Transnistria: el Estado inexistente que venció al Real Madrid

0
52

El Sheriff de Tiráspol es un pequeño equipo que conocido por haberle ganado este martes al Real Madrid contrando con un presupuesto y una preparación muy inferior. Pero este equipo no solo alcanzó una gesta digna del rey David al enfrentarse contra un gigante futbolísitico como el Real Madrid, sino que, además, consiguió que una gran parte de los aficionados se fijasen con atención en el territorio del que venían, Transnistria.

En la ribera derecha del río Dniéster y delimitando con la frontera oriental de la República de Moldavia con Ucrania, se encuentra el territorio de Transnistria, denominado por las autoridades locales como la República Moldava Pridnestroviana. Se trata de una región que, sin contar con el reconocimiento oficial como Estado soberano por ningún otro país, de facto sí actúa como tal. Desde la capital moldava no se ha podido hacer frente a la disidencia de las autoridades de la región rebelde y sus dirigentes no han podido acabar con la paupérrima situación económica y las prácticas criminales generalizadas en el país. Con el estallido de la guerra civil que ha conducido a la situación actual, se ha agravado aún más la problemática del comercio ilícito asentado en la región, empeorando la estabilidad del país, así como la de los países colindantes. Se trata en definitiva del recrudecimiento de un mercado ilegal relacionado con el tráfico de armas, drogas y seres humanos y de un problema político que traspasa los límites de sus fronteras.

Los problemas de un Estado artificial

El porqué de la existencia de un país no reconocido internacionalmente, así como el de un gobierno central incapaz de controlar las actividades de unos mandos locales localizado dentro de sus propias fronteras, es posible plantearlo desde la misma creación de su entidad estatal. La República de Moldavia encuentra su origen en el año 1940, resultado de la unión artificiosa de los territorios de Besarabia y Transnistria por parte de la nomenklatura soviética. La entonces llamada República Socialista Soviética de Moldavia, significaba para los soviéticos un enclave estratégico que les permitía asegurar su dominio sobre el río Dniéster en un período convulso de la historia reciente.

 

Fotografía de: Euromaidan Press

En el 1812 ya se produjo un primer acercamiento de ambos territorios a manos de Moscú cuando, después de trescientos años de dominio turco sobre la zona, el este del territorio que concierne a Besarabia, perteneciente entonces al antiguo Principado de Moldavia, se vería anexionado al Imperio ruso bajo el mandato del zar Alejandro I. Con el estallido Revolución rusa, dicho territorio alcanzaría su independencia de Rusia para integrarse dentro del Reino de Rumania, mientras que Transnistria, perteneciente a la creada posteriormente, en 1924, República Autónoma Socialista Soviética de Moldavia se integró dentro de la República Socialista Soviética de Ucrania. En 1940, con el pacto Ribbentrop-Mólotov, la Unión Soviética incorporaría de nuevo Besarabia a su territorio, produciéndose la unión entre Besarabia y Transnistria bajo la creación de la República Socialista Soviética de Moldavia. Con la ruptura del pacto germano-soviético, Moscú perdería el control de la recién creada república, hasta que, tras la derrota de la Alemania nazi en 1945, volvería a recuperar el territorio perdido.

 

La presencia del nacionalismo

El comienzo de la problemática ‎transnistria surge pues de la propia planificación de Estados de la Unión Soviética. Su imposibilidad de hacer perecer el nacionalismo presente en algunos de los Estados soviéticos fue uno de los factores que contribuyó a su derrumbamiento, así como al surgimiento de posteriores problemas en los países ya independizados, como sucede con el caso de Transnistria.

La reacción de los habitantes de Transnistria, de rechazo a las reformas del gobierno de Chisináu cuando el derrumbe de la Unión Soviética era ya inminente, fue motivada por el temor a que una Moldavia independizada del Kremlin buscase la reunificación con Rumania, acabando así con los elementos identificativos culturales comunes de las repúblicas soviéticas que los transnistrios habían apadrinado. Sus preocupaciones se empezaron a cristalizar y el 31 de agosto de 1989 el moldavo se declaró la lengua oficial del país y se aprobó la vuelta a los caracteres latinos abandonando el alfabeto cirílico. Posteriormente, el 27 de abril de 1990, se oficializó la bandera tricolor y el himno rumano y a finales de ese mismo año se cambió el nombre oficial por el de República de Moldavia.

La cuestión lingüística se establecerá así como un elemento central en la disputa política entre el poder central de Chisináu y el gobierno de Tiráspol. La aprobación de las nuevas leyes lingüísticas por el Soviet Supremo de Moldavia y la marginación de la hasta entonces dominante lengua rusa, para las minorías rusas preocupadas por un acercamiento político y cultural a Rumania, supuso la mecha que encendía su indignación. Las nuevas políticas culturales del gobierno moldavo, que rompían con la simbología tradicional soviética, presente en el país desde hacía más de 40 años, empezaron a aparecer enunciadas en los discursos de los dirigentes separatistas y significaron en un motivo de intensificación de las diferencias entre las partes confrontadas.

El problema referido a la discusión lingüística del país va más allá, alcanzando a la propia denominación oficial de la lengua del Estado. La cuestión, prolongada notoriamente durante el tiempo, fue abordada en diciembre de 2013 por el Tribunal Constitucional, quien estableció que la Declaración de Independencia de 1991 tiene preeminencia sobre la Constitución de 1994. De este modo, como en la Declaración se establece el rumano como la lengua oficial del Estado, el Tribunal alegó que esta es la denominación que debe prevalecer, contando con el rechazo de las regiones separatistas que rehúsan de cualquier tendencia a la rumanización.

 

El estallido del conflicto armado

El comienzo del secesionismo transnistrio se produjo pues con el cambio de postura del gobierno de Chisináu que, con la debilitación del poder soviético, empezó a promocionar un discurso nacionalista diferente al que se había mantenido durante las últimas décadas. Inicialmente la población transnistria promulgaba por la creación de un estatuto de autonomía, que protegiera lo que consideraban como sus derechos como minoría y siguiendo esta línea, en agosto de 1989, se creó en Consejo Unificado para los Trabajos Colectivos, integrado por trabajadores industriales de entre los que destacaría la figura de Ígor Smirnov. El Consejo coordinó una huelga que promovía la cooficialidad del idioma moldavo y el ruso, que, si bien fracasó por la intervención de Moscú, ayudó a la implantación de la idea de crear una autonomía para proteger sus derechos de minoría.

En las elecciones al Soviet Supremo celebradas en marzo de 1990, el Consejo obtuvo la mayoría de los asientos que pertenecían a Transnistria, pero la victoria del Frente Popular bloqueaba cualquier pretensión autonomista promovida por el partido de Smirnov. Con la llegada de Mircea Druc, el 26 de mayo del mismo año, como primer ministro de Moldavia, con un discurso próximo al de la unión con Rumania, la situación se polarizó y los diputados transnistrios decidieron retirarse, lo que representó el comienzo del movimiento secesionista transnistrio. El 3 de septiembre de 1990 se celebró el II Congreso Extraordinario de Diputados, donde se proclamó la creación de la República Moldava Socialista Soviética de Transnistria. Con el discurso de combatir el nacionalismo rumano de Chisináu, el nuevo gobierno de Transnistria fue ocupado por el Consejo de Smirnov y el país empezó a operar como una república autónoma dentro de la Unión Soviética.

En el mes de noviembre, las Fuerzas Armadas de Moldavia se concentrarán en la localidad de Dubăsari, donde fueron bloqueadas por la población civil, y el primer ministro Druc, tomando a las repúblicas bálticas como modelo, aceleró el proceso de desvinculación con Moscú adoptando nuevos símbolos oficiales para el Estado y aprobando nuevas leyes de inmigración y ciudadanía, hecho que no amedrentó a los secesionistas transnistrios que empezaron a crear sus propias instituciones públicas.

El año siguiente Druc dimitió y, con la llegada a la presidencia de Mircea Snegur y del nuevo primer ministro Andrei Sangheli, se adoptó una postura más moderada desde la capital moldava que empezó a reivindicar un nacionalismo puramente moldavo, sin negar vínculos históricos y culturales con Rumania. Pese al cambio de Chisináu, los dirigentes de Transnistria no aceptaron más la autoridad moldava y el 27 de agosto de 1991, dos días después de la declaración de independencia de Moldavia, fueron detenidos tres diputados transnistrios junto con Smirnov, cuando volvían desde Kiev donde se habían reunido con el entonces presidente de Ucrania, Leonid Kravchuk. Este hecho tensó aún más la situación de malestar político y a finales de diciembre se produjeron una serie de enfrentamientos armados continuados, donde las fuerzas transnistrias contaron con el apoyo de las unidades del XIV Ejército Soviético presentes en el país.

 

Fotografía de: Wikipedia

Si bien las hostilidades se interrumpieron durante un corto tiempo, el 2 de marzo de 1992, con el reconocimiento oficial de la República de Moldavia por la Asamblea General de las Naciones Unidas, la contienda se reanudó causando el inició de una guerra civil. El 3 de julio del mismo año, tras un bombardeo masivo ejecutado desde el costado izquierdo del río Dniéster por parte del XIV Ejército contra las unidades moldavas situadas en el bosque Gerbovetskii, se puso fin al conflicto armado.

Con unos números de pérdidas humanas devastadores, cercanos a los 1.500 fallecidos y unos 100.000 civiles desplazados de sus casas, la guerra ha generado heridas sociales y problemas políticos a los que difícilmente se vislumbra una solución. En la actualidad, en las cercanías del Dniéster se sitúan tanto cuerpos de seguridad de las recién creadas Fuerzas Armadas de Moldavia, entrenadas militarmente por la república de Rumania, como militares rusos que permanecen en el territorio de acuerdo con las resoluciones de Estambul en labor de mantenimiento de la paz.

 

Milicianos y civiles armados transnistrios durante los primeros combates en la Ciudad de Bender, Guerra de Transnistria 1992. Fotografía de: aquellasarmasdeguerra.wordpress.com

El interés de un enclave estratégico

La presencia de fuerzas armadas rusas en territorio transnistrio no es baladí y es que es para el Kremlin una cuestión de gran importancia la de promoción y ayuda a aquellos rusos que quedaron dispersos por otros territorios fuera de Rusia cuando se produjo el desmembramiento de la Unión Soviética. Esta consigna va más allá del discurso de los dirigentes rusos y es que desde el 24 de mayo de 1999, con la aprobación de una ley federal que sería completada más tarde con una serie de enmiendas durante los años 2001 y 2002, Sobre la política estatal hacia los compatriotas en el extranjero, la Federación Rusa inició una política exterior de asistencia que pretendía alcanzar a más de 25 millones de rusos que quedaron fuera de las fronteras del país. Dicha política es de tal significación para Moscú, que en el artículo 61.2 de la Constitución de 1993, se decreta que la Federación asegura la defensa y el patrocinio de sus ciudadanos localizados en el extranjero. Se trata de una directriz que pasa por la conformación de una estrategia geopolítica que establece una zona de influencia propia localizada, principalmente, en su extranjero más próximo.

Transnistria es para Rusia un enclave de gran importancia pues es lo que permite al Kremlin romper con las aspiraciones europeístas por parte de Chisináu, a la vez que acrecentar la presión sobre Ucrania, alejando así a sus competidores occidentales. La situación de Moldavia supone también un obstáculo para la integración de dicho país en la Organización del Tratado del Atlántico Norte debido a la imposibilidad de lograr la unanimidad requerida por parte de los Estados miembros para su adhesión. El elemento de fricción entre los países implicados se trataría del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, puesto que en este se estipula la asistencia mutua entre los Estados miembros si alguno de ellos resulta agredido.

La cuestión geopolítica tampoco debe hacer apartar la mirada del componente económico y es que es relevante tener en cuenta el hecho de que, sin desatender a la manifiesta presencia que tienen las empresas rusas en la región, con un 17% de los habitantes de Moldavia y con tan sólo un 12% del territorio del país, Transnistria representa el 35% de su PIB.

Se trata de una relación recíproca y es que la retórica de los dirigentes transnistrios siempre ha enunciado su fidelidad a Moscú que, unida a la cultura geopolítica heredada del mundo bipolar, se erige como un elemento clave en la perpetuación del statu quo. En 2013 de hecho, el Consejo Supremo de Transnistria aprobó la utilización de la legislación rusa en territorio transnistrio.

En este complicado escenario situamos a Tiráspol y a su equipo, el Sheriff, a quién podemos otorgarle aún más valía, si cabe, por haberle descubierto a una gran parte del mundo la desconocida y problemática situación del pequeño Estado al que nadie quiere reconocer.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor, deja tu comentario
Por favor, introduce tu nombre aquí