El voto de misa, un clásico de nuestras elecciones

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Durante el transcurso de la jornada electoral se cumplen de forma inexorable una serie de hechos. Los nervios y el desconcierto a primera de hora de los vocales y presidentes de mesa, los piques sanos entre apoderados de los diferentes partidos, los recuentos interminables al abrir las urnas y, como no, el llamado voto de misa, sobre el que nos detendremos en este artículo.

Siempre al mediodía, las colas en las aulas de los colegios electorales son mayores, lo que se explica, en parte, porque suele coincidir con la salida de las personas que acuden a las iglesias. El incremento de la afluencia en esa franja horaria por este hecho puede suponer un gran efecto movilizador y por tanto desequilibrante, así pues, ¿qué peso tiene el voto de misa en nuestros procesos electorales y a quién favorece?

Antes de entrar en materia, es conveniente poner algunos datos en contexto. Según cifras del CIS, en España un 69.3% de la población se considera católica, aunque solo el 13.7% de los mismos es practicante, esto es, que asiste casi todos los domingos o festivos a oficios religiosos. Por Comunidades Autónomas, Murcia cuenta con el mayor número de católicos (hasta un 85% de su población se declara de esa confesión) en contraste con el País Vasco, donde apenas más de la mitad se consideran como tal. Y en cuanto a la frecuencia con la que se acude a misa, encontramos a las Castillas y a Navarra bastante por encima de la media, superando el 20% todas ellas. Otro aspecto a tener en cuenta es que, cuanto más joven se es y mayor es el municipio de donde se habite, menor es la probabilidad de acudir a una práctica religiosa.[1]

Estos datos ponen de manifiesto que, aunque se apueste cada vez más por la laicidad en el conjunto del Estado, la confesión puede jugar un papel relevante de cara a unas elecciones y eso los partidos lo saben, aunque no jueguen esta baza de forma muy evidente (con algunas excepciones como la del Partido Popular durante el mandato del presidente Zapatero).

Gráfico voto catolicos[1] EMBID, JULIO (2016) “Hijos del Hormigón”, pág. 38

Como se desprende del gráfico realizado por Politibot, con datos del barómetro de mayo del CIS, el partido con mayor número de votantes católicos es el PP, seguido de los nacionalistas democristianos de Cataluña. En el extremo opuesto se encuentran las confluencias de Unidos Podemos y de nuevo los nacionalistas catalanes, pero esta vez de ideología de izquierdas. Las fuerzas que se ubican también en el espacio del centro, PSOE y Ciudadanos, presentan unos porcentajes nada de desdeñables de votantes católicos. Llegados a este punto, es interesante preguntarnos, ¿cuál es el elemento que va inclinar a una persona católica a decantarse por una opción u otra?

En el libro de “Aragón es nuestro Ohio: Así votan los españoles”, se dedica un apartado a responder a esta cuestión. De entre todo lo que exponen destaca que, entre personas con la misma edad, misma clase e incluso misma ideología, si se es religioso/a, se tienen más opciones de votar al PP que al PSOE. Este es un factor que, sin embargo, no es tenido tan en cuenta cuando la dicotomía es entre PP y C´s, quizás porque el votante de la formación naranja es más joven y como hemos señalado antes, cuanto más joven menos importancia tiene la práctica religiosa. ¿Y entre Podemos y el PSOE? De nuevo en el libro citado anteriormente se nos dice que, a igualdad de condiciones, los votantes más laicos prefieren confiar su voto al partido de Pablo Iglesias.

Retomando la pregunta que nos formulábamos justo al inicio del post sobre el voto de misa, tal y como hemos comentado, aproximadamente un 13.7% de los católicos se consideran practicantes, pero también sabemos, porque así lo indica el CIS, que presentan una media de 6 en la escala ideológica (donde 1 es extrema izquierda y 10 extrema derecha) lo que nos lleva a pensar que, probablemente, el voto de misa favorezca al PP. Quizás entre este tipo de electorado partidos como Ciudadanos o el PSOE no puedan arañar votos, pero sí pueden tener más opciones entre los votantes de centro que al menos se consideran católicos no practicantes (con un 4.6 de escala ideológica).

En resumidas cuentas, aunque es verdad que la religión puede que vaya perdiendo peso en la vida pública, por mucho que pasen los años y se repitan las elecciones, sigue siendo difícil llevar a cabo esa máxima de “Al César lo que es del César y Dios lo que es de Dios”.

 

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(1992) es graduado en Derecho por la UC3M (2014) y Máster en Acceso a la Abogacía por la UAH (2016). Actualmente compagina la docencia con su pasión el análisis político.

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