. Entonces, ¿no daría exactamente igual pagar sólo a los jefes y que tomaran las decisiones en una cafetería?

Ningún partido nuevo, ni Podemos, ni Ciudadanos pretende resolver este problema esencial de la representación, base de la dignidad política de un pueblo. El MCRC es el único movimiento político que aspira a resolver este problema de manera seria, sin participar en el régimen oligárquico existente hoy en España. Es un movimiento abstencionario que nunca será un partido, ni aspirará al poder. Será disuelto cuando se alcance una República Constitucional, con separación de poderes y auténtica representación: distritos uninominales, elegidos a doble vuelta para elegir a diputados y elecciones separadas para elegir presidente del gobierno.

 


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