Lo atractivo es el centro, lo liberal progresista

Álvaro Cuesta reflexiona sobre la importancia de la equidistancia política, el liberalismo progresista.

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España, 2021. País de viejos odios, pasional, polarizado. Hoy, la política a golpe de tuit acapara mayor atención que las ideas. El ruido empaña la inteligencia y la sensatez. España se ha vuelto un país muy tronco, tozudo y poco permeable.

¿Cómo podemos introducir de nuevo en la opinión pública las ideas liberales y progresistas? Para empezar, hay que comunicar nítidamente y de manera inteligente la acción política, lo que no se comunica no existe. En una sociedad tan polarizada y tan mal llevada por las emociones como la nuestra, dejar en evidencia y quitar caretas es clave. Es decir, romper la vieja inercia bipartidista en la que nos encontramos (de nuevo) actualmente.

Vivimos en un mundo globalizado, competitivo, y abierto. Y ni PP ni PSOE tienen la capacidad de adaptación a ese mundo por varios motivos; unos, porque siguen pensando que las libertades individuales son parciales, que unas son válidas y otras no, y que la libertad queda reducida al simple ejercicio de tomarte una caña en una terraza. Y otros, porque siguen mirando a la sociedad desde la óptica del colectivismo y la subsidiariedad. Pero ambos comparten una característica común que les impide situar a España de lleno en el siglo XXI: la falta de voluntad política para acometer las reformas de calado que necesita nuestro país.

Entonces, ¿Cómo tocamos la fibra emocional sin perder el discurso racional? Debemos reforzar lo que otros llaman debilidad, en ventaja y fuerza. Los liberales progresistas apostamos por la libertad económica e individual, somos centristas, lo que nos permite llegar a consensos más amplios que representan a una mayoría social sin tintes de exclusión. Donde otros ven «veletismo» y equidistancia, nosotros vemos altura de miras, porque lo atractivo es tener cintura, saber moverse en el tablero político y seducir a ambos lados del espectro ideológico.

El liberal no cree en las verdades absolutas, porque eso es lo fácil, lo aburrido. Nosotros creemos en el error propio y en el acierto ajeno. Estamos vacunados ante la tribu. Los liberales no te daremos a elegir entre eutanasia o gestación subrogada, para los que creemos en la libertad y en el progreso el hecho de morir dignamente y formar una familia son derechos que deben adquirirse. Los liberales progresistas no ponemos palos en las ruedas, no invadimos ni imponemos nada en la vida de nadie, tampoco te hacemos elegir entre una bandera y otra, nosotros ondeamos con orgullo la rojigualda, símbolo de unidad y de ciudadanía española, y la arcoiris, símbolo de la diversidad sexual e inclusión. Donde otros ven blanco o negro, nosotros vemos grises, individuos con proyectos de vida propios.

Lo mismo ocurre con la estructura del Estado. Mientras que la izquierda desea un Estado enorme, intervencionista y una administración obesa, la derecha comulga con un Estado pequeño que reduce cuotas de igualdad y por tanto, de libertad. Los liberales progresistas en cambio creemos en un Estado social fuerte, y en una administración ligera que permita a los ciudadanos, desde la igualdad de oportunidades, desempeñar sus capacidades y acceso a los diferentes servicios. En definitiva, lo que ofrecemos a los españoles es que sean dueños de sus propias vidas, donde el Estado ocupe un papel de apoyo pero no de estorbo, ni tampoco que cree a personas  dependientes, no queremos un país subsidiario. Tampoco queremos irresponsabilidad en las cuentas públicas. La fiscalidad seria y responsable es uno de nuestros pilares,  cada euro cuenta. El dinero debe estar en el bolsillo de los ciudadanos y no financiando gasto superfluo e innecesario, que es lo que acostumbra la izquierda con nuestro dinero, que siempre acumula mucho gasto y sin previsiones de ingresos, o cuanto menos, previsiones erróneas.

Los liberales progresistas somos por antonomasia reformistas. Lo que no funciona se cambia. Somos valientes y no nos tiembla el pulso en tomar decisiones difíciles a la vez que sensatas. Tenemos la capacidad de reformar, somos dinámicos, estamos vivos, y eso es de lo mejor que podemos ofrecer, nuestra frescura frente al óxido e inmovilismo del bipartidismo.

En Octubre de 2020, la cuenta de Twitter de las Fuerzas Armadas Canadienses publicó una foto en la que aparecían dos militares del Ejército de Canadá besándose. Esto es sólo un ejemplo de un bastión del liberalismo como es Canadá. Si observamos su arco parlamentario, podemos ver, sin lugar a dudas, el reflejo y la imagen de un país liberal y progresista, unido en la diversidad, orgulloso de su bandera, y a salvo de fuerzas populistas y nacionalistas que, además de ser contrarias a la democracia liberal y al progreso, contaminan la solidaridad territorial y la convivencia de toda una nación. Hagamos atractivo ese modelo de país. Expliquemos a los españoles que lo sexy son esas ideas y que lo que nos hace fuertes como nación es creer en la libertad individual, en la justicia independiente, y en la igualdad de oportunidades.

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