Las elecciones en Cataluña que se van a realizar el 27-S tienen un carácter especial, no sólo porque una coalición electoral pretenda la independencia sino fundamentalmente porque son las primeras que reflejan el cambio que se está dando en España y son un reflejo de la situación de la nación. Sin ir más lejos dentro de pocos meses tendremos unas elecciones generales trascendentales.

La cohesión de un país depende de varios factores pero el más importante si cabe es él de sentirse partícipe e identificado con la nación. Normalmente se produce cuando hay una satisfacción ¿En qué consiste esta satisfacción? Se basa en sentirse cómodo mediante la combinación de respeto, poder desarrollarte, sentir que formas parte de la comunidad y orgullo de pertenecer a ella.

En el caso de España nos topamos que en Cataluña hay una parte significativa de la población que no se siente representada en España, debido a que no se considera dentro de la sociedad española. Los motivos son porque culturalmente se sienten alejados, no consideran que pueden desarrollarse dentro de España y una parte de ellos no sienten que se les guarde respeto.

En el territorio catalán hay una singularidad cultural en la mayor parte de su geografía. Una parte muy grande de miembros que forman parte de dicha cultura durante tiempo han sido partidarios de mantenerse dentro de España porque lo consideraban beneficioso para desarrollarse, sin embargo ahora un sector bastante significativo considera que ya no es productiva la vinculación entre Cataluña y España.

Se ha extendido el discurso que el encaje entre las dos entidades, deseado por muchos catalanes y buscado por muchos desde políticos a empresarios y otros actores de la sociedad como los intelectuales, no es posible hacerlo saliendo Cataluña tanto favorecida como respetada y ese mensaje ha calado profundamente. Se dice que se ha intentado desde la Transición pero que económicamente y culturalmente se sale perdiendo, además que no se acepte la singularidad catalana como fundamental en la estructura de España (osea Cataluña + Euskadi + «Castilla» = España) es el quid de la cuestión.

El recorte a un Estatuto de autonomía reformado para Cataluña que avanzaba hacia la línea federalista y como el Tribunal Constitucional veto parte del texto ya recortado salido del filtro del Congreso de los Diputados, habiendo sido sometido a referéndum ya en Cataluña, fue un hecho que hirió de muerte a la corriente que defendía ese encaje.
Además el campo nacionalista está espoleado porque piensa que su idioma corre peligro por las sentencias en contra de la inmersión lingüística, un instrumento que abanderan como necesario para mantener vivo y fuerte el catalán, uno de los nervios centrales de la identidad catalana.

La conformación de un bloque de más del 30% del electorado en este sentido y la movilización que tiene es fruto en gran medida de ello. El mensaje del enganche ha sido cambiado por el de la separación y ese es el debate que se ha conformado actualmente.

No obstante siguen habiendo voces dentro del catalanismo que no quieren la ruptura pues no la consideran beneficiosa y siguen apostando por buscar ese encaje.
Más allá del bloque catalanista está la gente de Cataluña que comparte tanto su identidad catalana como española y si que se siente partícipe de la sociedad española, no siendo partidaria de la necesidad de negociar un encaje especial para Cataluña.

La sociedad catalana está profundamente polarizada y una solución radical por parte de uno de los sectores hacia sus planteamientos no será positiva para Cataluña. Una independencia de Cataluña respaldada mínimamente por las urnas o que el Estado se mantenga inmovilista si pierden por la mínima los independentistas sería un gran error pues elevaría el germen de la fragmentación social y política.

Se hace urgente reflexionar sobre cómo solventar la situación en Cataluña. Lo cual implicaría un cambio de mentalidades por las dos partes, la negociación de un modelo de consenso definitivo beneficioso para ambas partes y donde todas las realidades culturales puedan sentirse tanto respetadas como que puedan desarrollarse plenamente. Lo cual no implica necesariamente reformar la Constitución.

 


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