Entre Confucio y Marx: Entendiendo el comunismo chino

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El comunismo chino presenta muchas particularidades que le han hecho desarrollarse de una forma muy diferente a lo ocurrido con el mismo tipo de movimientos políticos en occidente. Una aceptación del capitalismo, un éxito inusitado o la capacidad de mantenerse estable durante más de 50 años. Estos factores han hecho que la sociedad se pregunte ¿por qué el comunismo chino ha logrado esto? y para comprenderlo es necesario entender como es la sociedad china y en que se ha inspirado el PCCH (Partido Comunista de China). En este texto se pretende explicar, a través de la figura de Confucio y su relación con el marxismo del PCCH, como es que este movimiento político ha logrado ser exitoso.

Cabe entender, antes de comenzar, que la sociedad China presenta una gran diferencia con la sociedad occidental, tanto en aspectos estéticos como, y sobre todo, con respecto a las estructuras de pensamiento. Mientras que occidente se ha conformado en base a los pensadores clásicos de Grecia y Roma, el dogma igualitario y de libre albedrío del cristianismo o el triunfo de la razón como suprema verdad durante la ilustración, China ha presentado sus propias lógicas.

Confucianismo

China se ha encontrado influenciada por  planteamientos, lógicas e ideas, muy lejanas y distantes de lo que podríamos llegar a pensar como habituales. Como se observará en este texto, mientras que en occidente el comunismo se desarrolló de una forma relativamente coherente con respecto a los planteamientos éticos occidentales, y tuvo un final en consecuencia, la herencia cultural de China ha hecho que el marxismo haya mutado hasta casi quedar irreconocible y fusionarse con un planteamiento tradicional asiático, el confucianismo.

El confucianismo ha sido habitualmente definido como una religión, y en parte es cierto, aunque también presenta una serie de elementos que pueden hacer pensar en el como una filosofía o incluso un modo de vida más que en una suerte de culto o creencia mística. Esta escuela de pensamiento fue iniciada por Confucio durante el colapso de la dinastía Zhou (770-446 A.C) , en la época de los llamados reinos combatientes, donde la anarquía y el enfrentamiento entre nobles, emperadores y vasallos era constante. Por lo mismo, el confucianismo buscaría dar respuesta a ese desorden y establecer una doctrina que permitiese establecer una suerte de armonía social que impidiese la violencia.

Confucio

Esta escuela presentaba, en la base de su pensamiento, una clara dicotomía entre dos elementos que son parte de la cultura popular hoy en día, el Ying y el Yang, la parte débil y fuerte respectivamente. Según el pensamiento confuciano todo, incluida la sociedad, se organiza en base al equilibrio entre esas dos fuerzas, una dominante y otra dominada, y la clave para que las cosas funcionen es que se mantenga un claro equilibrio entre las dos partes.

Esto, como ya se puede ir previendo, le llevaría a considerar el orden como un elemento clave. El concepto de “rectificación de los nombres” presente en la filosofía confuciana es clara muestra de ello. Esta idea responde, como su nombre indica, a los nombres de las cosas. De acuerdo con Confucio para que exista la armonía social, las personas deben realizar sus deberes acuerdo con sus “nombres” es decir, con la posición que ocupen dentro de la estructura social (Gobernantes, agricultores, siervos, esclavos…). Esto mismo es recalcado por los conceptos filosóficos de “yi” y “ren”, justicia y benevolencia. El primer concepto de justicia presenta una similitud con la idea de Platón, pues aquello que es justo es aquello que funciona en orden, es decir, la justicia no es un concepto abstracto, sino que en el cumplimiento del “deber” se encuentra la justicia. Aún así Confucio recalca que para que una acción sea justa debe ser ordenada y responder a un motivo de orden, es decir, es importante cumplir el deber por el mero hecho de ser un deber, no para obtener beneficios económicos, por ejemplo. En este sentido recordando un poco al imperativo categórico de Kant, que implicaba un deber por encima de todos los demás aspectos.

Ying y Yang

Y aquí entra la benevolencia, el “ren”, también traducido a veces como “amor”. Para Confucio esta es la mayor virtud posible, el amar a otros, pues permite organizar una sociedad y mantener las relaciones y buen trato entre los miembros. No obstante, esta concepción de amor no es como la occidental, muy dependiente del siglo XIX, como un acto de pasión o lealtad, sino que es una reafirmación de la justicia. De acuerdo con el confucianismo la mayor muestra de amor al prójimo es la realización del deber y la adecuación de la moral comunitaria, poseyendo como dogma que» Lo que no desees que te hagan, no lo infrinjas a los demás. De este modo, ningún resentimiento se dirigirá contra ti, ya estés al servicio del Estado o de una gran familia»  pues eso asegura el orden y, por lo tanto, la armonía, aquello que es lo más deseable para todos.

Un concepto también clave es el “ming”, la idea de la tendencia hacia la perfección. Es decir, el hombre debe tender siempre hacia la realización de la armonía y perfeccionarse a si mismo para poder realizar su deber y lograr esa armonía. Esta idea afecta tanto a los gobernantes como a los gobernados, afirmando que la búsqueda de la armonía debe ser la guía de su actuación. El último concepto clave es la llamada “piedad filial”. A priori podría pensarse como una mera afirmación sobre como deben organizarse las familias, y si, pero también simboliza mucho más. La figura del padre y el hijo es una metáfora del yang (el padre) y el ying (el hijo) y como este último debe respetar al primero. Así, esta afirmación se revela como un dogma general de organización social, donde el padre son los gobernantes y el hijo la población, que le debería lealtad y obediencia siempre que el primero cumpla con la búsqueda de la armonía. De hecho, esta piedad no solo implica obediencia, sino también la adoración de las formas de los gobernantes mediante la realización de ritos y actos simbólicos. Para Confucio, esta lealtad debía ser tanto interna como externa, y demostrarse mediante la realización de actos de “carácter exterior” y rituales que permitan organizar la sociedad. En este sentido, Confucio cree que en la creación de un hábito de lealtad surge la lealtad y se eleva a la población hacia el “ming” y el cumplimiento del deber. Esto es conocido como el “Li” y es aprendido, no innato, por lo que se debe afirmar que la obediencia al gobernante es más relevante que cualquier deseo personal.

Y es que Confucio tenía una visión de los líderes como una suerte de clase especial y elevada. En una idea algo platoniana (si bien no tuvieron nunca relación) Confucio entendía que la sociedad debía ser gobernada por una suerte de élite intelectual, ética y técnica. Los gobernantes son el Yang, la parte fuerte y dominante de la sociedad, y deben ser una élite, aquellos más capaces y que hayan desarrollado su “ming”, la búsqueda de la armonía como su objetivo final. Por lo mismo, estos gobernantes deben guiar y renovar la moral del pueblo para asegurarse de que se desarrolle el «li». Para Confucio el soberano se trataba del verdadero ser humano, aquel que se había perfeccionado y seguido la búsqueda de la armonía, trayendo consigo la procedente deshumanización de sus súbditos, que se encontraban en un rango de humanidad inferior al suyo.

Mao y la caída de Marx

Con la llegada de Mao y el Partido Comunista al poder en el año 1949, el marxismo se convirtió en la filosofía social dominante en el gigante asiático y se comenzó a perseguir el confucianismo por considerarse justificador y parte de la “ideología” (en sentido marxista, como forma de dominar al pueblo) de las clases dominantes.  Así, la idea revolucionaria del Marxismo llegaría a China y se establecería la lucha de clases y el “socialismo científico” como base de la organización social. Los gobernantes ya no serían sacralizados, sino que responderían a la función de un “partido vanguardia” como diría Lenin, guías del pueblo en búsqueda de lograr la revolución y la disolución de las clases. La armonía ya no era la clave, y se interpretaba la dicotomía del ying y el yang como una justificación de las clases opresoras y oprimidas.

Mao Zedong

Igualmente, la idea del marxismo del individuo y su libertad como clave del pensamiento se oponía frontalmente a la idea social del confucianismo, que entendía el “deber” como lo más relevante, y no la libertad o la felicidad de los sujetos. Y es que el marxismo es una filosofía occidental, con clara base en el racionalismo y el cristianismo, que cree en el individuo y en la idea de que la razón, en este caso la razón histórica de la lucha de clases, guía la historia que está condenada a acabar con el advenimiento de la sociedad comunista.

No obstante, tras la muerte de Mao en 1975, China fue dejando de lado a Marx para recuperar el confucianismo como dogma estructurador de su sociedad. Este proceso sería denominado como Neoconfucianismo y conformaría el comunismo chino como lo entendemos ahora.

Primero, el PCCH (Partido Comunista de China) comenzaría a abandonar la retórica de la lucha de clases, si bien no dejándola de lado plenamente, si centrándose en una de las particularidades del pensamiento maoísta. Para este líder, si bien el marxismo era la verdad absoluta, este tenía que expresarse de una forma particular en cada país, en base a su cultura y a su situación, «buscar la verdad a partir de los hechos» como expresaba de forma clara en el libro “Historia de la Revolución China” publicado en 1952 pero redactado en 1939, durante la Guerra Civil China (1927-1949) . De tal forma, tras la llegada al poder de Deng Xiaoping en 1978 el neoconfucianismo se comenzaría a hacer con el control y las formas tradicionales, propiamente chinas, cobrarían más fuerza.

Primero, los cargos del partido dejarían de ser esa suerte de revolucionarios y se transformarían en personalidades técnicas, alejadas de todo planteamiento ideológico y enfocados en el desarrollo del país y el mantenimiento de la armonía, en este caso, el statu quo. Y es que el partido comunista se comenzaría a entender no como los representantes de la voluntad del pueblo, como clamarían los marxistas, sino como el “yang” de la sociedad. El PCCH sería la parte fuerte y dominante, henchida con los valores de armonía y deber, el “ming”, y encargada de asegurarse de que todos, tanto el partido como la sociedad, cumpliesen el gran objetivo de guiar a la nación hacia la armonía. Esto era implícito en el gobierno de Xiaoping, no obstante, su sucesores comenzarían a afirmarlo de forma explícita. Tanto Hu Jintao (2002-2012) como Xi Jingping (2012-) ya comenzaron a hablar de que el objetivo del partido era crear una “sociedad armónica” que permitiese el progreso y el orden.

Asamblea Popular de China

Asimismo, la idea de la pureza y del deber por el deber, tan clásicos del confucianismo, se han convertido en la clave de la actuación del PCCH. Lejos de perseguir a “contrarrevolucionarios” como han hecho otros regímenes comunistas, la lucha contra la corrupción institucional y la búsqueda de la pureza moral se han transformado en las principales batallas del partido, adoptando un cariz moralista y persiguiendo el consumo de drogas, prostitución y hasta el uso de pornografía por miedo a que se “ejerza una influencia negativa en las mentes”.

De hecho, del principal dogma del marxismo, la oposición al mercado capitalista, poco queda ya. Desde que Deng Xiaoping pronunciase su famosa frase “hacerse rico es glorioso” y se inaugurase el llamado “socialismo de mercado” el peso de la economía capitalista ha aumentado sin freno. De un 17% en 1996 a cerca de un 80% en la actualidad, con miles de empresas privadas plagando todo el país, siendo algunas de ellas verdaderos gigantes internacionales como Tencent o Huawei.  La desigualdad de clases, de esta forma, se acaba admitiendo inevitablemente. Pese a esto, y como declaró el propio Xiaoping durante el giro al confucianismo, el objetivo de China es la modernización y el progreso, más allá de cualquier dogma marxista. No obstante, como forma de justificación, y de cierta manera como una perversión del “ming” confuciano, se ha alegado desde el PCCH que China se encuentra cruzando las fases del socialismo y que el desarrollo propugnado acabará llevando al perfeccionamiento de la sociedad y la implantación final de una utopía comunista.

Conclusión

Así, nos podemos encontrar como la China actual responde mucho más a un planteamiento confuciano que marxista, si bien en la imaginería sigue presente, y de forma muy clara, el componente comunista de la sociedad China. Pese a esto, como se ha demostrado, el PCCH se ha transformado en el gobernante confuciano y no en la “vanguardia revolucionaria” que se clamaba desde el marxismo-leninismo, siendo el “Yang” de la sociedad, el orden y el guardián de la misma. Por esto mismo, a causa de la herencia confuciana, es que la sociedad China se ha convertido en el único estado comunista exitoso de todo el planeta, logrando de un tiempo a esta parte transformarse en una de las naciones más ricas de la tierra. La sociedad china, mucho antes de Mao y Marx, estaba diseñada para amar la autoridad, para acoplarse a una gran causa y respetar a los gobernantes sin discusión, y el PCCH lo ha sabido aprovechar, erigiéndose como el líder absoluto.

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