En Venezuela se ha abierto una nueva etapa pero la gran polarización que sufre el país sigue en alza, corriendo el riesgo de aumentar. Es algo que difícilmente puede ser de otra manera. Ya que la ideología chavista marcada por un estilo que roza el populismo y enclavada desde los últimos años en un discurso de lucha de clases, causa una exaltación de la política y genera confrontación con la oposición a ese modelo.

Precisamente la entrada en crisis del chavismo ha permitido que en las pasadas elecciones legislativas se produjera un vuelco político. Es cierto que la caída del precio del petróleo provoca una pérdida importante de ingresos del Estado venezolano pero también debe tenerse muy presente que el modelo económico de esta nación no está siendo viable. La carestía de productos de consumo y la gran inflación son un problema generado internamente.

No es solo un problema económico lo que ha afectado al autodenominado Socialismo del S. XXI pues sufre una crisis política enorme. El timonel, Maduro, sigue una continuidad excesiva sin ninguna estrategia más allá de la que Chávez marcó en unas circunstancias diferentes. Al ser más papista que el Papa y teniendo en cuenta su currículum está comportándose como un burócrata más que como un jefe de gobierno.

La oposición venezolana tampoco es un ejemplo de perfección política pues tiene una división importante, aunque ha conseguido estar unida en los comicios pero cómo ha quedado patente en la elección del presidente de la Asamblea Nacional no tiene una posición común consensuada.

El discurso de confrontación también está presente en ella, influida por la temática chavista, y corre el riesgo de retroalimentar al régimen con esa actitud.

Una Transición política se construye desde una labor de moderación y consiguiendo consensos. La gran polarización de Venezuela obliga a realizar un cambio mediante estas pautas para que no se produzcan enfrentamientos violentos ni una reacción virulenta del régimen chavista.

La consecución de ello debe hacerse consiguiendo que el chavismo se siente a negociar. Ello no puede hacerse desde la actitud del nuevo Presidente de la Asamblea Nacional ordenando quitar todos los símbolos chavistas de esa institución, que dicho sea de paso debe ser neutra como todo parlamento de una democracia, pues provoca miedo al contrario que ve como una amenaza el dominio opositor en la Asamblea.

El mensaje de que se requiere un consenso y arrastrar a él a Maduro puede hacerse si éste ve una oportunidad de con ello reformar el chavismo y dar vida a un proyecto político que se desmorona.

Una labor de oposición constructiva y de tramitar leyes que corrijan las deficiencias económicas debe ser el camino diario de la nueva mayoría. Con la vista puesta en reformar la Constitución y las estructuras del país de común acuerdo con el chavismo para asegurar la neutralidad de las mismas, con fórmulas y mensajes que permitan que éste apoye la reforma haciéndole ver que en ellas podrá seguir desarrollando su proyecto político.

Maduro y su movimiento deben sentirse cómodos llegado el caso de perder el poder pues deben contar con la tranquilidad de que pueden recuperarlo democráticamente y que durante la etapa en la oposición ni se les persiga, ni se desmantele completamente el proyecto que llevaron a cabo en el poder ni se les impida su futura recuperación del poder.

Sólo entonces, en un marco de estabilidad y de democracia afianza con instituciones neutrales ante un rival tranquilo, la oposición podrá intentar desbancar al chavismo del poder de forma segura y pacífica.