El liberalismo: una gran familia

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Las próximas líneas son un esquema básico del liberalismo, siguiendo la clasificación del profesor Carlo Gambescia en su libro Liberalismo triste: un recorrido de Burke a Berlin. Así pues, el liberalismo se divide en cuatro grandes ramas:

Liberalismo progresista o socioliberalismo: defiende el estado de bienestar y la redistribución vía impuestos, con la que trata de lograr la justicia social y la igualdad de oportunidades entre sus ciudadanos. No es lo mismo que la socialdemocracia, ya que los liberales progresistas son liberales que quieren redistribuir para paliar los fallos del laissez faire, mientras que los socialdemócratas son socialistas que aceptan algunas ideas liberales, como Harold Laski o Bernstein. Sus máximos representantes son Tomas Paine, John Stuart Mill, John Maynar Keynes y John Rawls.

Liberalismo clásico y neoliberalismo: defiende el libre mercado (laissez faire) y aceptan la intervención del estado solo en determinados asuntos, fundamentalmente la seguridad (interior y frente a agresiones externas) y la defensa de la propiedad privada (algunos, como Smith o Hayek aceptan la existencia de la educación o la sanidad pública). El estado es tan necesario como el mercado porque es la única forma de hacer emerger y mantener el imperio de la ley. Destacan autores como Adam Smith, Hume, Constant, Hayek, Mises, Milton Friedman, Nozick y Ayn Rand.

Liberalismo conservador: a medio camino entre el liberalismo progresista y el liberalismo clásico, combina elementos de libre mercado con el respeto por ciertos valores y tradiciones, respetando los derechos y libertades individuales (estos tienen gran importancia). Nace con Edmund Burke y su oposición a la revolución francesa, con una clara defensa del gradualismo (pequeñas reformas una vez se ha comprobado que son útiles para la sociedad). Como señala el profesor Ángel Rivero, “el estado es importante porque realiza funciones sociales. Es el garante del orden social y de las normas básicas. Es central en el mantenimiento de la autoridad política y del imperio de la ley. Pero no tiene, uno debería tener un papel principal como instrumento de mejora social. El estado es un medio y no un fin en sí mismo. Es necesario pero carece de valor.” Otros autores del liberalismo conservador son Tocqueville (tiranía de la mayoría), Lord Acton (catolicismo liberal), Isaiah Berlin (pluralismo), Ortega y Gasset (hombre-masa), Max Weber (burocratización) y Raymond Aron (critica al totalitarismo).

Anarcocapitalismo: es la versión extrema del liberalismo. Para estos autores el estado no debe existir, pues es ineficiente e inmoral. Los impuestos son un robo. Todo debe financiarse de forma voluntaria (sector privado). Confían que el libre mercado, formado por las decisiones voluntarias (y por tanto libres) de millones de personas solucionen los problemas de la gente. Al no haber estado, sería la caridad privada la que solucionaría el problema de la pobreza. Esto lleva a algunos anarcocapitalistas (los más conservadores, llamados paleolibertarios) a adorar la Edad Media por el escaso intervencionismo estatal que había y la ausencia de ideología progre (ya que el socialismo surge en el siglo XVIII). Algunos pensadores destacados son Herbert Spencer o Murray Rothbard.

Estas son pues las cuatro principales corrientes del liberalismo, a pesar de que cada vez haya más doctrinarios en las filas del liberalismo repartiendo carnets y excluyendo a autores como Keynes, Rawls o Hayek por ser “socialistas”.

 

Gráfico 1: Las distintas corrientes del liberalismo, de más a menos intervención estatal (fuente: elaboración propia)

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