Esta semana se ha constituido la campaña por el mantenimiento del Reino Unido en Europa que tendrá como lema «Reino Unido fuerte en Europa» y que será liderada por Stuart Rose, un hombre de negocios.

Tanto el lema como el candidato han sido cuidadosamente elegidos. Pues por un lado se contrarresta el nacionalismo que sostienen los partidarios de salir del proyecto europeo y por el otro se transmite el mensaje de la necesidad económica de permanecer en el club comunitario.

Está en juego el futuro del Reino Unido. La permanencia le implica mantener su vinculación económica con Europa y también a nivel político así como en otros campos. Mientras que la salida le supondrá cortar los lazos económicos que tiene con el resto de socios europeos y desvinculación total del proyecto europeo.

La campaña por seguir en la UE tomará un cariz práctico seguramente frente al nacionalismo que propugna su salida.
Los números no engañan y es que el brexit implicaría un daño enorme económicamente calculándose en más de un millón los puestos de trabajo que se perderían.

En oposición a la campaña liderada por Stuart Rose están los que sostienen la recuperación de la soberanía total para el Reino Unido. La influencia histórica es bastante importante. Reino Unido no tenía aliados definidos (sus alianzas fueron puntuales y muy a conveniencia) y únicamente se metía en asuntos europeos cuando veía peligrar el equilibrio de fuerzas, mientras defendía a capa y espada sus intereses tratando de agrandarlos como el resto de potencias. Ello agravado por la insularidad que les dio un toque aún más aislacionista.

La Guerra Fría cambió esa dinámica y fue miembro fundador de la OTAN. El fantasma de perder su soberanía ante un continente europeo unido rebrota de nuevo a ojos de una parte significativa de la población que contempla a la UE como una amenaza cuasi imperialista para su país, al nivel de la monarquía de los austrias o del Imperio de Napoleón o del II y III Reich alemanes.
Sin comprender, o no querer hacerlo, que la construcción europea se basa en el consenso fomentando la colaboración en beneficio propio.

El influjo de la Commonwealth vestigio del colonialismo que ha establecido en muchos nacionalistas la sensación de un mundo inglés, es en donde muchos de estos tienen la vista puesta y la consideran propia del Reino Unido siendo la única donde deben volcarse las energías.

Puede decirse que mientras Francia y Alemania han encontrado un proyecto interesante ante el fin de su pasado imperial, aunque en el caso germano no llegó a terminar de forjarlo, el Reino Unido no lo ha encontrado. Por eso el debate de la posición británica está presente.

Pero al nacionalismo se le suma también una vertiente neoliberal a la oposición a la UE. La crítica a la burocracia de Bruselas y a la Comisión Europea así como a toma de competencias tanto por esta como por el Europarlamento esconde un carácter minarquista.

Al otro lado del Canal de la Mancha se ha dudado constamente del compromiso del Reino Unido con el proyecto europeo. De hecho Francia la vetó dos veces por este motivo y posteriormente una vez dentro tanto las posiciones de Margaret Tatcher como de Tony Blair por mantenerse alejados de las grandes iniciativas, como del Euro por ejemplo, levantaron resquemores.

El partido conservador británico se ha dejado arrastrar por el nacionalismo y el minarquismo respecto a la UE compartiendo en gran parte el mensaje de desconectar con el proyecto europeo pero manteniendo algunos lazos importantes. En eso se haya David Cameron en estos momentos buscando una reforma de la UE o que se permita una singularidad especial para el Reino Unido en línea a los postulados mencionados.
De no conseguir este objetivo o en el caso de que sea insatisfactorio para el sector «moderado» dentro del Brexit tendrá muy difícil defender la permanencia en el club comunitario, además de ser un auténtico peligro la campaña ya que habrían opciones serias de que ganase el sí a la salida.

La gestión de un Brexit es algo que aterra a David Cameron pues tendría que buscar un nuevo acomodo para el Reino Unido en el mundo, reorientar la economía haciendo frente a las consecuencias negativas de la salida y la reactivación del secesionismo escocés con una población escocesa bastante partidaria de seguir en la UE.