Normalizar la diversidad, el difícil reto de avanzar esquivando la ignorancia

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En la vida nada es blanco o negro; cara o cruz. Nunca. Siempre hay matices. De hecho, hay una variedad inmensa. Precisamente esa enorme diversidad exige normalizar determinadas situaciones que se tildan de diferentes (aunque no lo son); distintas con respecto a lo que se presupone normal.

Un ejemplo de ello lo encontramos en el cine francés. La película La vida de Adèle, Palma de Oro en el Festival de Cannes en 2013, muestra la historia de una joven que descubre su sexualidad al conocer a otra chica. Poco a poco se enamoran y entablan una bonita relación de amor con un desarrollo completamente realista. Todo ello lleno de detalles y matices. Sin más. Se trata de una relación entre dos personas en la que se normaliza plenamente la homosexualidad.

Sin embargo, la vida real es más cruda. En 2015 se registraron un total de 1328 incidentes relacionados con los delitos de odio. De ellos, 169 fueron por motivos de orientación o identidad sexual (un 12.7%). Aunque este tipo concreto de incidente ha decrecido casi en un 70% con respecto al año anterior, las cifras no son alentadoras puesto que el total de incidentes registrados por delito de odio aumentó en un 3.3%. Son datos del último Informe sobre incidentes relacionados con los delitos de odio en España que cada año, desde 2013, publica el Ministerio del Interior.

Además, según detalla el informe, en 2015 fueron detenidas o imputadas un total de 464 personas por este tipo de delitos. De ellas, una de cada diez fue detenida o imputada por un delito contra la libertad de orientación o identidad sexual.

Estos datos son sólo una pequeña prueba de la necesidad palpable de continuar una lucha que lleva años fraguándose: el Orgullo LGTBI. Un orgullo que una multitud de ciudades en todo el mundo celebraba estas últimas semanas. No hay que olvidar que el trasfondo de la celebración incluye reivindicaciones como la aprobación urgente de una Ley Integral de Transexualidad, una Ley de Igualdad LGTBI a nivel estatal, un pacto de Estado por el VIH frente al estigma y la discriminación, medidas preventivas frente al acoso escolar y una mayor visibilidad para colectivos menospreciados. Vindicaciones que, por cierto, el colectivo FELGTB lleva tiempo proclamando.

En este sentido ya se han dado algunos pasos a nivel autonómico. Precisamente la semana pasada el gobierno valenciano aprobaba un anteproyecto de ley que reconoce el “derecho a la identidad y la expresión de género”, apostando por la construcción de un marco normativo adecuado que garantice “el derecho a la autodeterminación de género”. También se cree necesario que la transexualidad deje de ser considerada una patología y se establecen una serie de medidas fundamentales en los ámbitos sanitario, educativo y laboral.

De aprobarse, esta ley se uniría a las cinco que ya existen en otras comunidades autónomas (Madrid, Navarra, Euskadi, Andalucía y Canarias). Pasos que pronto se convertirán en zancadas a pesar de que a algunos obispos les parezca que este tipo de leyes retuercen “la naturaleza humana”.  Sigo sin entender plenamente los mecanismos que articulan determinados miembros de la jerarquía eclesiástica para determinar qué actitudes, condiciones o identidades están bien y cuáles están mal; cuáles retuercen la naturaleza humana y cuáles no, ni la necesidad de sus eminencias de preservar la moral del buen católico tratando de hundir a las personas que sólo quieren vivir libres.

Quizá sean este tipo de actitudes homófobas las que incitan a odiar o repudiar a determinados colectivos y alimentan la ira de aquellos que las escuchan. Precisamente lo contrario de lo que el cristianismo predica. Tal vez aquellos que están tan alejados de la calle deban pensar más en la normalización, la diversidad y los matices para articular y predicar un mensaje que incluya el respeto hacia todas las condiciones e identidades sexuales. Y, si no lo hacen, tal vez deberían dejar de ser los guardianes de una moral corrompida gracias a sus hazañas como protectores de la misma.

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