La crisis energética que en su momento sacudió Europa se encuentra ahora afectando también al gigante asiático y los hogares chinos ya están empezando a sufrir el racionamiento energético por parte de las autoridades.
La crisis energética en China se debe, como todas las crisis, a un conjunto de factores, entre los que destaca el intento de Pekín de reducir las emisiones de carbono en el país, un proceso conocido como descarbonización de la economía, que ha estado desde hace tiempo en la mente del gobierno chino que pretende una transición ecológica que terminaría en 2050. Esto, ha provocado un encarecimiento de los precios de la electricidad y una importante reducción a las reservas eléctricas del país.
Esta situación ha obligado a las autoridades locales a llevar a cabo apagones estratégicos en las ciudades chinas que han afectado tanto a los hogares particulares como a las grandes empresas.
En las provincias del norte de China, las más dependientes de los combustibles fósiles, fueron señaladas por superar la cuota de emisiones impuesta por Pekín y se les obligó a bajar la producción para adecuarse a las previsiones de los expertos en transición ecológica lo que llevó a una gran subida en los precios del carbón.
En cambio, en las provincias del sur el problema ha tenido que ver con la escasez de energía hidráulica que arrastran desde junio, provocadas por unas temperaturas excesivas que secaron las reservas.
A pesar de que las causas fueron distintas, las consecuencias han sido las mismas para todas las ciudades del país. Enormes atascos provocados por el apagón de semáforos, calles totalmente a oscuras, residentes de edificios altos obligados a subir por las escaleras por el corte de energía en los ascensores y familias que se han visto obligadas a prescindir de bombillas y aire acondicionado por recomendación de las autoridades locales.
Además, los grandes productores energéticos del país han estado negociando con el gobierno a costa de los consumidores para que se les permita subir los precios para los consumidores finales. En caso de que el gobierno se negase las 11 mayores compañías energéticas chinas han asegurado que se enfrentan a la bancarrota.
Pero los ciudadanos chinos no han sido los únicos que han sufrido estos reajustes. Tanto fundiciones de aluminio como productores de textiles o plantas de procesamiento de alimentos, se están viendo obligadas pisar el freno de su producción y, en algunos casos se han visto obligadas a cerrar por completo.
Sin duda, las empresas, sobre todo las tecnológicas como Apple o Tesla han sido las más perjudicadas, ya que una gran parte de sus proveedores no solo han sufrido recortes en su uso energético, sino que algunas fábricas han sido directamente cerradas por orden de las autoridades locales, poniendo en riesgo la cadena de producción.
Además, el problema se plantea para largo, porque por un lado, la recuperación económica post-pandemia, ha hecho crecer en gran medida la demanda de combustibles fósiles, pero por el otro, el giro del Gigante asiático hacia las energías renovables ha creado muchas dudas en los productores energéticos, ya que abrir una nueva mina o pozo supone un gran gasto y parece que su rentabilidad va a estar lejos de ser suficiente por las restricciones de los gobiernos.
Aquí, el gran problema es que la “gran fábrica” de China exporta al mundo una enorme cantidad de productos, por lo que en las próximas semanas podrá observarse un enorme número de empresas europeas y estadounidenses afectadas por los recortes o incluso cerradas y esto no solo repercutirá sobre China, sino también sobre el resto del mundo. La recuperación económica “post-pandemia” ya se planteaba difícil, pero estas nuevas noticias añaden un enorme grado de dificultad.